“La gente se nos muere en menos de una semana”: la segunda ola de COVID-19 encontró a la Argentina con la guardia baja

Uki Goñi

Buenos Aires, Argentina —

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Es la una de la mañana, y la doctora Vanina Edul no consigue recordar los nombres de todos los pacientes de Covid que se le murieron en la sala de terapia intensiva donde ella trabaja.

Esta médica de 47 años todavía tiene bien presente el primer paciente que el año pasado vio morir de Covid. “Tenía 60 años y nos sorprendió porque para esa época era joven. Pensábamos que solo morían los ancianos. Qué equivocados estábamos”, recuerda.

El virus con las nuevas variantes brasileña y británica está circulando ampliamente en la  Argentina. Los pacientes que ingresan ahora en el Hospital General de Agudos, Dr. Juan A. Fernández, que es una institución de salud pública ubicada en la capital del país, Buenos Aires, que es también Ciudad Autónoma (CABA) se están muriendo cada vez más rápido y más jóvenes. Una víctima reciente tenía solo 42 años cuando falleció.

“La gente se nos muere en menos de una semana. Pacientes jóvenes que no responden al tratamiento. Vos les administrás oxígeno, hacés todos los mecanismos indicados, los ponés boca abajo, boca arriba, pero no funciona. Después tenés otros pacientes con un nivel de oxigenación no tan malo, pero se te mueren igual”, dice Edul.

Una segunda y devastadora ola de casos de Covid agarró a la Argentina con la guardia baja, con restricciones y controles muy relajados y una tasa baja de vacunación. El número de casos, de un total diario aproximado de 5.000 a principios de marzo aumentó hasta alcanzar el récord de 35.000 esta semana, mientras que las muertes aumentaron de 112 a principios de marzo a un récord de 744 el martes. El miércoles, los contagios diarios habían alcanzado  un nuevo récord, poco menos de 40.000 casos, mientras que las muertes se redujeron a 494.

En números absolutos, estas cifras ubican a la Argentina en el tercer puesto en el ránking de los países con más casos diarios de infección, después de la India y de Brasil, y en el cuarto lugar en el ránking de muertes de Covid por día, después de India, Brasil y EEUU.

Pero Argentina está en el primer lugar indiscutido, arriba de todo en el podio, si calculamos las muertes en relación a la población. El martes, registró 16,46 muertes por Covid por cada millón de habitantes, superando con creces a su gigantesco vecino, Brasil, que sólo tuvo 11,82 muertes por cada millón.

“Con estos últimos números, podemos esperar una catástrofe total en 10 días”, dice Edul. “Treinta y cinco mil casos nuevos el martes significa que en 10 días van a ingresar 1.500 pacientes en terapia intensiva, y no sé dónde los vamos a poner”.

Las Unidades de Terapia Intensiva (UTI) ya están al límite en todo el territorio de la Argentina. Más del 90% de las camas de terapia intensiva ya están ocupadas en las principales provincias del país:  Buenos Aires, Córdoba, Neuquén y CABA, según un censo realizado la semana pasada por la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI). 

“Argentina se encuentra en una situación de colapso sanitario. Nuestros hospitales están desbordados y el eslabón débil de la cadena son las guardias de terapia intensiva, que no cuentan con suficientes recursos tecnológicos y humanos, insumos o medicinas”, informa Arnaldo Dubin, jefe de terapia intensiva en el sanatorio privado Otamendi, en la CABA.

“Lo que nos dio la pauta de este colapso fue el aumento abrupto de la mortalidad: algunas regiones están reportando una tasa de mortalidad del 75% en las salas de terapia intensiva”, agregó.  

Los pacientes argentinos de Covid se están desbordando en guardias de terapia intensiva improvisadas, instaladas en salas de pediatría o cardiología y, a veces, incluso en los pasillos de los hospitales.

A pesar de las cifras espantosas, pocos argentinos parecen tener clara consciencia de la gravedad de la pandemia, aseguró Edul: muchas personas ignoran las restricciones, asisten a fiestas clandestinas o se niegan a ponerse el barbijo. “Estamos siendo testigos del fracaso de una sociedad necia y obstinada, una sociedad deshumanizada, en privilegiamos nuestros intereses sin que el prójimo nos interese en lo más mínimo”, resume.

Y la situación se ha visto agravada por la politización de la pandemia. Las elecciones legislativas serán en octubre y los aspirantes a la presidencia para las elecciones generales de 2023 ya están compitiendo por la nominación.

Juntos por el Cambio, la coalición opositora de centro derecha, ha luchado con uñas y dientes contra las restricciones que la administración peronista progresista del presidente Alberto Fernández ha tratado de imponer, alegando que las medidas sanitarias de aislamiento y confinamiento significaron una restricción indebida de las libertades personales.

“No le estoy quitando la libertad a nadie”, declaró el martes el presidente argentino. “Estoy aplicando los recursos que recomienda la ciencia”.

En las últimas semanas, la oposición se enfrentó a la administración Fernández y llegó hasta la Corte Suprema para revocar un decreto presidencial que cerraba las escuelas como parte de un paquete de restricciones para combatir la segunda ola, argumentando que el contagio en las aulas es insignificante. El tribunal permitió que las escuelas de la CABA siguieran abiertas para el dictado de clases presenciales.

El jefe de gobierno de la CABA, Horacio Rodríguez Larreta, quien aspira a ser el candidato presidencial de Juntos por el Cambio para 2023, luchó de manera particularmente dura contra el cierre de escuelas. La suya es una competencia con otros presidenciables dentro de su espacio, como la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich, que son aún más críticos con la actual administración peronista.

“Hay una actitud de: ‘La gente se va a morir, pero yo tengo derecho a seguir con mi vida igual que antes’”, dice Edul. “Entiendo a las personas que necesitan ir a trabajar en medio de esta tremenda crisis económica, pero el descontento social de una gran parte de la población es simplemente enojo contra las restricciones en su vida diaria. Los políticos se están aprovechando de eso, confundiendo a la gente con información errónea”.

Numerosos profesionales médicos -como Dubin y Edul- deseaban que el gobierno nacional presionara más para lograr controles aún más estrictos. “Las restricciones impuestas por el gobierno nacional son insuficientes y, en cualquier caso, no se están respetando plenamente”, dice Dubin.

La alarmante escalada de la segunda ola en Argentina ya está pasando factura a los médicos de primera línea del país.

“Los médicos de terapia intensiva en Argentina han entrado en un punto de fatiga terminal”, afirma Dubin.

Edul dice: “Algunos de mis colegas han muerto de Covid, otros sufren depresión o han intentado suicidarse. Muchos de los que trabajaban en tres hospitales diferentes han dejado uno debido al estrés”.

Ese agotamiento de los profesionales a su vez introduce un coeficiente de multiplicación en la alta tasa de mortalidad. “No importa cuántas camas adicionales pongan en las salas, lo que tenemos es un colapso del sistema porque no hay suficientes médicos”, aseguró Edul.

La propia Edul fue víctima del virus en junio pasado. “Sentí un dolor de garganta en el trabajo y decidí aislarme cuando llegué a casa”, dice. Sin embargo, fue recibida con abrazos por su marido y su hija de tres años antes de que ella pudiera advertirles. Ambos también contrajeron el virus, y felizmente ya se recuperaron.

La vacunación avanza lentamente. Sólo el 18% de los argentinos ha recibido al menos una dosis hasta ahora, principalmente de la rusa Sputnik-V y de la china Sinopharm. AstraZeneca ha prometido administrar 4 millones de dosis antes de fines de mayo.

El panorama para Argentina parece sombrío. “Si se mantienen las restricciones y la gente se vacuna progresivamente, hay motivos para la esperanza”, dice Edul. “Pero me pregunto si el gobierno podrá mantener las restricciones debido a la resistencia social y política”. 

Traducción del inglés de Alfredo Grieco y Bavio