A medida que avanza la ofensiva rusa sobre Ucrania, aumenta la preocupación por el riesgo que pueden suponer los ataques a los 15 reactores nucleares que existen en el país. Tras la toma de Chernóbil por las tropas rusas, este viernes, de madrugada, bombardearon la central de Energodar, en la región de Zaporiyia: es la planta de energía nuclear más grande de Europa. El ataque provocó un gran incendio que se mantuvo activo durante horas. Finalmente el fuego se extinguió, las tropas de Rusia tomaron la central y el personal garantizó “su correcto funcionamiento” con los niveles de radiación “estables”.
Los 15 reactores se reparten en cuatro centrales nucleares: Jmelnitski (2), Rivne (4), Ucrania Sur (3) y Zaporiyia (6), según los últimos datos del operador ucraniano Energoatom.
Según ha informado la OIEA (Organismo Internacional para la Energía Atómica) en un comunicado, de las seis unidades de la central atacada en Zaporiyia, la Unidad 1 estaba apagada por mantenimiento, las Unidades 2 y 3 han sido apagadas de forma controlada, la Unidad 4 está operando al 60% de potencia y las Unidades 5 y 6 se mantienen “en reserva” en modo de baja potencia.
El director general de la agencia nuclear de la ONU, el argentino Rafael Grossi, se ha mostrado preocupado con la situación en la central, que “carece de precedentes”, y aunque no se han producido escapes radiactivos, ha señalado que “disparar proyectiles en el área de una planta de energía nuclear viola el principio fundamental de mantener la integridad física de las instalaciones nucleares”.
La OIEA ha descartado que Ucrania esté desarrollando armas nucleares, tal y como alega Rusia, entre otros asuntos, para justificar su invasión del país vecino.
Peligro por su antigüedad
Los 15 reactores operativos que hay en Ucrania son de agua a presión (PWR por sus siglas en inglés). Según explica el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) en su página web, en este tipo de reactores, el agua, circula por el “circuito primario” a muy alta presión gracias a “unas bombas que la impulsan a través del núcleo del reactor”. La presión evita que alcance el punto de ebullición y se forme vapor en el circuito primario. El agua del circuito primario calienta después el agua del circuito secundario hasta convertirla en vapor, que es el que posteriormente hace girar la turbina. El giro de la turbina se transmite al generador eléctrico que produce la electricidad.
La IEAE (Agencia Internacional de Energía Atómica) dice que los reactores nucleares de Ucrania son un elemento crítico para el abastecimiento eléctrico, ya que provén de casi la mitad de la electricidad al país. Todos ellos, tienen una potencia de 950 megavatios a excepción de dos de los situados en Rovno, con una potencia que no llega a los 400 megavatios.
Según recoge la Asociación Nuclear Mundial, todos los reactores son del tipo VVER ruso, modelo que fue desarrollado por la antigua URSS en la década de los 80. Doce de ellos fueron diseñados para tener una vida útil de 30 años, por lo que tendrían que haber llegado a su fin antes de 2020. Sin embargo, la empresa estatal ucraniana Energoatom se mostró entonces dispuesta alargar su vida por 10 años más y se extendieron licencias para su actividad.
Expertos en seguridad nuclear alertan del peligro que supone la antigüedad de estos reactores. Las envejecidas centrales nucleares ucranianas requieren un mantenimiento y supervisión que pueden verse afectados por los ataques. Bob Rosner, físico de la Universidad de Chicago, explicaba a la revista Wired que la mayoría de las plantas nucleares en Ucrania comenzaron a construirse en la década de los 80. El acero es su componente principal, pero cuando es bombardeado con neutrones durante muchos años “se vuelve quebradizo y puede romperse” por lo que necesitan una “vigilancia constante”.
Posible fallo por el suministro de energía
Al margen del peligro que puede suponer un ataque directo a una de estas centrales como el ocurrido en Zaporiyia, existe otro riesgo que es que falle el suministro de energía eléctrica que necesitan las centrales para funcionar. Si hay cortes en los suministros y fallan los generadores de reserva, podría fallar el sistema de refrigeración y provocar un accidente que libere material radiactivo.
En este sentido, Patricia Fernández, portavoz del CSN, ha explicado a la agencia EFE que las centrales ucranianas están preparadas para el riesgo de pérdida de suministro eléctrico dado que “es un país miembro de la Asociación de Reguladores Nucleares Europeos (WENRA)”.
Para contrarrestar la pérdida de potencia exterior, “las centrales disponen de generadores diésel de emergencia capaces de funcionar de manera autónoma durante varios días”, de modo que esta amenaza no debería suponer un riesgo para las centrales.
Además, “después del accidente nuclear de Fukushima en 2011 se implantaron medidas adicionales para hacer frente a pérdida total de corriente alterna”, es decir, “no solo del suministro eléctrico exterior, también del procedente de los generadores diésel” que podrían mantener activos los sistemas de refrigeración, según Fernández.
Sin embargo, un análisis de la organización ecologista Greenpeace alerta de que “cuando falla la red eléctrica y el reactor se encuentra en un apagón de central, hay generadores diésel y baterías de respaldo, pero no se puede garantizar su confiabilidad durante un período de tiempo más prolongado. Hay problemas en curso sin resolver con los generadores diésel de emergencia de Zaporiyia, que tienen un stock de combustible estimado en el sitio solo para siete días”.
“Potencialmente mucho peor que Fukushima”
Greenpeace señala que “según datos oficiales de 2017, en Zaporiyia había 2.204 toneladas de combustible nuclear gastado de alto nivel, 855 de las cuales estaban en piscinas de combustible gastado altamente vulnerables. Sin enfriamiento activo, corren el riesgo de sobrecalentarse y evaporarse hasta un punto en el que el revestimiento metálico del combustible podría incendiarse y liberar la mayor parte del inventario radiactivo”.
Podría hacer que una gran parte de Europa, incluida Rusia, fuera inhabitable durante muchas décadas y en una distancia de cientos de kilómetros, un escenario de pesadilla y potencialmente mucho peor que el desastre de Fukushima de 2011
Además, “si la contención fuera destruida por explosiones y el sistema de enfriamiento fallara, la radiactividad tanto del reactor como de la piscina de combustible podría escapar libremente a la atmósfera. Esto supondría el riesgo de hacer que toda la planta resultara inaccesible debido a los altos niveles de radiación, lo que luego podría conducir a una cascada adicional de los otros reactores y piscinas de combustible, cada uno de los cuales esparciría grandes cantidades de radiactividad en diferentes direcciones del viento durante varias semanas. Podría hacer que una gran parte de Europa, incluida Rusia, fuera inhabitable durante al menos muchas décadas y en una distancia de cientos de kilómetros, un escenario de pesadilla y potencialmente mucho peor que el desastre de Fukushima de 2011”, advierten los ecologistas, activamente contrarios a la energía nuclear.
James Acton, codirector del programa de política nuclear del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, explicaba en Twitter que las centrales nucleares tienen mecanismos de seguridad en “capas”, por lo que es difícil que todas ellas fallen. Sin embargo, la situación en una zona de guerra es impredecible y “lo inimaginable se vuelve completamente concebible”.