Hace un par de semanas, los ‘gurúes’ de JxC coparon los titulares de prensa al asegurar que el gobierno de los Fernández dejaba a sus sucesores una “bomba de tiempo” financiera. Aludían a los 20 billones de pesos, aproximadamente, que suman la deuda del Tesoro en pesos y la del Banco Central, conocida como Leliq y pases. La primera se encuentra indexada a la inflación o al dólar, en su mayor parte, más una tasa de interés que sube con cada licitación de deuda nueva. Una devaluación del peso con relación al dólar llevaría la deuda con el Tesoro, que ya alcanza el equivalente a 60 mil millones de dólares, a cifras astronómicas en moneda nacional. Aunque es cierto que la deuda del Banco Central se desvalorizaría, tanto en términos de dólares, por la devaluación, como en pesos, el resultado sería desatar una fuga masiva de bancos y otros agentes financieros, y una hiper-inflación. Aun frente a estas evidencias, los funcionarios denunciaron una campaña del macrismo para producir una desestabilización política en medio de un año electoral. Algo como lo que había hecho Domingo Cavallo, en 1989, cuando viajó a Nueva York para denunciar que el gobierno de Alfonsín estaba quebrado y que los capitales extranjeros debían abstenerse de financiarlo. La aventura de Cavallo terminó en un golpe, porque es eso lo que fue la renuncia anticipada de Alfonsín y el agregado de seis meses de gobierno a Carlos Menem – algo manifiestamente electoral. A 40 años de “democracia”, es necesario recordar que en el período hubo dos golpes de estado, con la singularidad de que el que derrocó a De la Rúa contó con la participación de Raúl Alfonsín.
Pocos días después del plenario de la “bomba’”de JxC, las entidades bancarias convocaron a Patricia Bullrich para que prometiera que no iba a declarar el default de la deuda del Tesoro, conocido también como “reperfilamiento”. Aunque los políticos que supimos conseguir prometen cualquier cosa, Bullrich no satisfizo a los banqueros. La ex montonera convertida al trumpismo les respondió que el Gobierno debía arreglar el desmadre. Una lectura atenta de lo sucedido lleva a la conclusión de que la mega devaluación que tiene en carpeta el macrismo sería acompañada por la imposición de un “reperfilamiento”, presentado como medida de emergencia. Es decir por un default, cesación de pagos, o refinanciación forzada (“reperfilamiento”), como lo hemos advertido en Política Obrera. En este estado de cosas, sería imposible una renovación de la deuda del Tesoro que vence a partir de agosto y septiembre próximos, porque los nuevos títulos quedarían en posición de default cuatro meses después. Entre las PASO y la primera vuelta electoral, Argentina podría verse confrontada a un sismo financiero de grado 8. Incluso el FMI, el acreedor number one de la campeona del mundo.
En este cuadro, La Nación informó este viernes 3, en un semi-oculto octavo de página, que “Buscan un nuevo canje para poner fin a la fantasma del reperfilamiento”. El texto dice lo siguiente: “El equipo económico avanza en conversaciones con los inversores institucionales privados locales (bancos, fondos de inversión y aseguradoras básicamente) para tratar de concretar antes de que finalice este mes un canje de deuda que le permita asestar un golpe al fantasma de reperfilamiento o reestructuración que se ha instalado en el mercado (…) Las charlas fueron confirmadas por altas fuentes oficiales privadas (…) El diálogo existe y la voluntad de acompañar también (…) dijo un banquero que días atrás participó de un almuerzo en Adeba (la Asociación de Bancos), con la candidata de Pro, Patricia Bullrich, en la que pidieron que asumiera el compromiso de no reperfilar la deuda, si fuera electa”. Con “Patricia” no, con Massa sí. “El objetivo es patear para el año que viene y parte de 2025 el 70% de los vencimientos (….) coincidió el titular de un importante banco nucleado en ABA. (Los bonos) serían indexados por inflación, lo que comprometería al próximo gobierno a bajarla”.
La primera conclusión de todo esto es política: el candidato del oficialismo tendría que ser un partidario reconocido del ajuste. Los “populistas”, que han apoyado el ajuste de Massa contra los trabajadores, quedarían afuera, porque no son reconocidos por los banqueros como ajustadores. Si el canje de bonos se confirma, las PASO del FdT ya han quedado resueltas – y hasta tendría un nombre cantado. El canje bajaría la presión financiera sobre el Tesoro y dejaría al gabinete económico en la pole position para pelear a los candidatos del Pro. Bullrich denunciaría el canje y Larreta lo saludaría, con lo que quedaría acotada la interna abierta del macrismo. Los “nacionales y populares” deberían tomar nota. De lo contrario la burguesía nacional y popular de bancos y fondos les asestaría un “golpe de mercado”.
El canje tampoco resuelve mucho. Iría acompañado, como ya ocurre, con un put del Banco Central, como se denomina en la jerga financiera al respaldo de esos bonos por parte del Banco Central. Quedaría bloqueada una operación pactada con el FMI de que las Leliq se conviertan en bonos del Tesoro, para aliviar o poner fin a la deuda del Banco Central. El canje de los vencimientos próximos por bonos 2024/5, se juntaría a los vencimientos de la deuda en dólares que tiene legislación internacional, y que difícilmente se pueda volver a reestructurar para pagar en el inicio de la década del 30. Es de suponer que la garantía implícita del canje que se está negociando con entusiasmo sean los ingresos de divisas por el petróleo y el gas de Vaca Muerta, el litio y la agroexportación. Pero estas son variables, no datos ciertos. Los precios internacionales de esas materias primas pueden caer, como ya ocurre, y los costos aumentar, como también ocurre, debido a las crisis de las cadenas de producción internacionales, que está afectando un insumo fundamental: los semiconductores. La guerra OTAN-Rusia está escalando y los escenarios bélicos se amplían, como en el caso del Indo-Pacifico (China) y Medio Oriente (Israel-Irán).
Todo sumado, la inflación no bajará, mientras el 40% de la población se encuentra debajo del nivel de pobreza y amenazada por suspensiones y despidos. El canje es, en realidad un default o reperfilamiento voluntario, no forzado, es decir un negocio de bancos y fondos para extraer del Estado mayores concesiones y pasar a dominar el presupuesto público y las tesoros de toda la variedad de organismos públicos. El financiamiento externo que obtendría el Estado, como “premio” por este negociado, serviría para pagar una deuda implícita muy alta, como son el giro de utilidades e intereses del capital privado y los bancos mismos, al exterior. Correctamente entendida, gran parte de esta deuda privada es deuda pública, porque no tiene como contrapartida un crédito externo sino la extracción de valor en el país hacia el extranjero. El Banco Central debe acumular reservas mediante deudas para que las patronales privadas las utilicen en sus intercambios comerciales y financieros.
Debajo de la campaña electoral que se conoce por los medios de comunicación, se desarrolla una confiscación del derecho a la libre elección de autoridades por parte del capital financiero y sus agentes políticos.
JA/CC