Al intentar declarar la ley marcial, el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, trató de despertar fantasmas que el resto del país creía enterrados para siempre. La última vez que se declaró la ley marcial, en 1980, cientos de personas murieron a manos del dictador militar Chun Doo-hwan, que envió a los manifestantes a un campo de concentración para recibir “educación purificadora”.
En el curso de su meteórico ascenso al poder, de fiscal a presidente, Yoon indignó a gran parte del país al hacer comentarios elogiosos sobre Chun, afirmando hace tres años que mucha gente pensaba que el general lo había hecho bien en términos políticos, más allá de su golpe de Estado y el aplastamiento de las protestas.
Yoon, abogado y nuevo en política, se vio obligado a pedir disculpas y visitar, en Gwangju, el monumento en recuerdo de la mayor masacre de la era Chun, pero muchos de sus críticos se mostraron escépticos sobre la sinceridad de su retractación.
También les alarmó que Yoon ascendiera a altos cargos a miembros del Movimiento Nueva Derecha, que combina la defensa de la economía de libre mercado con una visión revisionista de la época colonial japonesa y sus anteriores periodos de dictadura.
La efímera declaración de la ley marcial por parte de Yoon parece haber sido una apuesta desesperada ante una popularidad por los suelos –con índices positivos que apenas superan el 10%–, en medio de una huelga de médicos y una firme oposición política, que incluye cada vez más a su propio partido, Poder Popular, cuyo líder, Han Dong-hoon, dijo que la medida era un “paso equivocado”.
Puede que Yoon pensara que su nostalgia por el autoritarismo calaría en al menos parte del espectro político surcoreano, pero la votación unánime en la Asamblea Nacional para revocar su declaración, incluso por parte de su propio partido, sugiere que calculó mal. En cuestión de horas, se vio obligado a dar marcha atrás, y la ley marcial se levantó formalmente tras una reunión del gabinete.
John Nilsson-Wright, director del programa sobre Japón y las Coreas de la Universidad de Cambridge, afirmó: “El hecho de que haya actuado de esta manera es una señal de que el gobierno está en una situación de crisis: no creo que refleje una fuerte nostalgia de la derecha por el estilo autoritario, creo que es un reflejo de la personalidad de Yoon. El impulso político ya se le estaba escapando al presidente, y quizá por eso decidió actuar así. Pero fue una decisión temeraria y profundamente equivocada”.
El jefe del Estado Mayor del ejército, general Park An-su, había llegado a declarar la prohibición de toda actividad política y la imposición del control militar a “todos los medios de comunicación y publicaciones”, pero esas declaraciones fueron totalmente ignoradas. La Asamblea Nacional estaba en ebullición, las calles llenas de manifestantes y los medios de comunicación de Corea del Sur seguían informando de los acontecimientos a medida que se desarrollaban.
No está claro si los pronunciamientos iniciales de Park se debieron a la mera incertidumbre sobre la legalidad constitucional de una situación sin precedentes o a un auténtico entusiasmo golpista. En su discurso nocturno, Yoon dijo que las tropas volverían a sus cuarteles, pero históricamente los ejércitos que han probado el poder político rara vez se curan del todo el gusanillo.
La invocación por Yoon de una amenaza extranjera, en forma de “fuerzas comunistas norcoreanas” y sus supuestos simpatizantes en el Sur, parece extremadamente endeble, pero conlleva el riesgo de convertirse en una profecía autocumplida.
En Pyongyang, Kim Jong-un está disfrutando de un resurgimiento, rescatado del aislamiento por la necesidad de ayuda militar de Vladímir Putin en Ucrania. Parece muy probable que intente aprovechar el momento de debilidad de Seúl. Cualquier movimiento agresivo del Norte podría proporcionar una justificación retrospectiva para Yoon y los militares.
“Para un presidente que se ha centrado tanto en la reputación internacional de Corea del Sur, esto hace que el país parezca muy inestable”, dijo a Reuters Mason Richey, profesor de la Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros de Seúl: “Esto tendrá un efecto negativo en los mercados financieros y de divisas y en el lugar diplomático de Corea del Sur en el mundo”.