Por qué el peligroso manifiesto anti-tecnología de 'Unabomber' está de moda

Michael Safi

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La bomba estaba camuflada bajo una maraña de tablones de madera y clavos salientes. Cuando Gary Wright se topó con ella en el aparcamiento detrás de su tienda de informática, no se le ocurrió apartarla de su camino. “Puse el pulgar y el dedo corazón en un extremo y la moví”, recuerda. Tuvo suerte. Si hubiera agarrado la parte superior, dice, se habría “quedado sin mano”.

La explosión que siguió dejó su cuerpo tachonado con más de 200 trozos de metralla, algunos de ellos de material orgánico que no aparecía en las radiografías y no podían ser extirpados quirúrgicamente. Años después, cuando se afeitaba o se lavaba la cara, “agarraba algo que parecía un pelo de bigote, pero si usaba unas pinzas, veía que era como un trozo de madera de media pulgada incrustado ahí”.

Aquella mañana de febrero de 1987, Wright se convirtió en la última víctima del “Unabomber”, el terrorista que nueve años más tarde sería desenmascarado como Ted Kaczynski, un prodigio de las matemáticas cuya serie de atentados durante 17 años —dirigidos contra universidades, aerolíneas y otros lugares que él vinculaba, aunque vagamente, con el progreso tecnológico— terminó con la vida de tres personas e hirió a casi dos docenas más. Kaczynski se suicidó a los 81 años en una celda de una prisión de Carolina del Norte el 10 de junio.

Durante años, Wright se preguntó qué motivó al terrorista. En 1995, recibió una respuesta: un manifiesto de 35.000 palabras que Kaczynski que mandó al New York Times y al Washington Post para que lo publicaran presionando con la promesa de que dejaría de matar si lo hacían.

Bajo el título “La sociedad industrial y su futuro”, el ensayo exponía la visión pesadillesca que Kaczynski tenía de la humanidad y la relación cada vez más estrecha con la tecnología que prometía comodidad y conveniencia, pero nos dejaba debilitados y alienados. “Conseguí una copia”, dice Wright. “Y pensé: Ok, esto no es lo que suelo leer. Le echaba un vistazo de vez en cuando”.

Entre los que también leyeron el manifiesto estaba el hermano del terrorista, David, que reconoció el estilo obsesivo y se puso en contacto con el FBI, lo que condujo a la detención de Kaczynski.

Sin embargo, con el pasar de los años, pasó algo inesperado. Wright empezó a tener dudas sobre la expansión de la tecnología. Y sintió cada vez más curiosidad por las ideas de Kaczynski.

“Puedo mirar [el manifiesto] y ver mucho valor en decir que tenemos problemas de salud mental por culpa de las redes sociales, los videojuegos, o lo que sea. En cierto modo advirtió contra eso. También hablaba del valor de estar en la naturaleza, algo en lo que creo al mil por cien”, dice Wright, que ahora trabaja como emprendedor y “entrenador de vida”. “Creo que, si podemos dejar de lado la cuestión de los asesinatos…, y decir que era un chico inteligente, acosado, sin amigos, que podía ver algo que los demás no podían, podemos preguntarnos ‘¿Qué valor tiene esto?’”

Una “derecha Unabomber”

El planteamiento de Wright apunta al que quizá sea uno de los giros más desconcertantes y duraderos de la historia de Kaczynski. Casi 30 años después de su publicación como encarte de ocho páginas en el Washington Post, el manifiesto es el libro más vendido de Amazon en la categoría de pensamiento político radical. Otro libro que reúne sus ensayos figura entre los libros de filosofía política más vendidos de la tienda online.

En TikTok y otras plataformas abundan los videos que intercalan citas del manifiesto con imágenes de catástrofes industriales y contaminación, o con los logotipos y directores ejecutivos de gigantes tecnológicos. Algunos usuarios hablan con sorna del “tío Ted”, o de ser “Ted-pilled”, en referencia a la píldora roja ingerida por el protagonista de la película Matrix (1999) que inicia su viaje hacia la comprensión de la verdadera naturaleza de la realidad. El escritor conservador Sohrab Ahmari escribió esta semana sobre el inquietante crecimiento de una “derecha Unabomber” (en 2021, Tucker Carlson calificó a Kaczynski de “mala persona, pero analista inteligente”).

Tras anunciarse la muerte del terrorista, el empresario Elon Musk tuiteó que Kaczynski “podría no haberse equivocado” en su diagnóstico de que la tecnología había sido un desastre para la humanidad. De este modo, Musk se sumó a la lista de figuras de Silicon Valley que elogiaron la claridad de los razonamientos del terrorista (al tiempo que condenaban sus actos violentos).

Según Sean Fleming, investigador de la Universidad de Nottingham que está escribiendo el primer libro sobre la ideología del Unabomber, este intenso interés por las ideas de Kaczynski no es nuevo. Fleming pasó años examinando archivos llenos de sus diarios, cartas, borradores, correspondencia en prisión e “incluso sus listas de la compra y de materiales para fabricar bombas”.

Cuando los periódicos se plantearon si publicar o no el manifiesto, algunos miembros del FBI llegaron a la conclusión de que el texto resultaría demasiado denso y raro como para que tuviera mucha acogida entre el público. Un columnista bromeó llamándolo “el rollo del Unabomber”. No calcularon bien lo que pasaría.

“El manifiesto tuvo mucho más tirón popular de lo que el FBI esperaba”, dice Fleming. “Se agotó en los quioscos en cuestión de días. La gente llamaba frenéticamente al Washington Post preguntando dónde podían conseguir un ejemplar. Más tarde, editoriales pequeñas, como las anarquistas, empezaron a publicar ediciones de bolsillo y en panfleto”.

“Y lo que era más sorprendente que la cantidad de manifiestos circulando era la calidad de la cobertura sobre él”, dice Fleming. “Los columnistas publicaban comparaciones y debates entre Kaczynski y algunas de sus víctimas. Presentaban las ideas de este terrorista junto a las de un profesor de la Ivy League al que le había enviado una bomba, y discutían sobre quién tenía una visión más convincente de la sociedad tecnológica”.

Crece el interés por Kaczynski

En la última década, la fascinación por Kaczynski y el manifiesto volvió a crecer. Su historia fue material para un largometraje (Ted K, estrenado en 2021), un documental de Netflix, un drama de Discovery Channel, y un podcast documental de Apple.

En un mundo en el que tan pocos sienten que tienen control sobre sus circunstancias, saturado de redes sociales y que se precipita hacia la era de la Inteligencia Artificial —esté o no preparado para ella—, no debería sorprender que haya crecido el interés por un crítico tecnológico tan infame.

“Creo que [sus ideas] resuenan porque parecen responder a algunos de los problemas cruciales de nuestro tiempo”, dice Fleming. “Kaczynski habla de depresión, ansiedad, inteligencia artificial, calentamiento global, de tantas cosas, que muchas de sus preocupaciones parecen premonitorias en retrospectiva”.

A James R. Fitzgerald, analista del FBI, le asignaron el caso Unabomber en 1995, justo cuando el manifiesto salió a la luz, y recuerda cuando lo leyó por primera vez. “Ante muchas de sus ideas no pude evitar decir: ‘Sí, claro’. Quizá las grandes empresas sean demasiado grandes a veces, y quizá los grandes gobiernos no deberían dejar libre curso sobre estos asuntos. Y esto fue antes de que las redes sociales se masificaran”, recuerda. “Pero la otra parte de mi cerebro decía: ‘Mira, es un asesino. Es un asesino en serie, tenemos que sacarlo de las calles’”.

Fleming sostiene que gran parte de la acogida de las ideas de Kaczynski es interesada y selectiva. “Casi nadie que se inspire en las ideas del Unabomber acepta el paquete completo. Así que personas diferentes con motivaciones diferentes eligen ideas diferentes y las toman para sí”.

Si Kaczynski hizo argumentos válidos, dice Fleming, es porque los tomó de otros, como el sociólogo francés Jacques Ellul, cuyo texto de 1954, La sociedad tecnológica, electrizó al terrorista cuando era joven. Según Fleming, “pocos de los argumentos de Kaczynski son realmente originales. Tomó prestadas la mayoría de sus ideas de autores académicos bastante populares que jamás habrían apoyado su violencia”.

“No creo que debamos leer a Kaczynski como un teórico o filósofo e intentar separar sus ideas de su violencia. Se autodenomina terrorista y revolucionario, y así es como yo lo leo”, explica Fleming. Esta distinción no pasa desapercibida para todos. En sus últimos años, sus cartas desde la cárcel y otros escritos indican que Kaczynski había empezado a atraer a seguidores acérrimos. “Está claro que en torno a 2010 se produce un punto de inflexión y empieza a tener seguidores realmente devotos”.

Radicalismo antitecnológico

De acuerdo con el investigador, a lo largo de la última década se produjo un aumento del radicalismo antitecnológico, y gran parte guarda un claro vínculo ideológico con el manifiesto. Anarquistas europeos intentaron volar una instalación de nanotecnología de IBM en Suiza, dispararon a un ejecutivo de energía nuclear en Génova en 2012 y el pasado agosto enviaron por correo una bomba al jefe de un fabricante de armas italiano.

Un grupo de “ecoextremistas” mexicanos conocidos como ITS, cuyos comunicados elogian profusamente a Kaczynski, llevan atentando contra científicos desde 2011. El hermano de una de las víctimas escribió un artículo en la revista Nature instando a los investigadores a “tomarse en serio la amenaza”. Un supuesto miembro del grupo fue encarcelado el año pasado tras intentar detonar una bomba en Edimburgo.

La publicación del manifiesto condujo a la captura de Kaczynski, pero difundió sus ideas. ¿Fue un error? “Mantengo que fue lo correcto”, dice Fitzgerald, que fue una de las principales voces dentro del FBI en abogar por la publicación. “Si Kaczynski nunca hubiese redactado un escrito y sólo se hubiera limitado a enviar sus bombas a la gente, muy probablemente seguiría libre”.

“Siempre insisto en que, cuando no hay un sospechoso identificado en un caso en el que se cuenta con textos, se deben publicar. Con suerte, alguien los reconocerá y, si hay suficientes textos, también ayudarán a explicar por qué están matando gente”, explica Fitzgerald.

A lo largo de los años, conversando con periodistas y simpatizantes desde su celda, Kaczynski aseguraba sentir que su sacrificio había merecido la pena. “En sus primeros escritos… intentaba organizar un grupo de presión antitecnológico, antes de dar el giro violento”, dice Fleming. “En [una entrevista de] 1999, parece algo satisfecho al ver que sus esfuerzos estaban dando fruto. Y parecía que se sentía mucho mejor por lo que que estaba pasando en la década de 2020 que en décadas anteriores”.

Traducción de Julián Cnochaert.