Escenario

Aquí comienza el otro Chile

Roka Valbuena

Santiago de Chile —
16 de mayo de 2021 19:26 h

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 Hubo nubes, bostezos y carabineros. Hubo estreno de abrigos y votantes con la melena desordenada, un pedazo de pluma en la remera, demócratas con la siesta cortada, cansancio cívico, chilenos con ojeras hasta en la ideología.

-No sé por quién votar, perro- dijo uno, allí en la fila.

-Son todos la misma huevada- le lazó el otro.

La misma huevada, según se pudo apreciar, está compuesta por casi mil quinientas candidaturas que no revelan grandes novedades. Son tantas candidaturas que al final no retumba ninguna, una enorme cantidad de ansiosos que producen un mareo constitucionalista: hay que cambiar el mundo, se ha gritado por las calles, pero ojalá se haga con más síntesis. Son, en fin, mil quinientos personajes que aspiran a redactar la Nueva Constitución y a ganar tres mil dólares al mes. Y sólo quedarán 155 chilenos con la chance de escribir la historia. Y los electores, los normales,  no esos que quemaron el metro o que dedicaron un semestre a derrocar a piedrazos los restaurantes, no, los electores típicos, esos que pertenecen a la clase media desganada, esos tipos que tienen dolor de estómago un sábado en la tarde, que revisan en la mañana si queda queso, que prefieren sintonizar un partido del Barcelona en lugar de poner a un reportero excitado notificando una conspiración, en fin, esos electores no tuvieron idea, carajo, de quiénes eran todas esas personas que figuraban en el voto.

-¿Usted por quién votó?- reporteamos en la calle.

-Por Ulloa- contestó el vecino.

-¿Qué propone Ulloa?

-No tengo la más puta idea. Pero parece que mi señora lo ubica.

Ulloa no saldrá electo.

-¿Y usted?

-Voté por Murillo. Un grande.

-¿Cómo es Murillo?

-Parece que usa bigotes.

Y por allá iba un señor maduro caminando:

-Señor, ¿le emocionó estampar su voto?

-No. Ahora quiero ir a comprar empanadas.

El torbellino de postulantes produjo una paradoja democrática: todos quieren cambiar inmediatamente la Constitución, pero nadie sabe quién lo debe hacer. Concuerda la multitud en que se deberían levantar más las ideas y mucho menos los apellidos.

-¿Usted votó?- indagó una señora.

-Allá voy.

-¡No lo haga!- explotó.

-¿Pero por qué?

-¡Le cagará el día!- y huyó.

 La urna y tú

Esto duró dos días, sábado y domingo, de 10 a 18 horas. Proceso a la chilena, con orden, con hordas de chilenos vigilando a los otros chilenos, con excedente de voluntarios para custodiar la transparencia.

-¡Oye, la urna no tiene cortinas!- alegó un votante.

-No sea huevón. Queremos que esto sea transparente- razonó un vocal de mesa.

A cada votante perplejo le pasaban cuatro papeletas llenas de nombres. Cada nombre es un destino distinto para la nación. Una mínima distracción al votar y el país queda en mano de la derecha germánica o del comunismo con patillas. Esas cuatro papeletas (se votaba por: constitucionalista, gobernador, alcalde y concejal), que resultan imposibles de doblar, producen gritos de parto en la urna:

-¡Ayuda! ¡No se dobla mi voto constitucional!

-¡Tranquilo, un vocal de mesa va en camino!

La democracia llevó a cabo un ejercicio estresante. Abrir cuatro votos, votar ignorando quiénes realmente son todas esas personas que aparecen allí, cerrar el voto con finura manual.

Y luego aguardar que el mundo mejore.

Hubo, según el catastro, dos señores que fueron a votar disfrazados de dinosaurio. Uno de ellos fue perseguido por la televisión. “Pregúntenle”, sugirió la conductora desde el estudio, “si dentro del disfraz lleva mascarilla puesta”. Un dinosaurio fue portada, el otro, opacado, retornó al sur. Otro señor votó con zancos. Otro vistió short ajustados y una camiseta que decía: “GRANDE PINOCHET”. Y fue arrestado.

-¡Mi General no ha muerto!

Se lo llevaron entre sacudidas.

A una señora la detuvo Carabineros porque tuvo un brote de histeria leninista en la boca de una urna. Gritó:

-¡El proceso está viciado!

Dos agentes de anteojos opacos y bigotillos latinoamericanos la tomaron gentilmente del brazo. Señora, por favor, no nos obligue. Señora, mire, hay prensa internacional registrando esta actitud francamente infantil de su parte. ¿Se da cuenta, vieja de mierda, lo que está provocando?

Aún no la sueltan.

Pero lo harán.

 

Hablando de sueños

Hubo menos votos de los esperados, mucha transpiración en la urna y especiales de prensa sin nada especial. Hubo un presidente que fue a votar con una sonrisa helada. Votó y sonrió. Votó y dijo un chiste. Votó y nadie se impregnó de ese chiste. Votó, entonces, y enfiló a prisa hacia un almuerzo familiar. Hubo una señora que causó un escándalo: es una señora que está pintada de rubia y cuyo apellido engloba una puteada: Jiles. Pamela Jiles, líder de las encuestas, ex tótem de la farándula, apodada La Abuela, pero carente de nietos sanguíneos. Un rostro de TV con las uñas afiladas. Pidió un micrófono y tuvo un estallido social en vivo:

-¡Piñera es un CONCHA DE SU MADRE!

Y agregó:

-Bueno, y ojalá voten para Gobernador por mi marido, Pablo Maltés.

Hubo criterio en la ciudadanía, pocas bocinas, paz social. Hubo frikis capturados, rebeldes haciendo fila, utópicos con el carnet en la mano. No hubo piedras en la Plaza Italia. No hubo un solo anarquista impulsando un incendio. Los encapuchados alojaron en sus casas. De alguna manera el proceso cívico terminó domando la insurrección. Un hito rebelde llamado Paul, un joven que vive adherido a una molotov, lo apuntó en redes sociales:

-Igual hay que ir a votar.

Ir a votar ha resultado para muchos una actividad aburrida. La fila, la mascarilla, la horda de votos. Pero la relevancia aún se puede medir en las caras de los chilenos: todas estas personas están plagadas de sueños. Se viene la redacción de la primera Constitución Paritaria (NndelaR,igualitaria) del Mundo. Mujeres y hombres estudiando cada palabra. Aquí, desde Chile, este país con los nervios de punta, empaquetado, bipolar, que parece exitoso hasta que estalla, se escribirá la Primera Constitución del Mundo en medio de la Revolución Digital. Se podrá redactar un país más justo. Se podrá dejar por escrito que tenemos que unirnos. Tal vez se establecerá el anhelo de que el rico se entrecruce con el pobre. Que nos miremos todos a los ojos. Le consultaron a un astrólogo, Pedro Engel, cuál debería ser el primer artículo de la Nueva Constitución. Pedro dijo:

-Artículo Uno: Yo te cuido.

-¿Y el artículo dos?

-Artículo Dos: Tú me cuidas.

La gente rió.

Pero, al cabo de los días, las frases de Pedro resultaron atinadas.

Este domingo un señor simple lo registró en una encuesta emitida por televisión:

-Yo quiero un Estado que sea buena onda. Con eso quedo feliz.

Fueron dos días politizados y esto recién es el comienzo. Hubo muchos votantes con sueño, pero a la vez empujados por los grandes sueños. Hubo confusión, más de mil nombres, urnas sin cortinas y gritos de algún loco. Pero quién sabe, quizás de ahora en adelante el mundo sea mejor. 

*Periodista

WC