Música y narcotráfico

Tijuana aprueba una ley que prohíbe los narcocorridos

Thomas Graham

México DF —

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Una canción típica de Peso Pluma, uno de los cantantes más populares de México, puede empezar con una guitarra y una trompeta, y sonar como la música que consume el público de mayor edad, pero enseguida llegan las letras que hablan de cargamentos de droga, pilas de dinero en efectivo y pistolas con incrustaciones de diamantes.

Peso Pluma ha producido algunos de los ejemplos recientes más notorios de narcocorridos, canciones que celebran las hazañas del narco mexicano y que son enormemente populares no sólo en su país, sino en toda Latinoamérica y Estados Unidos.

Una de ellas —un elogio a un soldado de infantería del cártel de Sinaloa— provocó probablemente las recientes amenazas de muerte que recibió en la ciudad fronteriza de Tijuana, lo que lo obligó a cancelar conciertos.

Las autoridades locales votaron a mediados de noviembre a favor de prohibir la interpretación de narcocorridos en la ciudad, en el último intento de censurar el género, a pesar de que los esfuerzos anteriores parecen, en todo caso, haber aumentado su popularidad.

Los corridos son originarios del norte de México, donde antaño narraban las vidas y sangrientas muertes de bandidos y revolucionarios. En las últimas décadas, sin embargo, se han centrado en los capos de la droga del país, con letras que describen negocios de narcotráfico y asesinatos brutales.

Algunas canciones famosas son homenajes a jefes del crimen organizado como Joaquín "El Chapo" Guzmán. En ocasiones, los traficantes pagan a los artistas para que escriban e interpreten canciones sobre ellos, presentándolos como forajidos heroicos.

Los políticos mexicanos llevan mucho tiempo intentando silenciar los corridos, cuyas letras, según los críticos, glorifican la violencia y el narcotráfico. Pero en algunos casos las canciones critican la realidad de la vida de los afectados por la “guerra contra el narcotráfico” militarizada, que comenzó en 2006 y ha disparado la violencia en México.

“Muchos narcocorridos son en realidad críticos con el statu quo y denuncian la connivencia de los políticos locales y nacionales con las empresas criminales, u ofrecen interpretaciones de la guerra que no coinciden con la narrativa dominante de la 'guerra contra las drogas'”, afirma Miguel Cabañas, que estudia las representaciones del narcotráfico en la cultura popular.

El gobierno de Tijuana aprobó una prohibición de los narcocorridos, alegando que quería reducir la violencia protegiendo a los niños y adolescentes de este tipo de música.

“Porque no importa cuántas armas secuestre o cuántas detenciones haga este municipio, lo más importante es cuidar la salud mental, que empieza por los ojos y los oídos”, dijo Montserrat Caballero Ramírez, la alcaldesa.

Las multas por incumplir la prohibición podrían ascender a unos USD 70.000 y se destinarán a programas de prevención y tratamiento de adicciones.

La alcaldesa añadió que la prohibición sólo se aplica a los narcocorridos y que los artistas son bienvenidos en Tijuana.

Tijuana, que se encuentra al otro lado de la frontera de San Diego, se encuentra regularmente entre las ciudades más violentas de México y del mundo. En 2022, hubo 105,1 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

Otras ciudades y estados han aplicado prohibiciones en el pasado. También se ha señalado a artistas concretos, desde Los Tigres del Norte hasta Los Tucanes de Tijuana y El Komander.

Pero estas medidas no han hecho mella en la popularidad del género, que demuestra la influencia del narcotráfico en la cultura popular.

Por el contrario, un estudio reveló que los intentos de censura sólo habían supuesto un impulso comercial para los artistas.

“Las multas y los conciertos cancelados no hicieron sino reforzar la imagen de El Komander como rebelde y convertirlo en un héroe a los ojos de sus fans”, escriben los autores.

Más fundamentalmente, los detractores de la censura afirman que ésta se dirige simplemente contra los artistas en lugar de contra las causas profundas de la violencia, y que invierte la causalidad subyacente: culpar a los narcocorridos de la violencia del narcotráfico, y no al revés.

“Prohibir canciones no cambiará un sistema político y judicial que crea oportunidades para la corrupción. Además, no evitará que los jóvenes se involucren en actividades relacionadas con el narcotráfico en entornos donde es una de las pocas oportunidades de movilidad social e ingresos”, dijo Cabañas. “Las causas de la guerra son de naturaleza socioeconómica: eliminar los narcocorridos de la cultura no eliminaría la producción y el contrabando de drogas”.

Traducción de Santiago Armando