Si Gianni Infantino quería que sólo se hable de fútbol, logró absolutamente lo contrario con su explosiva conferencia de prensa este sábado en Doha.
“Del lado europeo de la sala se veía salir humo”, comentó un colega de la india ahí presente y agregó “Occidente está furioso, pero entre nosotros los pececillos del sur global hay una cierta exaltación” .
Parafraseo un poco y, claramente, este intercambio fue hecho con humor, pero no deja de haber dejos de verdad que delatan la división que se está dando entre algunos sectores de la prensa occidental cuyo tono acusatorio juzga y delata, y aquellos que abogan por un disfrute del Mundial y una actitud de aceptación a Qatar como país sede. Quizás no es casualidad que Qatar mismo, los países vecinos, y la mayoría de la población inmigrante asiática tienden a ser quienes festejan la idea del mundial y están más a la defensiva mientras que los europeos y los estadounidenses son quienes se aferran a la narrativa única antiqatari.
Cuando Infantino se autopercibió ‘hoy qatarí, árabe, africano, gay, discapacitado, y trabajador migrante’ dejó a todos anonadados. “Desquiciado como el rey Lear”, tuiteó el prestigioso periodista británico Henry Winter.
Y es cierto que es un poco repugnante que uno de los hombres más poderosos del mundo, llegado a la cima de una de las industrias que más dinero maneja, cuya ambición ha sido acompañada por el privilegio que le tocó en suerte cuando nació blanco, europeo y hombre (a partir de lo cuál puede tomar decisiones privadas con muchísima más libertad que la mayor parte de la población del planeta tierra) minimice la dura realidad de millares menos afortunados en un soliloquio cuyo principal objetivo fue de facto defender los intereses de su negocio.
Y, sin embargo, hasta un reloj que no anda indica la hora correcta al menos dos veces al día. Infantino ocupó el cargo más importante de la FIFA luego de que el FBI decretara que el régimen anterior era corrupto. Detalles de la caída de la casa de FIFA se pueden ver en un documental en Netflix, Los entresijos de la FIFA, que cuenta con testimonios detallados de muchos jugadores cercanos al poder, incluidos Sepp Blatter y Ricardo Teixeira entre otros. Basado en el libro del periodista de investigación David Conn, la serie disipa muchas dudas si es que alguna podría haber y deja en claro que el modus operandi de la selección de países sede para los mundiales 2018 y 2022 fue un punto de ruptura, incluso en los más altos pasillos del poder. Sorprendentemente, la serie ni menciona a Julio Grondona, por lo tanto se pierde la oportunidad de relatar la joyita -que se ha hecho leyenda por cucaracha- de la anécdota que cuenta la reacción de Don Julio cuando se supo que Rusia y Qatar habían sido elegidos: “Nos van a meter presos a todos”.
Se supo entonces que Blatter no estuvo de acuerdo con esas ‘elecciones de sede’ pero cuando Infantino, cabeza de la UEFA, tomó el mando de la FIFA su actitud fue más de ´ir en esa´ y se fotografió triunfante abrazado con Vladimir Putin, a quién declaró amigo del fútbol.
Pocos meses después del Mundial de Rusia, Infantino hizo una aparición en Buenos Aires. Por primera vez la final de la Copa Libertadores era entre dos clubes de la misma ciudad -River y Boca- y el entonces presidente Mauricio Macri quiso mostrarle al mundo la fiesta del fútbol argentino, permitiendo por primera vez en más de una década el ingreso de hinchas visitantes a la cancha. Un bochornoso operativo policial llevó a la suspensión del partido y el fútbol argentino quedó ridiculizado ante el mundo trasladándose a Madrid unos días después. Infantino, sin embargo, permaneció en Buenos Aires como invitado de honor del G20, la cumbre política que se llevó a cabo con una seguridad ejemplar; enormes vallas metálicas de contención por todo el centro de la ciudad, Internet interrumpido y la sugerencia por parte del gobierno que los residentes se fueran a pasar unos días a otro lado.
Este año, Infantino volvió a dirigirse al G20 para pedir un cese al fuego entre Rusia y Ucrania durante el Mundial. También les escribió una carta personal a las 32 federaciones participantes, pidiéndoles que se concentren sólo en el juego y no mezclen la política con el deporte. Pero, en su discurso este sábado, él mismo se explayó durante una hora y media en lo que iba a ser una conferencia de prensa de cuarenta y cinco minutos sobre la temática geopolítica que ha acaparado la atención de los medios occidentales durante una previa que ya lleva años.
En un momento dado, señalando a Tariq Panja de The New York Times, Infantino prometió que en los próximos años pasará mucho tiempo “en su región del mundo”. Entre risueños y ofendidos colegas del londinense Tariq se preguntaban si Infantino planea mudarse al barrio de Hackney, pero entrelíneas se entendió que el próximo paso en la expansión global será hacia la India. Negocios con Narendra Modi, el primer ministro de la India, es lo único que le falta a la FIFA para que la jaqueca de quienes tengan que manejar su imagen y su RRPP se convierta en incurable.
El fútbol y la felicidad
Vuelvo al sin embargo. Gianni Infantino no es el abanderado que intuitivamente uno elegiría para la marcha de la ética y la moralidad, ni tampoco el fiscal contra la hipocresía, pero algunas cosas que dijo son veraces y dignas de no perder de vista. A los europeos puede no gustarles pero, por ejemplo, la frase “Por lo que los europeos hemos estado haciendo durante los últimos 3000 años, deberíamos estar disculpándonos durante los próximos 3000 años” es atendible. El catálogo de aberraciones es largo, pero por dar un ejemplo ilustrativo, el sistema “kafala” (sistema de explotación utilizado para monitorear a los trabajadores inmigrantes) fue introducido en Qatar por los británicos.Ì“Si a Europa realmente le importara el destino de esta gente, podrían crear vías legales para que una cantidad de estos trabajadores puedan venir a trabajar a Europa. Darles un futuro, darles esperanza ”, también dijo Infantino. Hoy por hoy Europa y Estados Unidos fortalecen sus fronteras y deshumanizan a quienes buscan acercarse etiquetándolos de Ìmigrantes económicos Ì - es decir, no refugiados que buscan asilo político, sino ganarse la vida-. Los centros de detención donde se procesa a los recién llegados son verdaderamente deplorables, la retórica política agita el odio y la polarización, en busca de votos de una población que tiende cada vez más a la extrema derecha creyendo que estos inmigrantes constituyen una amenaza.
Muchos de los que llegan al país para trabajar legalmente vienen también traficados por empresas que les cobran y con las cuales quedan endeudados aún cuando el trabajo prometido no llega a concretarse por algún u otro motivo. Esta misma semana, The Guardian detalló la situación de miles de asiáticos para quienes éste es el caso.
El término de rigor en inglés es ´whataboutism´; la falacia de darle la contra a un argumento X diciendo “pero Y y Z también…”. Así es que cada vez que alguien señala que Qatar no es apropiada como sede del mundial por algún motivo específico , si el contraargumento es que Rusia 2018 también prohibió la homosexualidad, por ejemplo, o que en Brasil 2014 tampoco eran ideales las condiciones de los trabajadores de los sectores de construcción, servicio doméstico u hospitalidad, o que en Argentina 1978 se cometían aberrantes violaciones a los derechos humanos, muchos responden diciendo “eso es ´whataboutism´. Como quitándole mérito a señalar la hipocresía. Quizás un poco de ‘whataboutism’ no viene mal; el pensamiento crítico nos obliga a cuestionar las contradicciones y las doble varas.
El discurso de Infantino manifestó abiertamente todas las temáticas que este Mundial ha puesto sobre la mesa de debate, desde el consumo de cerveza hasta la legitimidad de los hinchas de fútbol no blancos. Desde el racismo hasta la careteada markitenera de las grandes marcas. Rescaté aquí apenas un puñado que me hicieron ruido y me dejaron pensando. Fue como si Infantino, a los gritos, depurara los argumentos contra Qatar hasta las últimas consecuencias, señalando que el conjunto de criterios que se le exige no los alcanza nadie.
Una pequeña esperanza es que el foco de atención sobre estos temas continúe alerta más allá del campo de juego, y más allá del país anfitrión en esta particular edición de la copa. Que esta absurda polarización entre europeos y primermundistas versus el ‘sur global’ sea superada, y que respetando nuestras diferencias logremos aceptar que al mundo árabe y asiático también les pertenece el fútbol, y la felicidad que éste puede dar.
Lastima que lo dijo Infantino.
Fin.