Las mujeres nos indisponemos una vez por mes a lo largo de 35 años (suponiendo que la pubertad llega a los 15 y la menopausia a los 50 años) y el sangrado puede durar entre tres días y una semana. Si el período se extiende en promedio por cuatro días (menos los meses de embarazo), una mujer va a necesitar algún tipo de protección durante cuatro años y medio.
Mil seiscientos días a lo largo de la vida vuelven a la menstruación un asunto relevante para la mitad de la población, pero del sangrado se habla muy poco en público y casi siempre con eufemismos. Estoy venida, estoy en esos días, estoy con la regla (nunca entendí qué tiene que ver la regla) o estoy indispuesta (¿indispuesta para qué?). Con el mismo pudor que circula en el lenguaje, una vieja publicidad solía usar un líquido celeste clarito -como si el color rojo fuese demasiado explícito para la televisión- para mostrar la capacidad de absorción de los tampones o de las toallitas
De un tiempo a esta parte, la sangre ya tiene su color verdadero en los avisos, pero de la menstruación se habla mayormente en privado. Una extraña excepción ocurrió la semana pasada: fue tendencia en Twitter gracias a la capacidad de la conductora de televisión Viviana Canosa para indignarse.
Canosa se enfureció por una foto de un grupo de mujeres, funcionarias y legisladores, muchas de ellas vestidas de rojo, cuando supo que se habían reunido el Salón Sur de la Casa Rosada para discutir metas para alcanzar la “Justicia Menstrual”. Le pareció inconcebible que el Estado se ocupara del tema.“¿Qué es lo que están pidiendo?, ¿un Ministerio? Hay 20 minas que me están diciendo pagame el tampón cuando me indispongo. Se viene el Ministerio de la Menstruación”, especuló. El diario digital Infobae levantó el comentario, lo transformó en un artículo que se viralizó y dio origen al hashtag #MinisterioDeLaMenstruación.
Mercedes D’Alessandro, la directora de Igualdad y Género del Ministerio de Economía, que había participado del encuentro, replicó que la menstruación, lejos de ser un tema frívolo en un país con más del 40 por ciento de pobreza, se trata de un problema relevante. Once millones de mujeres se indisponen cada mes y muchas de ellas, que no pueden acceder a comprar los tampones, toallitas o la copa menstrual, tienen que usar trapos u otros sustitutos poco higiénicos, deben faltar a la escuela o se quedan sin ir a trabajar cuando se indisponen.
“La menstruación es un factor de desigualdad. Las mujeres gastan entre $1.898 y $3.805 para gestionar su menstruación, dependiendo de qué productos usen. Es decir, en un hogar del 10% más pobre en que hay 2 mujeres que menstrúan, se gasta anualmente el equivalente a casi un mes entero de ingresos. #JusticiaMenstrual es romper las barreras al acceso a estos productos” escribió D’ Alessandro.
Como ninguna discusión razonable funciona bien en redes sociales, muchas de las funcionarias y legisladores que participaron del encuentro en la Casa Rosada se quedaron una sensación amarga, frustradas por tener que aclarar que nunca nadie habló de crear un ministerio y enojadas porque sintieron que las habían ridiculizado. Pero el debate sobre esa reunión, que de no haber sido por la foto y por lo que generó en redes seguramente hubiese pasado totalmente inadvertida, logró romper por un ratito un pudor cultural que hace de la menstruación algo todavía innombrable.
Canosa prometió que si alguien la convencía de que la causa valía la pena, ella misma se vestiría de rojo y se haría abanderada de la “Justicia Menstrual”. Nadie le pide tanto: aunque involuntaria, ya hizo su pequeña contribución a la causa.