Opinión

Alemania Verde

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En el curso de estos últimos días el escenario político alemán, normalmente tan estable y poco inclinado a sorpresas, al que nos tiene acostumbrados Angela Merkel, fue sacudido por un bombazo que hizo estallar todas las previsiones y certidumbres. Por primera vez en la historia, las encuestas dan a la joven e impetuosa Annalena Baerbock, nominada candidata a canciller por el Partido Verde, como potencial ganadora de las próximas elecciones.

Según esta encuesta, si se llevaran a cabo elecciones este domingo, los Verdes obtendrían 28%, superando a la Unión de CDU y CSU, la fuerza conservadora de Adenauer, Kohl y Merkel, que obtendría un raquítico 21% (un 5% menos que hace unas semanas). Esto a solo cinco meses de las elecciones para la renovación del gobierno y del parlamento previstas para fines de septiembre de este año.

Lo más increíble es que comentaristas políticos y medios de todos los colores del espectro político, consideran que existe una posibilidad real de que Merkel sea reemplazada precisamente por Baerbock, de apenas 40 años, del partido Alianza 90/Los Verdes.

Siempre según la encuesta (de estudio FORSA, del 21 de Abril), la Unión de Merkel obtendría 21%, los Verdes, 28%, los socialdemócratas (SPD) 13%, los liberales (FDP) 12%, la izquierda de Die Linke 7%, y el partido neofascista AFD 11%.

Esta noticia, a pesar de representar más una fotografía que una tendencia, por cierto, no pasó desapercibida en el resto del viejo continente. La posibilidad de que el país industrial de punta, cuarto país económicamente más poderoso del globo, segunda potencia exportadora mundial, con la economía y la población más numerosa de la Unión Europea, conducido desde la Segunda Guerra Mundial por los conservadores cristianos de la CDU o por el partido socialdemócrata de Willy Brand y Helmut Schmidt (la SPD), termine en manos de una joven verde ecologista y feminista, impetuosa y entusiasta, decidida a impulsar la transformación ecológica de su país, obviamente despierta las reacciones más variadas, que van desde gritos de alarma hasta exclamaciones esperanzadas de la juventud y otros sectores.

Las inquietudes y las esperanzas que genera este vuelo en las encuestas de parte de los Verdes obviamente tienen que ver con su programa. Entre los puntos que se destacan se halla la promesa de invertir anualmente 50.000 millones de euros para impulsar la neutralidad carbono de la industria y la economía en su conjunto; aumentar el salario mínimo y garantizar la igualdad salarial entre hombres y mujeres; promover una agricultura más saludable y amigable con el ambiente; gravar con un impuesto de 25% las corporaciones, (incluidas “GAFA”, Google, Apple, Facebook, Amazon, etc.); reducir la jornada de trabajo a 35 horas semanales; acelerar la digitalización del país; promover la investigación en temas de futuro claves; propulsar la integración de la Unión Europea, y conferir un mayor peso a los derechos humanos en las relaciones internacionales.

Desde el punto de vista de Argentina, Latinoamérica y el Sur global, un gobierno liderado por los Verdes significaría el fin del tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur o, al menos, una renegociación importante del mismo. Al mismo tiempo los ecologistas en el poder serían un apoyo importante para una creciente integración en la región, incluyendo una mayor tolerancia y flexibilidad para aceptar aranceles y medidas de protección de sectores sensibles a la presión importadora. No cabe duda de que contribuirían a flexibilizar las políticas del Fondo Monetario Internacional y a propugnar una política de ayuda menos condicionada.

Al mismo tiempo, bajo un gobierno verde, Alemania sin duda va a aumentar su esfuerzo para financiar los fondos destinados a compensar las medidas adoptadas por los países de la región para reducir las emisiones de CO2. La presión contra la deforestación y la destrucción de bosques nativos y por una mayor protección de los pueblos originarios que viven en dichas zonas sería mucho más fuerte.

En cambio, quizás, un punto de fricción podría plantearse en torno de las importaciones de forrajes y alimentos. No resulta difícil prever que los Verdes van a ser más reacios que los gobiernos anteriores a continuar con una política de importación de productos transgénicos y cuya producción haya sido realizada con elevadas dosis de herbicidas tales como el glifosato. Al mismo tiempo, bajo su influencia, es posible esperar nuevas oportunidades para productos orgánicos, así como aquellos que formen parte del comercio equitable.

Lo asombroso es que este salto de los Verdes en las encuestas ocurra sin que la opinión pública se viese confrontada a un nuevo Chernobyl o Fukushima nuclear, ni a una ola de calor canicular que recuerde a todos la gravedad y la urgencia del cambio climático. Y sin que se hubiese producido uno de los habituales mega-incendios, deshielos o una de esas terribles inundaciones a los que el clima recalentado de nuestros días nos tiene acostumbrados.

Si bien no se puede descartar que la estrecha relación existente entre el surgimiento del Covid 19 y la invasión destructiva de la naturaleza por el hombre juegue un cierto rol en trasfondo de esta ola de simpatía por los Verdes en Alemania, es posible que las razones de la popularidad de los Verdes sean mucho más prosaicas. Y quizás por ello más sorprendentes.

En el curso de los últimos decenios, los Verdes alemanes han demostrado ser más que un partido atravesado por profundas divergencias entre “realos” y “fundis” (los más pragmáticos y los más radicales). A pesar de que las intensas controversias internas forman parte del ADN del partido ecologista alemán, hay que reconocer que su capacidad para combinar debates acalorados, a veces feroces, con la habilidad de tomar decisiones democráticas luego respetadas por todos, ha sido notoria. Esta capacidad ha contribuido a imprimir su sesgo a la opinión pública y convertir sus posiciones en propuestas políticas concretas y operativas.

Por otra parte, no debemos olvidar que los Verdes alemanes ya han compartido responsabilidades gubernamentales bajo el gobierno del canciller Gerhard Schröder de 1998 a 2005 (si bien con solo 6,7% de los votos). Han participado en gobiernos regionales (los Länder), en coaliciones tanto con partidos “burgueses” como con partidos de la izquierda. Dirigen desde hace dos legislaturas la región de Baden Wurtemberg, epicentro de la industria automotriz teutona, en coalición con la CDU. Y lideran una gran cantidad de municipios a lo largo y lo ancho de Alemania, que son quizás la columna vertebral principal del arraigo y la resiliencia política de los ecologistas.

La influencia del movimiento “Fridays for future” de Greta Thunberg y otros movimientos similares también contribuyó de manera decisiva a que los Verdes alcancen niveles tan elevados en las preferencias. La fuerte presión de las manifestaciones de jóvenes, en muchos casos adolescentes, acusando a políticos de hipocresía y de lindos discursos dominicales sobre la ecología, al tiempo que ignoran la urgencia de la problemática ambiental señalada por los científicos, influenció a sectores extensos de la opinión.

El sorprendente salto de los Verdes en las encuestas que los colocó en primera posición, para ser explicado, exige, sin embargo, que hagamos también referencia a Robert Habeck y Annalena Baerbock, la dupla de dirigentes que lidera el partido desde hace tres años (estatutariamente, los Verdes son conducidos por un dúo, una mujer y un hombre). Los dos no solo fueron claves para unir el partido concitando un apoyo muy extenso, sino que también lograron, con su frescura, estilo y carisma, llevar el partido a hegemonizar de alguna manera la izquierda del país, superando a la vieja e histórica socialdemocracia en serias dificultades, tras una propuesta que concilia renovación, ecología y justicia social. 

Esto les permite hoy encarnar el deseo de cambio y renovación presente en la sociedad luego de los dieciséis años de Merkel. Un deseo cada vez más manifiesto y compartido por amplios segmentos de la población ansiosa de enfrentar y de intentar resolver de una manera mucho más decidida los problemas relacionados con la degradación del ambiente, los fuertes desequilibrios sociales, así como el de la persistente desigualdad de derechos de las mujeres en comparación con los hombres, los graves problemas de una infraestructura envejecida, de escuelas y una educación que exige a gritos ser modernizada, así como del serio retraso digital y el fuerte anhelo que se arraigó en la población por superar una pesadez administrativa que quedó a la vista de un modo dramático durante la gestión de la pandemia. El nivel de exasperación alcanzado solo parece ser superable con un cambio importante que excluye el continuismo.

El que la sucesión de Merkel terminara en una encarnizada lucha en el seno de su propia fuerza política entre potenciales candidatos a sucederla, sin duda jugó un rol clave en esta carrera que llevó los Verdes a porcentajes tan elevados en las encuestas. El conservador Armin Laschet, oriundo de la antigua zona carbonífera y siderúrgica del Ruhr, fue nombrado entre gallos y medianoche por medio de un violento golpe de timón del aparato partidario. Ello a espaldas de los adherentes y las bases de la Unión de CDU y CSU. En el camino quedó el bávaro Markus Söder, el candidato preferido de las bases y de la juventud partidaria, y de una franja amplia de la población. El resultado es que el candidato triunfante se parece a un perdedor. Al punto que muchos jóvenes amenazan con votar en represalia a los Verdes o a los liberales.

En el caso de los Verdes, en cambio, la cuestión de quién sería el candidato a canciller fue resuelta de un modo asombrosamente armonioso y sin desgarros personales demasiado dolorosos. La juventud de Annalena Baerbock y el hecho que sea la única candidata mujer en las próximas elecciones, su perfil feminista, es sin duda un bono positivo que puede conquistarle votos en franjas muy amplias y compensar al mismo tiempo su debilidad más importante, su falta de experiencia en el ejercicio del poder institucional. Las semanas y meses que vienen nos darán la respuesta.

 

 JB