San Pablo. Luiz Inácio Lula da Silva acaba de ser consagrado oficialmente presidente electo de Brasil. Será además el primer ex jefe de Estado que llega a un tercer mandato en la historia republicana brasileña. Lo curioso fue el estallido del festejo en la sala del hotel donde la campaña del líder petista se estableció: resonaron los cánticos , con las pegadizas músicas de “Está na hora de Ja.ir embora” (Esta es la hora de Bolsonaro ya ir) y aquel otro célebre estribillo “Lula lá” (Lula allá, en el Palacio del Planalto). Fue una descarga notoria de los periodistas, sobre todo los colegas brasileños, que sufrieron persecuciones y actitudes de desprecio bajo el gobierno bolsonarista. “Intentaron enterrarme vivo y aquí estoy”, dijo.
En el estrado donde Lula apareció frente estaban sus aliados conquistados para el balotaje, y al lado de su vicepresidente Geraldo Alckmin. “Nosotros enfrentamos la maquina que buscó impedir que ganáramos” declaró. Y luego añadió: “Esta es la victoria de un inmenso movimiento democrático que se formó por encima de los partidos. El pueblo brasileño demostró hoy que quiere vivir bien, con empleo y salario justo, con salud y educación, y políticas públicas de calidad”.
Lula reivindicó el apoyo a los pequeños y medios productores rurales, a los pequeños y medios emprendedores. Y dijo que es preciso garantizar que las mujeres tengan el mismo salario que los hombres. Sostuvo que pretende combatir sin tregua el racismo y enfatizó que a partir del 1º de enero va a “·gobernar para todo el país, no solo para quienes me votaron”. Dirigió un mensaje específico contra el actual gobierno: “Es hora de bajar las armas. Nosotros vamos a defender la vida porque soy un ciudadano que estoy aquí para gobernar ese país, y vamos a encontrar una salida para que ese país pueda establecer la paz necesaria entre los divergentes”.
Colocó el combate al hambre como su primera prioridad: “Combatir el hambre es una urgencia, como también construir vivienda para quienes moran en las calles”. Prometió establecer un “diálogo fecundo” con las fuerzas políticas y mencionó que convocará conferencias multisectoriales “para establecer las políticas públicas” y convocará a los empresarios para integrar el Consejo Económico y Social.
Dedicó varios minutos a explicar que pretende reconquistar para su país la presencia internacional que tuvo en el pasado, cuando pasó a ser miembro del G20; apostó además a retomar la alianza con la Unión Europea y el tratado de libre comercio. Y en ese contexto prometió luchar contra la deforestación del Amazonas y “por eso vamos a retomar la intensa vigilancia de la floresta, para cohibir definitivamente actividades ilegales como el desmonte y la minería ilegal”.
Más allá de la alegría y el alivio entre los triunfadores, hay conciencia del escaso margen de diferencia que el mandatario electo obtuvo sobre su oponente, le planteará innúmeros desafíos. El establishment le recordó, a lo largo de este fin de semana, los asuntos que deberá encarar en cuanto asuma el gobierno el 1º de enero de 2023. Avisaron que la situación fiscal está “delicada” y que, probablemente, sea aun peor cuando el actual presidente le entregue la banda presidencial, si es que lo hace. Para el poder económico, lo central ahora es “mostrar que las cuentas públicas son sustentables en el largo plazo”, especialmente a la luz “de los compromisos asumidos durante la campaña que exigirán un aumento de los gastos del Estado”. Sostuvieron que “el cuadro fiscal impactó negativamente en la inflación, en las altas tasas de interés de corto plazo y el bajo potencial de crecimiento”.
Lula pontificó: “Todos los días de mi vida recuerdo el principio más importante enseñado por Cristo: el amor al prójimo”. Y concluyó “voy a precisar de todos los partidos políticos, gente de todas las religiones, todos los diputados y senadores, todos los gobernadores e intendentes”
EO