Mi transición empezó durante la pandemia. Encerrado en mi casa, junto a mis perros y D, mi marido, pude poner en palabras ideas que venía acumulando en años de sentirme incómodo, fuera de lugar, descolocado. No soy hombre ni mujer. Mi identidad, como la de miles, se construye por fuera de ese binomio impuesto por una sociedad que clasifica y crea estereotipos de lo que podemos y no podemos hacer. Cuando las restricciones empezaron a bajar y con mi familia, mis afectos y amigues acompañando, decidí asociarme a Vélez, el club del que soy hincha y que pinta las paredes de mi barrio.
No soy hombre ni mujer. Mi identidad, como la de miles, se construye por fuera de ese binomio impuesto por una sociedad que clasifica
Entré a su página web para iniciar el proceso vía online. El formulario exigía que llene la casilla de género, pero mi identidad no estaba representada. Sabía que Vélez contaba con un Departamento de Género y decidí escribirle. A las tres horas, ya se habían comunicado conmigo por teléfono y se ponían a disposición para asociarme. Pasaron siete meses desde nuestro primer contacto. Había una decisión política, pero también un problema técnico en el formulario online que retrasó todo, más allá de las voluntades.
El 13 de abril, me citaron en el club. La ceremonia fue íntima. Llegué al Amalfitani temprano y esperé junto a D en la Intercontinental, la cafetería del club. Cuando estuvo todo listo, Paula Ojeda, directora del Departamento de Género, me acompañó hasta el mostrador. Posé frente a la cámara con una camiseta Puma suplente de 1998, con la que salió campeón en el Torneo Clausura de ese año, y una sonrisa que desbordaba las comisuras y que quedó plasmada en el plástico junto a un socio/a. En ese momento no lo sabía, pero estaba recibiendo el primer carnet no binario en la historia del fútbol argentino, según confirmó la Asociación de Fútbol Argentino a la CNN.
¿Esto significa que antes no había personas no binarias dentro de las canchas? ¿No estábamos en la popular agitando? ¿Sintiendo los colores de un equipo como propios? ¿O transitando los pasillos de un club? Parece una obviedad aclararlo, pero habitamos, disputamos y disfrutamos los espacios con o sin las instituciones visibilizando.
Hoy se cumplen diez años de la Ley de Identidad de Género, una conquista que se ganó en las calles y en los recintos. Esta medida pudo plasmar que la identidad de género es la vivencia interna e individual del género, tal cual lo siente cada persona. La ley 26.743 abrió una puerta al reconocimiento de nuestras identidades.
Sin embargo, a diez años de su sanción, son las redes que se tejen las que empujan la garantía de derechos. ¿Cómo votar sin cambio registral? ¿Cómo proceder ante una negativa burocrática? ¿Dónde encontrar trabajadores de la salud que respeten nuestros derechos? La información circula como un empuje constante mientras seguimos enfrentando el rechazo, la desinformación, la desigualdad estructural y las violencias. A diez años, la ley se festeja de forma colectiva, interseccional y luchando por todo. Desde la reparación histórica, el acceso a la salud, el trabajo y la educación hasta nuestro derecho al disfrute. Nuestro derecho a gritar un gol.
Publicada por la agencia Télam
NC