Dos días antes de la invasión rusa, la viceprimera ministra ucraniana, Iryna Vereshchuk, recibió una llamada del embajador británico en Ucrania, que le transmitió un mensaje simple: abandone Kiev inmediatamente.
La llamada, según recuerda Vereshchuk, fue una de las numerosas advertencias a altos cargos del Gobierno, en un contexto en el que Occidente esperaba que el Ejército ruso se hiciera rápidamente con el control de Kiev y tratara de instalar un gobierno títere.
“Los estadounidenses y los británicos nos advirtieron de que en una situación de estas características el enemigo elabora una lista de objetivos para asesinar, y que el principal es el presidente y su familia, y luego los miembros del Gobierno”, dice Vereshchuk. “Nos dijeron: 'Os buscarán, os perseguirán y os matarán'. Y yo dije: '¿Qué, van a matar a una viceprimera ministra en directo por televisión? De acuerdo, no hay problema, nos quedaremos aquí y dejaremos que todo el mundo lo vea'”.
El primero que tomó la decisión de permanecer en Kiev fue el presidente del país, Volodímir Zelenski. El segundo día de la guerra dijo por teléfono a los líderes europeos: “Esta puede ser la última vez que me veáis con vida”. Les explicó que había sido informado de que estaba en una lista de objetivos rusos. Según el Washington Post, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se ofreció a brindarle apoyo para una evacuación, y Zelenski la rechazó, diciendo que “necesitaba armamento, no un viaje”.
En las primeras semanas de la guerra, los medios de comunicación estatales rusos promovieron una serie de teorías conspirativas sobre la ubicación de Zelenski. Llegaron a afirmar que los vídeos en los que aparecía en Kiev eran falsos y que, en realidad, el dirigente ucraniano había huido inmediatamente tras la invasión rusa.
Sin embargo, estos rumores se han ido desvaneciendo a medida que se han ido acumulando pruebas de que el presidente ha permanecido en la capital, y los discursos que difunde por las redes sociales se han convertido en fuente de inspiración para muchos ucranianos.
Vereshchuk sostiene que la decisión de Zelenski de permanecer en el país mandó una de las primeras señales de que Ucrania no estaba dispuesta a rendirse tras aceptar como inevitable que Vladímir Putin pudiera hacerse con el control del país, y ayudó, a su juicio, a sentar las bases de la respuesta de la población ucraniana que ha hecho que Rusia desista, al menos de momento, su presión sobre Kiev.
“El Kremlin realmente esperaba que estuviéramos desorientados y huyéramos... Pero la decisión del presidente de permanecer en Kiev fue uno de los primeros pasos que ayudó a controlar la situación. ¿Se imaginan la reacción de la población al saber que el presidente y su equipo, y el Gobierno, optan por huir? Por supuesto, algo así habría desmoralizado a todo el mundo”, dice Vereshchuk.
Huir o quedarse
Para otros dirigentes de las zonas ocupadas, seguir el ejemplo de Zelenski ha sido duro. Alcaldes y otras autoridades que permanecieron en sus puestos lo han pagado en algunos casos con sus vidas. Otros optaron por huir. En otras ocasiones, algunos alcaldes optaron por colaborar con los rusos, y podrían enfrentarse a cargos de traición si Ucrania recupera el control de sus ciudades.
La alcaldesa de la localidad de Motyzhyn, Olga Sukhenko, decidió quedarse. Fue detenida por soldados rusos el 23 de marzo junto con su marido y su hijo. Según las autoridades ucranianas, fueron fusilados y enterrados en una fosa.
En muchas de las ciudades ocupadas, hay testimonios sobre soldados rusos que van de puerta en puerta buscando a personas con vínculos con el Gobierno ucraniano. Igor Kostovarov, alcalde de las aldeas de Staryi y Novyi Bykiv, dos localidades al este de Kiev, dice que decidió huir cuando Sukhenko fue detenida.
“Recibimos información de nuestros servicios de seguridad de que los rusos estaban enviando escuadrones del FSB (Servicio Federal de Seguridad) para localizar y ejecutar a autoridades locales. Permanecí en mi pueblo las tres primeras semanas, pero después de recibir esta información, me fui”, dice.
Kostovarov explica que muchos habitantes reaccionaron con ira a su decisión, lo que dificultó su regreso cuando las dos aldeas fueron liberadas. Muchas autoridades locales de otros lugares que tomaron la decisión de huir también han sido objeto de críticas.
Dmitro Zhyvytskyy, gobernador de Sumy, una región fronteriza con Rusia y parcialmente ocupada por el Ejército ruso al principio de la guerra, ha afirmado que el hecho de que los alcaldes se queden o huyan repercute en la capacidad de defensa de las localidades.
“Krasnopillia cayó porque el alcalde huyó, y Trostianets cayó porque el alcalde huyó. No quedó nadie para organizar la defensa”, dice en referencia a dos ciudades de la región de Sumy que los rusos ocuparon durante un mes.
Yuriy Bova, el alcalde de Trostianets, sostiene que no tuvo alternativa. Alega que tuvo que abandonar la ciudad porque no había unidades del Ejército ucraniano para defenderla. Afirma que solo contaba con unos pocos rifles para defenderse de la columna de tanques rusos que avanzó sobre la ciudad el primer día de la invasión.
“Si me hubiera quedado, ahora probablemente no estaría vivo y sentado ante usted”, dice Bova. “En cambio, tomamos la decisión de convertirnos en partisanos”. Bova y un grupo de confidentes se trasladaron a pueblos de las afueras de la ciudad, se coordinaron con los residentes que se habían quedado y enviaron las coordenadas de las posiciones militares rusas por teléfono, según cuenta.
A Zhyvytskyy, el gobernador regional, la versión de Bova no le convence y señala que le genera grandes dudas. “Vas a Trostianets y todo el mundo ha envejecido 15 años en dos semanas, mientras que este tipo se pasea por el lugar con aspecto descansado”.
“No hay una única respuesta”
En Melitópol, una de las ciudades del sur de Ucrania ocupadas por las tropas rusas al inicio de la invasión sin grandes batallas, el alcalde, Ivan Fedorov, permaneció en su puesto, pero se negó a cooperar con los militares rusos. Finalmente, lo sacaron de su oficina temporal con una bolsa en la cabeza, fue retenido durante seis días e interrogado por los servicios de seguridad rusos, antes de ser liberado como parte de un intercambio de prisioneros.
“Si hubiéramos abandonado la ciudad inmediatamente, habríamos hecho un regalo a los rusos, que podrían decir: 'Vuestras autoridades han huido, nosotros somos las nuevas autoridades”, dice.
En su opinión, ahora nadie puede poner en duda el hecho de que los rusos solo se pueden imponer por la fuerza. A pesar de sus palabras, afirma sentir cierta comprensión hacia aquellos alcaldes o altos cargos que han tomado una decisión diferente.
“Durante la ocupación lo más importante es salvar la vida, y las personas que más peligro corren son los responsables de la ciudad. Si la ciudad está ocupada, ¿qué debe hacer el alcalde? ¿Qué debe hacer el equipo? No hay una única respuesta o un algoritmo. Nadie nos daba órdenes. Cada uno actuó como creyó conveniente”.
Traducción de Emma Reverter.