Entre las variables que día a día se alternan o se suman para alentar o desalentar la popularidad de Jair Bolsonaro, la gestión de la pandemia es una entre varias. Menos imperdonable y menos invariablemente creciente de lo que gustaría a opositores que buscan derribarlo o sustituirlo y a aliados que buscan mostrarse insustituibles para evitarle impeachment y derrotas al presidente brasileño.
Es inútil exagerar el interés del público en Brasil por el fútbol, y la serie de acontecimientos independientes de la política de Brasil que llevaron a que la Copa América cambiara dos veces de sede antes de serle ofrecida son una oportunidad de relaciones públicas y de mejorar la imagen que, si nadie anticipó, nadie dudó de que sería asertivamente aprovechada por un Ejecutivo temperamentalmente predipuesto a aceptar sin más para sí y para su país el desafío de los protagonismos y centralismos.
La extensión territorial brasileña, el acuerdo con los gobernadores, los gestos de consultas científicas con epidemiólogos, permiten mostrar al gobierno en ejercicio de un cuidado sanitario activo, al que públicamente subordinó su decisión, en vez de anteponerla. El anuncio de la confirmación nacional a la Comebol sobre el campeonato que se jugará entre el 13 de junio y el 10 de julio, fue hecho por Bolsonaro desde el Ministerio de Salud, en presencia de su actual titular.
El ministro de Salud, Marcelo Queiroga, comunicó después su respaldo explícito a a la decisión presidencial y al espíritu nacional y popular que según él la anima. “Con salud y seguridad, todos somos parte de la misma hinchada para que la Selección lleve la alegría a todos los brasileños”. Esto es posible, porque es posible un Campeonato con protocolos de seguridad decididos según “criterios sanitarios rigurosamente validados”. Que incluyen la vacunación de los jugadores de las selecciones nacionales y el que los partidos se jueguen sin público.
También le permitió al Gobierno ofrecer a la mirada del público una política consistente consigo misma, siempre dispuesta a pagar el precio de sus errores -y a apostar a que pagarán menos por el solo hecho de que sean los mismos errores-. Contra la que resaltó la política en dos movimientos sucesivos, donde el segundo rehízo el camino del primero, del gobernador opositor de San Pablo. João Doria, del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña, el de Fernando Henrique Cardoso), que primero apoyó la decisión de la Comebol de trasladar la sede de Colombia y Argentina a Brasil, y después, alegando reconsideraciones epidemiológicas, retiró a las canchas de su estado de la competencia. Así lo comunicó a la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF, la AFA brasileña).
Después de consultar con el Centro de Contingencia estadual, el consejo de expertos creado por su gobierno, concluyó que en que todo riesgo debía ser evitado en estas circunstancias. No se dejó de ver que el provecho económico y electoral quedaría empañado por un alineamiento con la posición oficial y un desencuadre con los sectores políticos y médicos que ven, y quieren hacer ver, la decisión como otra grave imprudencia de los deberes de cuidado de la administración de la Salud: no era una estrategia política viable. Pero tampoco dejó de observarse una circunstancia acaso más patética.
El tuit en que el gobernador socialdemócrata de San Pablo anunciaba la decisión prudente de resguardar a su estado del flujo del coronavirus que el fútbol aumentaría y aceleraría figura aislado y somero en una cuenta dominada por informar sobre su hiperactividad como adquirente de vacunas y organizador de la vacunación, como “empresario” que vela por una economía estadual cuyo PBI creció 1,7% en el primer trimestre, y como ‘intolerante cero’ con el crimen organizado, no se adelantó al anuncio del Presidente y del jefe de Gabinete Luiz Ramos de que los partidos de la Copa América se jugarían en Brasilia, Mato Grosso, Goiás y Rio de Janeiro.
Los estadios que serán sedes nacionales de la competencia americana están todos localizados en estados afines al gobierno federal. Son cuatro estados gobernados uno por el Movimiento de la Democracia Brasileña (MDB), dos por los Demócratas (DEM) y el cuarto por el Partido Social Cristiano (PSC). El gobernador carioca es un aliado directo del Presidente. Los otros dos partidos integran el Centro que forma la mayoría en el Congreso. Son partidos conservadores en temas sociales, favorables a la posición ‘bala, buey y biblia’ presidencial. El MDB es el partido del relator de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) del Senado que está investigando al Presidente por la gestión de la pandemia, sus políticas o desaprensivas o erráticas, sus iniciativas de compra de vacunas y su posterior desapego a proseguir hasta el fin con operaciones de inversión o compra (con especial destaque en los medios, que siguen la televisación cotidiana de declaraciones, testimonios y sesiones, las maniobras de y con la farmacéutica Pfizer).
Insultos, lágrimas, acusaciones cruzadas, mea culpas a medias, encubrimientos tenaces, delaciones poco reveladoras, golpes de teatro, truculencia verbal con alta audiencia y promesa de segunda temporada, más allá de los 90 días prefijados para su funcionamiento. En un país ecuatorial y tropical donde hay más televisores que heladeras, todo lo que pasa por televisión importa mucho e impacta más, como ocurrirá con la Copa televisada que a su vez disputará prime time, aire y audiencia al caudal grueso y monótono de las noticias políticas y sanitarias.
El relator de la CPI es Renan Calheiros, senador por Alagoas desde 1995 del Movimiento Democrático Brasileño (MDB, otro partido pega-tudo), y cuyo hijo, también del MDB José Renan Vasconcelos Calheiros Filho, también del MDB, es el actual gobernador del mismo estado nordestino. Por lo pronto, los aliados de Bolsonaro pueden decir que la CPI no ha exhibido en su actuación y motivaciones ningún desvío importante del histrionismo del consuetudinario “circo de la política” que habían profetizado que sería. El senador por Río de Janeiro Flávio Bolsonaro, del partido derechista Republicanos, y primogénito del presidente, tomó la palabra en la sesión que interrogaba al ex secretario especial de Comunicación Social (Secom), Fabio Wajngarten, para decirle al relator Calheiros que era un “vagabundo”, quien le respondió que era un “moleque” (algo así como pendejo) lo que se volvió al bate-boca en uno de los videos con más reproducciones en las sesiones ya muy reproducidas de la CPI.
En la gran masa, quienes fueron convocados a declarar ante la CPI coincidieron en dos rasgos significativos, uno estatutario, el otro comportamental: son ex funcionarios de la administración Bolsonaro, sustituidos o destituidos por el presidente; si bien niegan la realidad tanto como la responsabilidad, y se acusan entre sí, o a terceros por fuera del Ejecutivo federal, cuando se trata de explicar resultados desgraciados de acciones u omisiones del gobierno, han preservado sin embargo al presidente. El ex ministro de Relaciones Exteriores, el nacionalista Eduardo Araújo como Fabio Wajngarten, señalaron como impulsor de las iniciativas sanitarias, o de la renuencia a planificar campañas públicas nacionales coordinadas contra el COVID-19, al ex ministro de Salud de la pandemia (mayo 2020-marzo 2021), que no era un médico, sino un militar, el general Eduardo Pazuello. Cuando le tocó declarar, Pazuello asumió la autonomía de su cartera, pero, pidiéndole perdón al pueblo brasileño cuando le pedían llanto y compunción, transfirió responsabilidades a los gobernadores y los a ministros de salud de los estados federales.
Calheiros aprovechó el martes las cámaras en vivo enfocadas en la CPI para dirigir un mensaje personalizado a Neymar: “Tengo un mensaje para vos, no juegues en la Copa América, declarate en contra”. En las redes sociales, la exhortación retórica, cargada de metáforas futbolísticas, causó extrañeza, o suspicacias sobre la sobreactuación de Calheiros y de los partidos del ‘Centro’ en la CPI. Sobre todo, al unir el pedido, extemporáneo y oportunista al inicio de la sesión de la comisión investigadora senatorial, con el destinatario de ese pedido.
En diversas ocasiones de la campaña para las presidenciales brasileñas de 2018, Neymar y su padre se manifestaron a favor de Bolsonaro. Y posó junto al Presidente y su primogénito. También recordaron las deudas de Neymar con el fisco brasileño. El Partido de los Trabajadores (PT) presentó un recurso ante el Supremo Tribunal Federal (STF) para la suspensión de la Copa América en suelo brasileño. En consecuencia, el juez supremo Ricardo Lewandowski dirigió un urgente pedido de informes a la Presidencia. Tanto el futuro judicial de la demanda, como su repercusión pública, no parece asegurado en sus resultados inmediatos, y menos todavía si se trata de un mayoritario, o firme, acompañamiento político del electorado
AGV