Un presidente Fernández de tono combativo, a tono con el ingreso inevitable, cualquiera sea el calendario, en el año electoral. Bien mirado, no debería sorprender. Se trata de la lucha por el poder, primera asignatura de la política.
El que prevaleció entonces es el Fernández de la visita reciente a México, un presidente encendido y con ánimo de resistir en el punto más bajo de una gestión acosada en varios frentes. De todos ellos, el interno no es menor.
El discurso del presidente termina de configurar un escenario que se abrió el domingo en las calles, una expresión de los sectores más duros de la oposición. Obviemos las versiones aberrantes, que merecen otro nivel de análisis. El clima hacia el que avanzamos es -seguirá siendo- de confrontación.
Fernández agitó una denuncia penal contra el macrismo -entendemos que contra las autoridades económicas del gobierno anterior- por la toma fraudulenta de deuda pública. Dado que el Gobierno cerró exitosamente en agosto pasado el acuerdo con los acreedores privados, el fraude debería involucrar entonces a las autoridades del Fondo Monetario Internacional.
No está claro todavía qué se propone el Gobierno con el Fondo, pero sí que hay un canal de diálogo abierto para reestructurar la deuda de US$ 44.000 millones tomada por Macri. El ministro Martín Guzmán prepara una misión a Washington en los próximos días. El supuesto del que parte Fernández es que ha habido corresponsabilidad del organismo en un préstamo gravoso para el país. Esa responsabilidad es extendida al gobierno saliente de los Estados Unidos. No está claro cómo se compatibilizarán estas cuestiones en los tribunales.
El otro tema sobresaliente del mensaje del Presidente pasa por la Justicia. Fernández reclamó al Congreso que ejerza un rol de control sobre la tarea de jueces y fiscales que la Constitución, hasta donde se sabe, ignora. Y propuso la creación de un tribunal que limitaría las atribuciones de la Corte Suprema de Justicia. Las aspiraciones de reforma de la justicia se remontan a los gobiernos de Cristina Kirchner y fueron expuestas por Fernández en su discurso de un año atrás ante la misma Asamblea Legislativa. Los avances en el último año en esa dirección han sido más que modestos.
El gobierno no encuentra una diagonal para resolver aquello que desvela a Cristina Kirchner y que todo indica forma parte de los compromisos constitutivos del Frente de Todos: la compleja situación judicial de la expresidenta. La reciente condena a Lázaro Báez, si bien no sorprende a nadie, ha sido un recordatorio de que las causas avanzan de manera inexorable.
La posibilidad de una resolución que conforme a la expresidenta sigue pareciendo lejana. Las apelaciones a indultos o amnistías para ex funcionarios condenados o en proceso, e incluso la más reciente advertencia sobre “una pueblada” -así dijo- del exjuez de la Corte Eugenio Zaffaroni son elocuentes.
Antes que a ningún otro, Fernández les habló a los propios. Y a las propias. Ya habrá tiempo para los que sostienen que las elecciones se ganan en el centro. Si no hay, se verá.