En la historia mundial del litio se cuenta que esa “piedrecita de color blanco plata” que tanto excita al capitalismo, tuvo una espléndida introducción en el planeta desde el denso y caliente Big Bang, el mismo suceso que lleva a Carl Sagan a afirmar que somos polvo de estrellas. La cosmología describe a la gran explosión que daría comienzo a la realidad física de la Tierra, pero no explica en sus estudios la desbordada voracidad de uno de los animales vivientes por consumirla y la continua creación de espejismos. De los tres elementos que se sintetizaron en el planeta, el litio se acomodó en los salares sudamericanos, asociado con los cuerpos de agua, en esa sopa rica de origen hace 13 millones de años.
Luego, un largo silencio.
Nadie supo de ese elemento químico y vibrante que dormía en las salinas, nada se dijo de su destino doradista en esta era actual de la demencia antropocéntrica.
En 1817, un joven estudiante sueco se infiltró en un laboratorio, aisló por primera vez el litio blando y plateado e intentó cortarlo con un cuchillo; ese fragmento que provenía de la isla de Utö dio inicio a la curiosidad por el residuo cósmico.
Más adelante, en 1949, el Dr. Cade, un psiquiatra australiano que fue prisionero de guerra en un aterrador campo de concentración japonés reemplazó con el litio las terapias de shocks eléctricos y las lobotomías. Anunciaba las “sales de litio para el tratamiento de las excitaciones psicóticas”.
Todo esto nos lleva a hablar de Catalano, el sabio argentino que exploró los salares de la altiplanicie andina en la década de 1920 -me lo nombra el Dr. Bruno Fornillo, del colectivo de geopolítica y bienes comunes junto a Melisa Argento, mientras maneja atento a su selección de rock nacional y al camino de montaña a 4100 m de altura que atravesamos para volver a San Salvador de Jujuy, luego del encuentro de arte y activismo con las comunidades, convocados por Tomas Saraceno. Catalano, el apasionado por los metales raros, cateó los salares con visión desarrollista. Fue en el Salar del Hombre Muerto donde imaginó, durante la noche puneña, con los ojos llenos de estrellas el “plan argentino de movilización industrial” para liberar al pueblo de una “ola pestosa que se propaga y romper las cadenas de la deuda externa con el Norte global” y “para la libertar al niño de las garras de esos modeladores de eunucos, de serviles y de esclavos” al nacionalizar recursos como el litio para el pueblo. ¿Pero de qué pueblo hablaba Catalano en sus discursos radicales y panfletarios?
Resulta que esa materia vibrante, electroquímica, vestigio del espacio exterior en las salinas, ya estaba bajo el cuidado de los pueblos indígenas desde hacía diez mil años. Y están ahora, aunque la litieras en su avanzada, declaren que allí no hay nadie, sólo sombras en sus pesadillas. Pero todo lo que va suceder ante las mujeres defensoras de la cuenca como Verónica Chavez, comunera de Santuario de los Pozos (Jujuy), ante la vista misma de las llamas, la presencia de los cardones y los ojos de agua, será imprevisto, doloroso, como en una catástrofe.
“Creíamos que con solo reemplazar el petróleo y el gas (los combustibles fósiles) con energías limpias (como el litio y los paneles solares) ya estábamos en un planeta verde viviendo como vivimos siempre. Pero esta transición no viene con un manual de respuestas”, afirma la investigadora Maristella Svampa, compañera del colectivo Mirá socioambiental. “Tenemos la voz de los habitantes del sur y la transición energética tiene que ser la oportunidad para que repensemos el sistema energético hasta ahora concentrado en las grandes corporaciones, que ha generado pobreza energética y desigualdad. Necesitamos un sistema energético solidario que implique, sobre todo, otro vínculo con la naturaleza”.
Les conté de la “piedrita blanda” que tanto excita al capitalismo, atempera las excitaciones psicóticas y podría calmar a las corporaciones que vienen a hacer sus negocios para salvarse a sí mismas, donde antes nos llevaron a otro espejismo con el petróleo. Podría el litio atemperar a la población bipolar en plena manía por las baterías, depósitos de su memorias en los teléfonos o cuando se deprimen al romperse sus juguetes y quedan llorando como niñxs. También están los pueblos originarios que acceden a alguna tecnología pero que aún almacenan la mayor parte de sus memorias palabreando con los ancestros en ese mundoambiente de la Puna de humedales altoandinos.
Les conté que la vida, desde “la sopa primitiva”, se abrió paso en distintas expresiones y los vivientes humanos, tan intensos siempre, son sólo uno entre las especies. Escuchemos qué dice aquí en las Salinas Grandes el resto de los vivientes, al estilo de Uexküll, metafísico naturalista, o Krenak quien nunca interrumpió esa conversación interespecie con los cuerpos del agua cuando les quiebran “las venas ”, en este caso las de la cuenca, para la extracción del litio. Esas materias vibrantes, “no-cosas” tendrán algunas voces más tenues, otras molestas, como Kachi, Halita, la sal, la raíz de Salarium que fue un bien simbólico, medio de intercambio. La salina y salobral, extensión de belleza blanca que soporta bien unos cortes aquí y allá en los bloques de sal para los compañeros terrestres. Los cerros, el Apu, desnudo de plantas que ve en su mundo circundante, todo mapeado, el paisaje manoseado, en disputa de las pertenencias mineras, todos viven en su falda y tutela las comunidades. Hacen eco en su ladera las risas porque dicen en asamblea que los abogados ambientalistas van a llevar una montaña a los tribunales; no se rían porque va su espíritu.
Ahora hablemos de la Naturaleza sujeta de derechos, pero sobre todo del litio y su derecho de permanecer en la sopa rica. Del misterio del litio, ese residuo cósmico, el supuesto salvador en la transición energética para un mundo post fósil que de todos modos nunca llega. Y las mineras del norte que al llegar se topan con los guardas de la puna plenos de visiones cósmicas. También de la inteligencia del reino mineral, del código químico del litio que retiene la memoria energética pero también de los espejismos, del consumo, de la voracidad capitalista. De los bienes comunes. Del agua y la desertificación de los territorios, hablemos de su falta. Hablemos de un mundo excitado por seguir igual siempre. Y de Verónica, la comunera, que saluda de mañana a la Pacha y pide ayuda de tarde a la Mamita Salina para que no vengan las mineras.
Algunas desobediencias se infiltran en este panorama mundial del desastre climático: las luchas en los territorios y la auto organización política, los abogados ambientalistas como Alicia Chalabe y Enrique Viale, pero también algunas figuraciones imaginativas que emergen como la película Pacha realizada por Maxi Laina que se empezó a formar en el 2020 en Jujuy durante el proyecto “Fly with Aerocene Pacha” de Tomás Saraceno y de sus esculturas aerosolares, que ya viajaron por Bolivia y Argentina, y vimos elevarse junto a las comunidades en este pasado mes de Enero 2023. Son diseños que especulan con vuelos distintos por encima y por debajo de la tierra. Vuelos sin combustibles fósiles, que no extraen el litio de las salinas. Son signos de futuros posibles, faros de advertencia e imaginaciones encendidas. Aerocene es una herramienta poética y se pregunta por el destino técnico de la humanidad. El 1 de Junio 2023, el “proyecto audiovisual en constante evolución” tendrá su lugar en el Museo Serpentine de Londres, Inglaterra, bajo el título: Web(s) of Life. El arte, como la literatura, tiende puentes sensibles para habitar mundos más complejos y preguntarnos si seremos esclavos de las instrucciones de esta civilización antropocéntrica o libres de especular un vuelo distinto, interespecie, cósmico y en comunidad. Como dijo Ursula K Le Guin: “La resistencia y el cambio muchas veces empiezan con el arte”.
Les conté que el ojo que mira la belleza del cielo mira a su vez al interior del ojo que es polvo de estrellas y, se extiende hacia afuera para configurar el cuadro del mundo. En algún momento tendremos que mirar en el cuadro del mundo el lado oscuro de esta civilización eléctrica que ahora viene por el litio.