'Amiga, date cuenta' es la expresión que, entre post de Instagram y memes, se ha popularizado en los últimos años para hablar, sobre todo, de comportamientos tóxicos dentro de relaciones. El 'amiga, date cuenta' sería una llamada a que las mujeres tomen conciencia de situaciones que las perjudican y que quizá estén justificando o no viendo. La difusión de un vídeo sexual sin consentimiento de sus participantes ha vuelto a ser noticia estos días en España, aunque en este caso el protagonista era un hombre, el actor Santi Millán, junto a una mujer desconocida. Sin embargo, la conversación dio un giro rápidamente y se centró en la mujer de Millán, la directora de televisión Rosa Olucha. Memes, chistes y muchos 'amiga, date cuenta' para compadecer a Olucha, para posicionarla en el lugar de víctima y para advertirle de que aquello no estaba bien.
La reacción de Rosa Olucha ha echado por tierra todas esas reacciones. Sus palabras, escritas en su perfil de Instagram, son un aviso de hasta qué punto ese 'amiga, date cuenta' y todas las suposiciones que rodean ese tipo de afirmaciones pueden estar cargadas de machismo y paternalismo, de prejuicios sobre lo que una relación debe ser y sobre el lugar que, al parecer necesariamente, ocupamos en ellas las mujeres.
El 'amiga, date cuenta' y todas las suposiciones que rodean ese tipo de afirmaciones pueden estar cargadas de machismo y paternalismo, de prejuicios sobre lo que una relación debe ser y sobre el lugar que ocupamos en ellas las mujeres
“A todos los que me preguntáis 'cómo estás' o me decís cosas tipo 'lo siento, tienes todo mi apoyo', os comento: Bien, yo estoy bien. Deberíais preguntaros cómo está él. Él es el que ha sufrido un ataque a su intimidad, que por cierto, es delito. SU intimidad. SUYA y de nadie más. No tenéis que sentir pena ni apoyar a nadie. Yo no soy una víctima y aquí no hay bandos ni propiedades. Ni él es mío ni yo soy suya. Para los que no lo sepan (y ya lo siento), existen muchos tipos de familia. En la nuestra, la libertad, el respeto y la tolerancia son los pilares sobre los que hemos construido este proyecto (...) Me da mucha pereza ver que a estas alturas, el sexo consentido y privado siga causando escándalos. Sí, señores, ¡la gente folla! Dentro y fuera de la pareja. Y me da casi más pereza que cuando se hace público, la mayoría se apiada de las mujeres con el clásico 'pobrecita que no se enteraba' o 'qué imbécil que se lo permitía'. Mierda de sociedad católica y patriarcal”. Santi Millán le dejaba un corazón en los comentarios de su publicación.
Para quienes se apresuraron a lamentar, compadecer o reírse de Olucha ella es necesariamente la víctima, la mujer a la que dar el pésame, la pareja que no decide ni sabe ni consiente, una pobrecita. La reacción de la directora deja claro que dar por supuesto el tipo de relación, de valores y de normas que tiene un pareja es prejuzgar un acuerdo privado que a nadie más tiene por qué importarle y que puede tener reglas de todo tipo.
La primera asunción es la de que una pareja, de entrada, es monógama. “También la presunción de la propiedad en las parejas”, añade la divulgadora sexual Sandra Bravo, autora de Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre. (Poli)amor, sexo y feminismo. “También la de la victimización de la mujer; parece que solo puedes ser una cornuda y una tonta que no se entera, y que el listo es su marido. Es un relato muy marcado de cómo se supone que es una pareja de larga duración, que su vida sexual ya no dará más de sí, que la vía de escape son los cuernos y por supuesto los cuernos los ponen ellos porque parece que nosotras nunca pensamos en el sexo... En esta sociedad, si no sales del armario, la gente da por hecho que eres heterosexual y monógama, es un poco triste que tengamos que sobreexplicarnos para que no se nos lea de una manera que no somos”, explica Bravo.
Los titulares que hablan de Rosa Olucha “rompe su silencio” subrayan esa idea de que es ella la que tiene algo que decir porque se ha roto un pacto. Sandra Bravo critica la “mentalidad simplista” que hace que “en lugar de pensar que igual tienen una relación abierta o que comparten otras cosas” tendemos a dar por hecho, no solo el tipo de relación que tienen esas dos personas, sino también cómo debe sentirse una mujer al respecto. ¿A alguien se le ha pasado por la cabeza la posibilidad de que, incluso, grabarse con otras personas sea parte de su vida sexual compartida?
La escritora, artista y activista sobre sexualidad y feminismo María Llopis también critica que siempre se dé por sentado que una relación es necesariamente monógama. “Y aunque no lo fuera, igualmente darle el pésame a ella tampoco procedería porque es él el que ha visto expuesta su intimidad en redes, no ella. Nadie sabe qué puede estar haciendo o no ella, es el discurso tradicional del 'ponerse los cuernos'”. Llopis considera muy significativo que la atención se haya puesto sobre ella y no sobre él, “que es quien aparece teniendo sexo”. También Bravo resalta que, antes de pensar en Millán o en la mujer que aparece con él en el vídeo, incluso antes de centrar el discurso en que se ha cometido un delito con la difusión del vídeo, de quien se habla sea de la pareja de él.
“Ni siquiera sabemos lo que está pasando con él; se reproduce esa idea de que en las relaciones ellos son los malos y nosotras las buenas que aguantamos cómo son ellos y lo que ellos hacen. Nosotras parecemos seres angelicales, sin sexualidad, sin deseo y sin cerebro, a expensas de si nos toca un hombre bueno o no. Las mujeres somos seres sexuales, soberanas de nuestro cuerpo y tomamos decisiones”, afirma María Llopis. Que sea ella la que se haya visto en el compromiso de pronunciarse públicamente en este sentido refuerza la idea de que, de alguna manera, el honor de una relación recae sobre nosotras. Ese discurso tradicional, prosigue Llopis, se empeña “en querer victimizar continuamente a las mujeres”: “Hay una obsesión con ponernos en el lugar de la víctima”.
Así que amiga, date cuenta: hay muchas maneras de entender, construir y vivir las relaciones, y situar a las mujeres siempre como víctimas, ignorantes y pobrecitas no ayuda precisamente a romper los esquemas de siempre.
AR