La detención de José López en junio de 2016, un episodio revulsivo, fue interpretada por muchos en su momento como un último hito para el kirchnerismo. Que el secretario de Obras Públicas de los doce años y medio de Néstor y Cristina Kirchner terminara en una madrugada de invierno arrojando bolsos con nueve millones de dólares sobre la pared de un convento en General Rodríguez, parecía un guion fantasioso de Netflix.
La detención de López había sido precedida meses antes por la de Ricardo Jaime y Lázaro Báez, ambos en prime time de la televisión, con chaleco antibalas montado para las cámaras. Le seguirían fotos de funcionarios kirchneristas esposados en pijama, informes estelares en el programa de Alejandro Fantino, arrepentidos mansitos ante el Grupo Clarín, vandalismo de Comodoro Py. Todo sórdido, pero por alguna compulsión no explicada, López se había lanzado en la oscuridad a recorrer varios partidos del Gran Buenos Aires con sus dólares termosellados y Cristina, tan desconfiada y puntillosa como se muestra, no atinó a dar una explicación coherente sobre la existencia de ese personaje que había administrado decenas de miles de millones de dólares al mando de la Secretaría de Obras Públicas.
El anuncio del fin político de Cristina resultó prematuro. En 2017, único año en que los desmanes económicos de Macri le dieron algo de sosiego a la economía argentina, con competidores de submarcas peronistas como Sergio Massa y Florencio Randazzo, tan mimados por los medios, y el juez Claudio Bonadio organizando excursiones de caza, la expresidenta sacó casi 40% de los votos en la provincia de Buenos Aires, a la cabeza de su propia boleta, Unidad Ciudadana. Derrota por un margen ínfimo en la disputa por el Senado ante Esteban Bullrich en la tierra de la coronada antes de tiempo María Eugenia Vidal.
Otra extravagancia, más sobrevida
Agosto de 2018, otro episodio extravagante. Resultó que un chofer de otro funcionario del área de obras públicas había registrado durante años una bitácora de supuestas coimas pagadas a altos cargos kirchneristas por los empresarios más importantes del país. Uno de los receptores de los bolsos anotados en los “cuadernos de la corrupción” era el millonario Daniel Muñoz, exsecretario de Néstor Kirchner, quien los habría recibido en el mismísimo domicilio de los santacruceños en Recoleta.
El papel del diario oficialista (de Macri) La Nación, la actuación del fiscal Carlos Stornelli y el juez Bonadio, la sortija para los arrepentidos, los panelistas de la tele que se confesaban asqueados “por haber confiado”, los espías revoloteando, la insólita grafomanía del chofer Oscar Centeno, los cuadernos, sus cenizas, sus fotocopias; todo contribuía a pensar en una operación de Inteligencia de gran calado, burda y a la vez sofisticada, como suelen ser.
Esta vez sí —se analizó con algún sustento—, sería el final político de Cristina. Un año después, 48% de los argentinos elegiría una boleta con su nombre en la categoría de vicepresidenta
Sin embargo, nuevamente lo inexplicado. De Paolo Rocca a Aldo Roggio, de Angelo Calcaterra a los Eurnekian, de Enrique Pescarmona a Carlos Wagner, titulares de emporios con los frentes judiciales y mediáticos habitualmente despejados, declararon haber entregado coimas, dádivas o generosos aportes electorales. Y la fortuna de Muñoz (fallecido en 2016) y sus herederos –decenas de millones de dólares en propiedades en Nueva York, Miami y Buenos Aires– fue detectada en parte en los Panama Papers.
Esta vez sí —se analizó con algún sustento—, sería el final político de Cristina. Un año después, 48% de los argentinos elegiría una boleta con su nombre en la categoría de vicepresidenta.
Ex post se analizan razones para esas resurrecciones. Una de ellas es la magnitud del liderazgo político de la expresidenta, apoyado en el (cada vez más vago) recuerdo del progreso 2003-2011, su (cada vez menos verificable) talento para leer el escenario y su carisma personal. Otro elemento es la histórica tentación de la derecha argentina de emprender aventuras honestistas con pies de barro. Tan existentes como López o Muñoz fueron las tropelías del tándem de jueces-espías-medios dirigido desde la mesa judicial del macrismo: al enemigo, ni justicia; a lo propios, impunidad. Obscena cruzada republicana.
Subyace el aspecto más relevante que le dio nuevas vidas al kirchnerismo. Los experimentos económicos que provocan quiebres sociales y caídas abismales del salario —con la excusa de un supuesto orden fiscal que nunca se alcanza y, por el contrario, termina en endeudamientos inconmensurables y aceleración de la inflación— extinguen cualquier acta de defunción emitida antes de tiempo.
Omisión y rabieta de Milei
A un año vista de las elecciones de medio término en las que el proyecto ultraderechista se juega todo, la narrativa de redes y mediática oficialista ha decretado otro capítulo definitivo del kirchnerismo o lo que se le parezca. “FIN”, escribe el vocero Manuel Adorni.
Una primera aproximación a esa conclusión permite advertir que el futuro político argentino está abierto. Sin bien hay motivos para observar el ocaso de los Kirchner, el nivel de derrumbe de los indicadores sociales y económicos con el que los hermanos Milei se regodean alcanza una magnitud muy superior a la de los primeros tres años de Macri, y supera incluso la debacle del último año de Cambiemos, 2019. Un millón de niños van a la cama sin comer, reportó Unicef. Cada barrio de la “capital europea” que es Buenos Aires es testigo de cientos de personas durmiendo en la calle; el consumo de leche y carne se derrumban. Nada de ello es siquiera abordado por una rabieta de Milei, una parrafada de Federico Sturzenegger o una nueva alquimia de deuda de Luis Caputo.
Sin bien hay motivos para observar el ocaso de los Kirchner, el nivel de derrumbe de los indicadores sociales y económicos con el que los hermanos Milei se regodean alcanza una magnitud muy superior a la de los primeros tres años de Macri
Es dable que el capital político del kirchnerismo esté en retirada e incluso se haya agotado como factor determinante, pero una alternativa a la izquierda del Gobierno ultra y con raigambre en el electorado peronista va a dar pelea.
La reconfiguración del peronismo es un debate candente, sin horizonte cercano. Difícilmente se resuelva antes de las elecciones del año próximo. Por el contrario, quizás sean una ocasión para dirimir liderazgos, en un mismo frente o en listas separadas, y con competencias no declaradas entre distintas geografías.
Hay antecedentes de ello. En 1985, Antonio Cafiero dejó la sigla oficial justicialista y compitió con el Frente Renovador. Perdió frente a la UCR alfonsinista, pero enfiló para liderar el peronismo en los años siguientes. La propia Cristina mostró quién era dueña del 80% de los votos opositores en 2017 y otro tanto podría analizarse de la emergencia de Carlos Chacho Álvarez en los 1990. Cuando el escenario está en disputa, las elecciones de medio término funcionan como un ordenador del campo opositor.
En la cita de 2025, se suma que también está en veremos la representación oficialista. Allí se da la competencia entre el mileísmo puro que encarna la estrategia de Karina Milei (“desastres están haciendo, de-sas-tres”, remarcó un senador de La Libertad Avanza crítico del armado provincial, en un apartado del Council of the Americas, el miércoles pasado); el mileísmo ampliado, con intervención de las huestes de Patricia Bullrich y otros pragmáticos; el PRO con la impronta de Mauricio Macri; el PJ Vendido Línea Scioli-Jaldo; y la inefable Unión Cívica Radical.
Un docente y politólogo de los más lúcidos definía semanas atrás, antes del affaire de los presuntos golpes de Alberto Fernández a Fabiola Yáñez, que el 211% de inflación de 2023 había marcado a fuego el destino “de todos los líderes involucrados en ese proceso”. “Una mayoría determinante ya se expidió al respecto”. El politólogo, muy escuchado en el peronismo-progresista con el que identificó en los últimos años, se refería a Cristina, Alberto, Massa y la lista seguía.
“Desastres están haciendo, de-sas-tres”, remarcó un senador de La Libertad Avanza crítico del armado provincial, en un apartado del Council of Americas, el miércoles pasado
El bolsero, el viajante y el 211%
Esta vez, no se trata del bolsero López o el viajante de comercio Centeno. La alta inflación causó estragos en la vida de los hogares durante el último año y medio del gobierno del Frente de Todos, y el balance social desde 2019, aun considerando la suma de inconvenientes externos —pandemia, guerra, sequía—, fue de una caída en los ingresos y aumento de la pobreza, sobre indicadores ya regresivos legados por Macri. Eso fue tramitado por los dos Fernández con una pelea desquiciante, con Cristina en el lugar estrambótico de opositora al Ejecutivo que había diseñado. Punto.
Lo único que parece estar claro en el peronismo es que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, como dibujara Antonio Gramsci para otro contexto. En esa transición, aparecen constelaciones de una pelea entre el grupo de Axel Kicillof y La Cámpora con estragos paralizantes no tan graves como los del trauma Alberto-Cristina, los saltimbanquis de las provincias y cuentapropistas como Guillermo Moreno, una especie de Milei nacionalista que vehiculiza el Grupo Indalo.
Un ministro de la provincia de Buenos Aires estima “dejar que la ola vaya acomodando y ver cómo nos reagrupamos”, con la convicción de que los estragos sociales que deparan las políticas de los hermanos Milei van a despejar el ruido. En su mirada, es indispensable que Kicillof conduzca la estrategia electoral en su distrito, con “una lista que lo exprese”. Es el punto a no negociar, por el que valdría poner en juego la unidad de la oferta peronista, a la que considera necesaria. “Si perdemos en 2025, estamos en problemas para que la experiencia de Milei sea corta”, indica este dirigente con importante experiencia.
Una y otra vez, los hombres y mujeres de Kicillof minimizan el peso de que Moreno ocupe un espacio relevante en el debate público. El exsecretario de Comercio es el peronista con más minutos de aire en los medios y streamings desde que Milei asumió la Presidencia. “El liderazgo de Axel está muy afirmado. La Cámpora quedó reducida al Gran Buenos Aires y poco más; perdió Santa Cruz, tuvo retrocesos en todo el país. Mientras tanto, van a aparecer los Moreno y un montón de tipos más, no son centrales para la discusión que viene”, razona el integrante del gabinete bonaerense.
Discutible. El último antecedente de un panelista de cada noche de la televisión que se hizo meme con sus modos violentos y su fobia a la izquierda, y saltó a las redes sociales terminó como Presidente.
El giro de Grabois
Otro actor que no se inscribiría entre los inhabilitados por los resultados del último gobierno que señalaba el politólogo citado es Juan Grabois, entre otras razones, porque fue crítico de Alberto Fernández y virtual opositor de Massa.
Grabois tiene militancia territorial y navega las redes con el grado de brusquedad discursiva que demanda el soporte. El dirigente social evita hace años incluir a Cristina en el blanco de sus críticas, pero últimamente tomó distancia indisimulable de Máximo Kirchner y La Cámpora. Más allá de las palabras, Grabois dio un paso que para el hijo de la expresidenta tiene un significado inequívoco: se acercó a Martín Guzmán.
Esa sociedad Grabois-Guzmán comenzó a tener consecuencias perceptibles en los perfiles de ambos, con un dato inescindible en sus currículums: su cercanía a Francisco, a quien llegaron por caminos separados.
El exrival de Massa en la primaria de Unión por la Patria comenzó a amalgamar ideas económicas más integrales y a conjugar la importancia del equilibrio fiscal, algo infrecuente en su discurso hasta hace poco. Grabois encuentra eco en el exministro de Economía en medidas como gravar más a los más ricos y en planes de redistribución de los ingresos y —fundamental en la mirada del dirigente de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular— la tierra.
Guzmán adoptó de su interlocutor una modalidad que le era ajena, la estridencia. El rasgo fue perceptible en la expresión de “profundo asco” que dijo por radio sentir esta semana ante los diálogos entre Alberto Fernández y su secretaria por el negocio de los seguros, la “irresponsabilidad política” por las grabaciones de mujeres archivadas en el celular del exmandatario, y las denuncias sobre violencia de género de Fabiola Yáñez, a quien dejó entender que le cree. Aunque expresó que los tribunales deben dilucidar los hechos, la posición del exministro de Economía fue mucho más allá que la de excolegas del gabinete no camporistas, que se mantuvieron mayormente en silencio y comienzan a deslizar dudas sobre la denuncia off the record.
El exministro de Economía extendió el repudio moral a la foto de Kicillof con el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, tomada al día siguiente de que éste fuera procesado por presunto abuso de una mujer, en un aval político implícito. “Hace falta una nueva ética, no alcanza con no robar”, es una frase atribuida al exministro, quien es uno de los muchos que creen que Kicillof no está dispuesto a desafiar lo que disponga Cristina. Habría que ver cómo juega esa línea tajante en la relación Grabois-Kicillof.
Massa juega con el silencio
Los proyectos de liderazgo de Kicillof o Grabois serán probados en el tiempo, pero el silencio de Massa no debe ser confundido con un retiro ni mucho menos. El excandidato presidencial sigue tan activo como siempre, tanto como Cristina.
Massa postergó otra vez su reaparición pública a través de su libro sobre sus 18 meses en el Ministerio de Economía. Nunca parece ser el momento adecuado, pero se apoya en un hecho que cita ante los suyos. Fue candidato presidencial porque no había otro dirigente con su capacidad de atraer votos peronistas de diferentes tribus y quedó a poco más de tres puntos porcentuales de ganar en primera vuelta, en un contexto económico y político lacerante.
“Que Sergio esté trabajando para un fondo buitre y quiera seguir siendo parte de la política es parte de su audacia”, define un excolega de gabinete, que no lo saca de la cancha.
La voz reconoce el papel de Massa en 2022 y 2023: “Es cierto que agarró una papa caliente como decían, pero fue política, no económica. Su gestión económica fue malísima, empeoró todos los indicadores, pero se hizo cargo de un espacio vacío en un Gobierno que no tenía política”.
Esa “audacia” de Massa, reconocida incluso por quienes hablan de él en los peores términos, marca una hipótesis de sobrevida en un político que apenas pegó la curva de los cincuenta años y tiene terminales en el Estado, el poder económico y mediático, y una altísima capacidad de adaptación a ecosistemas cambiantes.
El favor de Ercolini
El campo peronista tiene asuntos más urgentes que resolver: la situación de Alberto Fernández y las esquirlas que sigan saliendo del contenido de los celulares del expresidente y su expareja.
“El favor más grande que nos hizo Ercolini fue sacarle el teléfono, nos hubiera ahorrado muchos problemas si lo hubiera hecho hace cuatro años”, bromea el exministro nacional citado.
Fernández transita días de mucho pesar en su ánimo en contacto fluido con pocas personas. El más inmediato es con su hermano, Pablo Galindez, y el jefe de la custodia, Diego Sandrini. Sus amigos personales Miguel Pesce, Julio Vitobello, Alberto Iribarne, Eduardo Argüello, Pepe Albistur y Eduardo Valdés —todos en contacto con el expresidente— conviven entre la cautela ante la contundencia de los mensajes que se filtran del celular de Yáñez y la creencia de que la denuncia de golpes es falsa. Algo parecido prevalece en el círculo de relaciones más políticas, como Santiago Cafiero, Victoria Tolosa Paz y Juan Manuel Olmos.
'El favor más grande que nos hizo Ercolini fue sacarle el teléfono, nos hubiera ahorrado muchos problemas si lo hubiera hecho hace cuatro años', bromea un exministro peronista
Son varios los dirigentes cercanos o no tanto a Alberto Fernández que reprochan actitudes de sus compañeros de partido ante el escándalo. “La excesiva lapidación al principio por parte de los nuestros jugó para agregarle combustible a una gigantesca operación contra el peronismo por parte del establishment político, judicial y mediático. De las denuncias de golpes tiene que dar respuestas Alberto, pero apuntan al peronismo y a sus luchas para anularnos como espacio político”, agrega el exministro del Frente de Todos. “Un eslabón más de este experimento de ultraderecha para poner de rodillas al peronismo mientras liquidan derechos de millones de personas”, grafica.
El ministro bonaerense antes citado circunscribe lo que debe ser la respuesta de su espacio. “Alberto ahora se lleva la marca, pero el peronismo como lo conocíamos ya no estaba en condiciones de dar pelea; el resultado electoral había marcado un quiebre. La respuesta en general del peronismo, de sobreactuar el demarcarse, fue muy mala. No hay que quedar atrapado en la lógica del quilombo, ponerse a comentar los chats. El hecho existe, es serio, pero no tenemos que dejar que otros le den sentido político en contra del peronismo”, entiende esa voz.
Todo esbozo está dominado por las dudas ante lo que pueda deparar la locuacidad y el desorden de Alberto Fernández con su celular.
La única certidumbre es que el Gobierno tratará de filtrar a cuentagotas su contenido. Acaso, sus efectos no duren mucho más allá de dos meses más con una inflación que no logre bajar mucho más allá del 4%.
SL/DTC