El lunes, Donald Trump mandó congelar las ayudas federales a programas sociales, de las que dependen miles de hogares, y desataba la confusión. El martes una jueza frenó la orden minutos antes que entrara en vigor la medida. El miércoles, la Casa Blanca reculaba y deshacía la congelación. La noche del miércoles un avión y un helicóptero chocaban cerca del aeropuerto Ronald Reagan en Washington DC. El jueves, el presidente, en lugar de enviar un mensaje de reconciliación y apoyo a las familias de las 67 víctimas, politizaba la tragedia y señalaba sin pruebas a las políticas de inclusión como las causantes del accidente.
Pero eso no ha sido todo. Ya este viernes, la misma Casa Blanca confirmaba que empezará a aplicar a partir de este sábado aranceles del 25% sobre productos canadienses y mexicanos. También impondrá tasas a los productos chinos del 10% de su valor, según confirmó Karoline Leavitt, secretaria de prensa de Donald Trump.
Los “días de caos” (days of thunder) que vaticinaba el exasesor de Trump Steve Bannon las semanas previas a la toma de posesión ya están aquí. El republicano había dejado claro que esta vez volvía a Washington con un plan y conociendo las reglas del juego. Ya no era un outsider. Pero este conocimiento y experiencia solo ha reforzado aún más su capacidad como agente del caos en el gobierno estadounidense. Trump constata que el caos y la confusión de la pasada administración no era consecuencia de su desconocimiento, sino su manera de hacer política.
Un vacío de poder provocado por Musk
El torrente de órdenes ejecutivas es incesante y la agenda que envía la Casa Blanca con los planes de Trump para el día siempre incluye la misma previsión: “El presidente firma órdenes ejecutivas”. Los decretos no han parado ni un segundo. Incluso el jueves, después del accidente, el magnate aprovechó para firmar un memorándum donde ordenaba poner fin a los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) en la Administración Federal de Aviación (FAA) y nombraba a Christopher Rocheleau como nuevo director en funciones después de un vacío de poder de diez días.
Mientras firmaba el memorándum, y más órdenes ejecutivas, Trump respondía así a la pregunta de uno de los periodistas sobre si visitaría el lugar del accidente: “Tengo un plan, pero no para visitar el lugar. Porque dime tú, ¿cuál es el lugar?, ¿el agua?”. Y una vez más, volvía a decir a los periodistas que el género o la raza “podían” haber jugado un papel en la tragedia: “Puede que sí. No lo sé. La incompetencia podría haber jugado un rol”.
Trump apunta constantemente a las guerras culturales y a las políticas de inclusión y diversidad no solo para hacer avanzar su agenda ultra, sino para crear confusión sobre lo que está pasando en la Casa Blanca. Con la politización de la tragedia, Trump buscaba escurrir el bulto de que cuando hubo el accidente aéreo no había nadie al mando de la FAA para responder a la situación de crisis. El anterior director de la agencia, Michael Whitaker, dimitió el 20 de enero, cuando el mandatario republicano tomó posesión.
Whitaker renunció al cargo después de chocar con Elon Musk, la mano derecha del presidente, y cuya compañía SpaceX está regulada por la FAA. Las presiones por parte de Musk sobre Whitaker ya eran algo sumamente conocido antes de las elecciones. El propietario de SpaceX se había quejado públicamente muchas veces sobre la agencia por las multas a sus empresas SpaceX y Starlink. El pasado mes de setiembre, la FAA lo multó con 633.000 dólares por lanzar misiones con cambios no aprobados. También multó a Starlink, después de que la subsidiaria de SpaceX no presentara datos de seguridad antes de lanzar satélites en 2022.
En una comparecencia en la Cámara de Representantes, Whitaker explicó que las sanciones civiles de la FAA eran “la única herramienta que tenemos para lograr el cumplimiento en asuntos de seguridad.” Con la dimisión de Whitaker, Musk logró librarse de una figura molesta para sus intereses y despejar el camino para elegir a otro director al frente de la FAA. No está confirmado que Musk estuviera involucrado en el nombramiento de Rocheleau, pero si se sabe que la elección de otros cargos, el sudafricano ha estado vetando nombres. Por ejemplo, ha participado en la supervisión del desarrollo, por parte de Boeing, de los próximos aviones Air Force One.
Más allá del vacío de poder, un informe preliminar realizado por la FAA sobre el accidente apunta a la falta de personal. El documento, que citaba el The New York Times, exponía que la situación de la torre de control del aeropuerto Ronald Reagan el miércoles por la noche “no era normal para el momento del día y el volumen del tráfico”. El controlador que estaba atendiendo a los helicópteros también estaba dando instrucciones a los aviones para los aterrizajes y despegues. Estas funciones normalmente las hacen dos controladores en lugar de uno.
Arranca una nueva guerra comercial
La Casa Blanca confirmó que, a partir de este sábado 1 de febrero, comenzará a aplicar los aranceles del 25% prometidos por Donald Trump a los productos procedentes de México y Canadá. La medida, anunciada por el presidente de EEUU en el mes de noviembre y confirmada este viernes por su secretaria de prensa, incluirá también tarifas del 10% a los productos chinos. China ya había preparado el terreno ante esta posibilidad.
En su primer día como presidente electo, Trump defendió que los aranceles permanecerán en vigor “hasta que las drogas, en particular el fentanilo, y todos los inmigrantes ilegales detengan esta invasión a nuestro país” y aseguró que tanto México como Canadá podrían “resolver fácilmente este problema”. Trump alega motivos similares relacionados con la epidemia de adicción al fentanilo para justificar las tarifas a los productos de China, país al que acusa de no haber frenado lo suficiente el tráfico de esta sustancia.
México y Canadá son dos de los principales socios comerciales de Estados Unidos, por lo que la aplicación de los aranceles comerciales tendrá un fuerte impacto en la economía norteamericana y uno de los efectos inmediatos que se pueden esperar es un aumento de los precios. Una de las principales razones por la que mucha gente votó a Trump en las elecciones fue con la creencia que el coste de la cesta de la compra disminuiría. Sin embargo, empresas como Ikea o General Motors ya avisaron que esta oleada de aranceles hará despegar los precios.
Trump convirtió los aranceles en la principal carta de su impredecible política internacional. No solo amenazó con usarlos contra sus vecinos para solucionar problemas como la inmigración o las adicciones, sino que hizo lo mismo con China, Rusia o Colombia, siendo este último el caso más reciente. Trump amenazó con imponer aranceles a Colombia ante la negativa de su presidente, Gustavo Petro, de aceptar la deportación de 160 connacionales esposados en aviones militares. Una amenaza que, finalmente, no llegó a término tras una negociación que duró apenas unas horas.
Tijeretazo a los trabajadores federales
En medio de las avalanchas de órdenes ejecutivas y promesas como la de construir un campo de detención para las deportaciones en Guantánamo —algo que ya existía bajo la presidencia de Joe Biden—, Trump siguió pasando las tijeras dentro de la administración. La orden de congelar toda la ayuda exterior, con excepción para Israel y Egipto, también desencadenó con el despido de centenares de empleados que trabajaban para USAID, la agencia estadounidense para la ayuda al desarrollo, a través de contrataciones públicas.
Igual que pasó con la congelación de las ayudas federales, la confusión se convirtió en la tónica para todos los trabajadores que están vinculados con la ayuda exterior. Especialmente después de que el secretario de Estado, Marco Rubio, firmara poco después un memorándum donde decía que no se pasaría la ayuda que se considerara “vital” para salvar vidas. Una trabajadora para el USAID explicaba a elDiario.es (bajo condición de anonimato) el caos que han supuesto esta semana los volantazos de la administración.
Mientras que a principios de semana se le comunicó que estaba despedida, así como a todos sus compañeros de equipo, ahora no sabe si volverá a ser contratada ante la nueva excepción. Esta persona explica que aun así, viendo la caótica gestión de la nueva administración, no tiene claro que quisiera a volver a trabajar para ellos, por lo que buscará trabajo en otra empresa sin vínculos con el gobierno.
El embrollo dentro de USAID y las graves consecuencias que puede tener la suspensión de ayuda exterior para programas claves para salvar vidas alrededor del mundo (como el del VIH en África), se ha visto empañado por las titulares incesantes que Trump va soltando a diario.
En la rueda de prensa del miércoles, mientras anunciaba que convertía en ley la Laken Riley Ac para facilitar las deportaciones, el presidente se jactó de haber “impedido el envío de 50 millones de dólares a Gaza para comprar preservativos para Hamás”. Lo cual es un bulo porque USAID nunca destinó ni un céntimo a enviar preservativos a Gaza.
Dos minutos después de hablar sobre condones, Trump cambiaba de tema y anunciaba sus planes para encerrar en Guantánamo a 30.000 migrantes sin papeles. El centro de detención para inmigrantes en la isla ya existe desde hace años y no se aplican las mismas garantías legales en materia migratoria que rigen en territorio continental estadounidense.
El ritmo incesante de anuncios y afirmaciones por parte del mandatario de 78 años es tal, que Associated Press explicaba que los taquígrafos de la Casa Blanca están teniendo dificultades para seguirle el ritmo y transcribir todas sus palabras. Especialmente si se compara con las comparecencias del anterior presidente Joe Biden. Según explican fuentes del entorno a AP, se está discutiendo la posibilidad de contratar más personal para remediar la situación.
Trump no solo ha puesto en marcha una campaña del miedo contra colectivos vulnerables como las personas migrantes y LGTBIQ+, sino que también está sembrando la incertidumbre entre los trabajadores federales. En medio del miedo a no saber si serán despedidos o no, el presidente ofreció esta semana indemnizaciones para aquellos empleados que renuncien antes del 6 de febrero. Si abandonan ahora, recibirían ocho meses de salario. La propuesta, en la que participó Musk, aún ha generado más inseguridad entre la plantilla, pues no está claro que el gobierno realmente tenga la autoridad para aplicarla.
Primero, Justicia; y ahora, el FBI
Después de que Trump despidiera a los trabajadores del Departamento de Justicia que lo investigaron por los casos penales de los papeles de Mar-a-Lago y el asalto al Capitolio, ahora le ha tocado el turno al FBI. Un grupo de altos funcionarios de la agencia federal ha sido notificado que deben renunciar en cuestión de días o serán despedidos, según publica este viernes el New York Times.
La notificación coincide con la audiencia de confirmación para el nuevo futuro director del FBI, Kash Patel, un conspiracionista que impulsó la teoría de la “fedsurrection”, la cual sostiene que el seis de enero fue instigado por agentes secretos del FBI para desacreditar el movimiento Make America Great Again (MAGA). Patel, que aún debe ser confirmado, ya prometió purgar la agencia federal una vez llegara al poder y no se descarta que pueda ponerla al servicio de Trump para perseguir a sus enemigos político.