Opinión

Una herramienta para construir proyectos

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La jornada laboral de ocho horas, las vacaciones pagas, el aguinaldo o los elementos de seguridad para realizar el trabajo y no morir en el intento fueron conseguidos con diferentes huelgas. Algunas se hicieron en la Argentina, otras en diferentes partes del mundo. Algunas se hicieron hace 200 años, otras apenas el mes pasado. Pero quienes trabajamos llegamos a cada una de ellas porque las mesas de negociaciones y los pedidos constantes no alcanzaron para que los patrones entendieran nuestras necesidades.

Por ejemplo, en el Buenos Aires de 1906 se desató una huelga de niñas y niños en la fábrica de chocolates Aguila Saint Hermanos. Exigían que se termine con el castigo físico en el trabajo. Doscientos niños-obreros llevaron adelante ese conflicto y lo ganaron. Lograron que los capataces dejaran de tener derecho a pegarles. Pasaron muchos años más hasta que el trabajo infantil dejó de ser legal. 

En los conflictos entre los intereses de los patrones y las necesidades de los trabajadores fuimos consiguiendo muchos derechos ¿Cuáles son? Los podríamos simplificar en unas pocas palabras: tener una vida digna a cambio de nuestro trabajo. Pero también podemos decirlo con mayor detalle: trabajar bajo normas y con elementos de seguridad que garanticen que no perdamos la salud o nuestras capacidades por trabajar, que podamos irnos de vacaciones después de un año de trabajo, poder comprar una casa para vivir, enviar a nuestras hijas e hijos a la universidad o comprar los medicamentos cuando nos enfermamos.

Todo eso se fue consiguiendo a través de diferentes luchas. A veces fueron más cortas, a veces más extensas, a veces fue necesario hacer una huelga o varias huelgas. Porque difícilmente, cuando nos sentamos a dialogar, los empresarios nos dieron la razón o aceptaron las necesidades que debe cubrir un Salario Mínimo, Vital y Móvil, tal como lo describen la Constitución nacional y la Ley de Contrato de Trabajo, que fue votada y sancionada hace 50 años.

Las y los aceiteros tuvimos que volver a hacer uso de esa herramienta que es la huelga ante la negativa de las cámaras patronales de actualizar el valor del salario inicial a 1.562.000 pesos. Eso es lo que necesita una persona para -según el cálculo realizado en base a información del Indec- cubrir las nueve necesidades enumeradas en la Constitución: alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte, esparcimiento, vacaciones y previsión. Antes de eso participamos durante un mes de negociaciones paritarias, donde pedíamos un aumento que -medido en porcentaje- representaba una suba del 26 por ciento. Las empresas ofrecieron un 17 por ciento. Tuvimos que hacer una huelga para volver a sentarnos a negociar: logramos una suba del 26 por ciento.

¿Para qué pedimos ese aumento? Lo respondieron las y los compañeras en las asambleas que hicimos en las plantas de todo el país para ratificar el acuerdo logrado: para enviar a los hijos a la universidad, para comprar un terreno para construir la casa propia, para poder irse de vacaciones. Ese aumento va a movilizar la economía de los lugares donde vivimos porque nosotros invertimos la plata que ganamos donde vivimos. No inventamos empresas off shore para fugar divisas ni tenemos cuentas en el exterior. 

Ese aumento lo pedimos para poder vivir con dignidad y, también, para poder pensar en algo más que sólo llegar a fin de mes. Porque cuando no tenés un salario digno no podes tener proyectos y las y los trabajadores queremos (y merecemos) tener proyectos, porque somos quienes producimos la riqueza de este país, de todos los países.

Daniel Yofra, secretario general de la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso y Desmotadores de Algodón