“Esto es todo lo que hago, cortar el pelo y ver las noticias”, dice Mahmoud Abu Latifa después de hacer un corte tipo tazón en el brillante pelo negro de su sobrino. Como banda sonora tiene las noticias de la televisión por cable hablando de los bombardeos en Gaza. “Me pone enfermo, quiero librarme de esta guerra terrible”, dice.
Un día antes, Mahmoud fue a otro pueblo a por pan. Tuvo que pasar cerca del puesto de control de Qalandia, una fortaleza de torres de vigilancia y muros de hormigón chamuscados y cubiertos por pintadas y murales de celebridades de la política palestina. “Me doy cuenta de lo estúpido que fue pasar por allí, pueden dispararte fácilmente y no les importa”, dice sobre los militares israelíes en el puesto de control. “Quieren venganza. Es como si dijeran 'o morimos nosotros o mueren ustedes'”.
Tras el brutal ataque de Hamas, en el que murieron más de 1.300 israelíes y unos 200 fueron llevados a Gaza como rehenes, las fuerzas israelíes también han respondido con una dura represión en toda Cisjordania. Las carreteras están vacías y los puestos de control cerrados, los residentes de la capital, Ramala, temen un aumento de la violencia de las fuerzas militares y de seguridad de Israel, así como de algunos de los 700.000 colonos israelíes que se estima que hay repartidos en toda esta región.
De acuerdo con los datos del Ministerio de Sanidad palestino y la agencia de noticias Wafa, desde el ataque de Hamas del 7 de octubre han muerto en Cisjordania 80 personas, incluidos niños, y más de 1.300 resultaron heridas. Según algunas ONG, entre los fallecidos hay menores que recibieron disparos en la cabeza, el pecho o el abdomen con balas de verdad. Además, Israel detuvo a centenares de palestinos sospechosos de tener vínculos con o simpatía hacia Hamas –incluido el portavoz del movimiento islamista en Cisjordania y miembro del Parlamento palestino, Hassan Yousef.
Este jueves, las autoridades palestinas informaban a última hora del día de al menos 12 muertos y decenas de heridos por una operación militar israelí con un dron en el campo de refugiados de Nur Shams, en el noroeste de Cisjordania ocupada, en el marco de una redada que duró hasta la madrugada del viernes. El saldo de fallecidos tras la retirada de las tropas israelíes es de 13 palestinos, incluidos cinco menores, según el Ministerio de Sanidad. Otros tres menores fallecieron desde el miércoles por disparos de las fuerzas israelíes.
El Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, por su parte, ha publicado en su cuenta de X (antes Twitter) un breve comunicado en el que pide a sus nacionales “salir de Cisjordania ahora” a causa de la elevada tensión desde el comienzo de la guerra entre Hamás e Israel.
Ataques de colonos
Dos vídeos grabados la semana pasada muestran la violencia letal de algunos colonos israelíes. La organización israelí de derechos humanos B'Tselem difundió las imágenes de un colono en el pueblo de Al Tuwani (al sur de Hebrón) empujando a un palestino, antes de dispararle a quemarropa en el momento en que el hombre cae de rodillas. En el vídeo se ve que cerca del lugar hay un soldado de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Grabado un día antes, otro vídeo muestra a colonos israelíes armados atacando la aldea de Qusra, al sur de Nablus. “Cinco colonos entraron a la aldea desde el sureste, al menos uno de ellos tenía un arma”, dice Abdul Azim Al Wadi, líder del Consejo local. “Fueron a la casa de Awad Odeh, que ya había sido asesinado por colonos en 2014; dispararon a su hijo Awad, que quedó gravemente herido, y a su hija de ocho años, que resultó herida en el hombro”, añade. “Tiraban a matar, apuntando a la cabeza; los aldeanos salieron y también llegaron los soldados israelíes; disparaban contra los aldeanos”, dice. En total, cuatro personas murieron en el ataque.
Un día después, los colonos también cargaron contra el cortejo fúnebre de la aldea de Qusra. “Mataron a mi hermano y a mi sobrino”, dice Al Wadi. “Ellos estaban despejando la carretera para que el cortejo fúnebre pudiera pasar y, tanto los colonos como los soldados, los atacaron, disparando a sangre fría contra mi hermano Ibrahim Al Wadi y contra su hijo Ahmed. Ahora estoy en su funeral”, dice con la voz quebrada por el dolor.
Israel ocupa Cisjordania desde que en 1967 tomó la zona. En ella ha aplicado un sistema de control con el que los asentamientos y los cientos de miles de colonos israelíes pueden acceder al agua y ampliar sus viviendas, así como trasladarse de manera rápida y fluida hacia territorio israelí.
Pero los palestinos y beduinos de Cisjordania han soportado durante décadas una realidad completamente diferente, con puestos de control abarrotados, dificultades para el transporte y poca libertad de movimiento. Múltiples organizaciones de derechos humanos, como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y B'Tselem, han calificado este sistema discriminatorio como un régimen de “apartheid”.
Sentado entre montones de tuberías y latas de pintura de su ferretería, Abu Mahmoud toma café mientras da pitadas a su cigarrillo y se queja de los soldados israelíes que a primera hora de la mañana asaltaron el campo de refugiados de Qalandia. “Esta vez las cosas son realmente duras, son días difíciles”, dice. “El gas lacrimógeno se podía oler aquí en la calle”.
La carretera que lleva al cercano puesto de control de Qalandia está cubierta de hollín negro acre por los neumáticos quemados durante los enfrentamientos con los soldados israelíes de ese puesto, ahora cerrado y sin nadie. Hace unos días, los soldados respondieron con municiones de verdad a un ataque con piedras y cócteles molotov contra el puesto de control. Dos menores resultaron heridos de bala.
“Están cerrados todos los puestos de control, así que ningún trabajador puede ir a trabajar; está todo el mundo en casa viendo las noticias; se ha detenido todo, la economía se está resintiendo”, lamenta Abu Mahmoud. “Qalandia es una vía para miles de personas que van a trabajar y ahora está cerrada, ¿qué podemos hacer? Está afectando a su situación económica, ¿cómo pueden mantenerse? Hebrón, Nablús... Todas las ciudades de Cisjordania están solas, aisladas unas de otras”, añade.
Protestas contra Israel y la Autoridad Palestina
En esas ciudades cisjordanas, este miércoles miles de personas salieron a las calles en protesta por la matanza de cientos de gazatíes, en un ataque contra un hospital que los palestinos atribuyen a Israel y del que Israel responsabiliza a milicianos palestinos de la propia franja. En Hebrón, las fuerzas israelíes reprimieron la manifestación con violencia, según la agencia de noticias palestina Wafa. También informaron que un grupo de colonos abrió fuego contra agricultores palestinos que estaban recolectando aceitunas, en una aldea al noroeste de Nablus.
Además, los comercios en Cisjordania y en Jerusalén Este (anexionado por Israel) permanecen cerrados por una huelga general convocada también en repulsa a la ofensiva de Israel contra Gaza.
El viernes pasado también hubo protestas en Cisjordania y se registraron ataques de colonos y enfrentamientos armados entre fuerzas israelíes y palestinos en varias localidades y en las carreteras que llevan a los puestos de control. Al menos 14 personas murieron en poco más de 24 horas.
Pero la rabia de los habitantes de Cisjordania no se dirige sólo contra los ocupantes, sino que en las manifestaciones ha habido gritos en contra del liderazgo caduco e inmóvil de la Autoridad Palestina, encabezada por Mahmud Abás, que tiene 87 años y lleva en el poder casi dos décadas, retrasando en múltiples ocasiones las elecciones programadas.
El Ejército israelí protege a los colonos; pero la Autoridad Palestina también, no a nosotros
“Si los colonos atacan Ramala, el primero que los protege será la Autoridad Palestina”, dice Ramez Abu Jaber, que tiene 24 años y vive en el campo de refugiados de Qaddura. “El Ejército israelí protege a los colonos; pero la Autoridad Palestina también, no a nosotros”, añade, mientras prepara zumos de aguacate en su tienda de Ramala, cerca de la plaza Al Manara. “Si la Autoridad Palestina no puede hacerse cargo de sus obligaciones, debería irse y dejar que la gente haga su trabajo; nosotros podemos encargarnos”.
Mientras una mayoría murmura o expresa en voz alta su frustración por la falta de liderazgo político, lo que se escucha en Cisjordania es una historia de brutalidad en aumento, con algunos buscando armas de manera frenética o recurriendo a la violencia. El temor es que no haya otra opción frente a la creciente y cada vez más letal presión que ejercen los colonos y las fuerzas de seguridad israelíes.
Los medios israelíes, por su parte, informaron la semana pasada de una orden dada por el político de extrema derecha y actual ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, de repartir 10.000 fusiles de asalto en los asentamientos de Cisjordania, así como en todas las ciudades con población israelí y palestina. Varios miles de esos fusiles fueron distribuidos de manera inmediata.
Ola Sherif, farmacéutica, hace un alto en su trabajo y se apoya sobre un coche cerca del mercado de verduras de Ramala, desde donde se escucha el regateo de clientes y vendedores. Ola dice que la gente de toda Cisjordania, y también muchos de sus clientes, ha empezado a hacer acopio de medicinas por temor a un bloqueo sostenido y al posible estallido de los enfrentamientos. Por no hablar del efecto que tendría una brusca ralentización de la entrada de mercancías desde Israel. Muchos, ella también, se quejan por el aumento del precio de los alimentos, especialmente de los productos frescos.
“Nunca había visto nada igual, la gente ha entrado en pánico porque tiene miedo de que se agoten las medicinas, así que están comprando al por mayor”, dice. “Algunos medicamentos están bloqueados en el puerto; mientras tanto, yo no tengo Nexium [para afecciones estomacales y del esófago], ni leche de fórmula para bebés, no tengo nada”.
“Tememos que se produzca una escasez grave, la gente va al supermercado a comprar de todo; entras y ves que no hay pan, no encontramos harina”, añade. El colegio de su hijo, explica, ha pasado a dar clases por Internet porque teme el paso de los autobuses escolares por una red de carreteras en cuyas proximidades hay instalaciones militares israelíes y asentamientos de colonos. “Por supuesto que la gente tiene miedo”.
Texto traducido por Francisco de Zárate y actualizado por elDiario.es