OPINION

La disputa por la verdad en la catástrofe de Bahía Blanca: entre los 16 muertos y la “noticia deseada”

Bahía Blanca —

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Una semana después de la inundación en Bahía Blanca, los muertos no se contabilizan solo en números —16, según las autoridades—, sino en relatos y en rumores.

“Los helicópteros están meta sacar gente fallecida. Nos están mintiendo”, repiten quienes aseguran haber visto cuerpos flotando en la ría o quienes afirman tener un conocido en la morgue que sabe la verdad pero no puede hablar. 

Lo dicen en los micrófonos, lo escriben en las redes, lo comentan en los almacenes con el convencimiento de quien no tiene pruebas, pero tampoco tiene dudas. A tal punto, que algunos llaman a manifestarse en las calles.

Uno de los que describe este fenómeno es el filósofo argentino Miguel Wiñazki. Le llama “la noticia deseada”: una preferencia por los relatos que no necesariamente son los más cercanos a la verdad, pero que encajan mejor con lo que la gente quiere creer.

En Bahía, 'la noticia deseada' no solo se alimenta del miedo o la desinformación, sino de la sensación de que hay algo más allá de lo que nos dicen. Como si cada número oficial estuviera incompleto, como si no fuera suficiente para explicar lo que todos intuyen. Los muertos, el agua, el barro: todo parece más grande, más doloroso de lo que los informes quieren mostrar.

La pregunta, entonces, no es solo cuántos murieron realmente, sino por qué estamos dispuestos a creer más en un posteo de Facebook que en un parte oficial. 

Y la respuesta no es difícil de encontrar: en Argentina, la verdad oficial ha sido muchas veces una mentira oficial. 

Durante el atentado a la AMIA, Cromañón, la pandemia de Covid, la versión oficial fue puesta en duda por sectores de la sociedad que, con razones válidas o sin ellas, encontraron en la incertidumbre una verdad alternativa. Y esto tiene sentido: cuando la confianza en las instituciones está rota, cualquier información oficial se recibe con escepticismo.

El psicólogo social Leon Festinger lo llamó disonancia cognitiva: si ya desconfío del Estado, cualquier cifra que dé será, por defecto, mentira.

En la inundación de La Plata en 2013, la cifra oficial fue de 52 muertos, pero las versiones populares hablaban de cientos. Se construyeron listas de víctimas, nombres sin verificar, testimonios de personas que vieron cuerpos arrastrados por el agua. El paso del tiempo terminó por ajustar las cifras a una verdad más dolorosa: en realidad, hubo 89 muertos. Ninguna de las versiones, oficial ni popular, era completamente cierta, pero ambas compartían una parte de la verdad: la magnitud de la tragedia nunca puede ser medida solo por los números. 

“La verdad era un espejo que cayó de la mano de Dios y se hizo pedazos. Cada quien tomó un fragmento y dijo que toda la verdad estaba en su mano”, escribió el poeta musulmán Rumi.

El espejo de Rumi se rompió hace mucho, y cada uno sigue sosteniendo su fragmento, convencido de que en él está la verdad entera. Pero la verdad no está en el fragmento, ni en un parte de prensa, ni en las voces que claman desde la desinformación. Está en lo que no vemos, en lo que no podemos medir, pero sí podemos sentir. Y en eso, tal vez, todos tengamos razón.

DTC