AL FINAL NO ERA TAN ASÍ

El Kremlin destapa el vodka imperial y la izquierda alemana se rebela contra sí misma

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Después de pasar un verano para el olvido, con un golpe de estado fallido y el riesgo de una contraofensiva ucraniana arrolladora que nunca terminó de iniciarse, el Kremlin destapó el vodka imperial y las conservas de pepinillos para celebrar una semana de noticias alentadoras para los planes del presidente Vladímir Putin.

Mientras la guerra se enquista sin avances significativos de ninguno de los dos países, la Cámara de Representantes de Estados Unidos voló por los aires, poniendo en duda las ayudas vitales del gobierno de Joe Biden a las fuerzas armadas de Ucrania. Una estimación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS por sus siglas en inglés) señala que Washington envía unos 2 mil setecientos millones de dólares por mes. 

El martes pasado un grupo de halcones respaldados por Donald Trump eyectó al líder de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, quien, a pesar de ser republicano, había logrado acuerdos con lo bancada demócrata para impedir el cierre del gobierno, y sostener las ayudas a Kiev. Su salida, y un posible reemplazo por algún representante aliado del expresidente o bien por el mismo Trump, deja al mandatario ucraniano, Volodímir Zelensky, en el peor de los mundos

Un artículo del Financial Times esta semana sostiene que la pérdida de apoyos de Ucrania en la política de Estados Unidos no es nueva: ocho de cada diez votantes republicanos no apoyan el envío de dinero a Kiev. La cercanía de las elecciones presidenciales (noviembre de 2024) y los problemas migratorios en la frontera sur del país —dos temas linkeados y anabolizados por Fox News y otros medios conservadores— afectan el corazón del votante y producen una nueva jerarquización sobre la forma en que debe gastarse el dinero de los contribuyentes. 

En esta línea trabajan los tres principales candidatos republicanos a la Casa Blanca, Trump, Ron de Santis, y Vivek Ramaswamy. A largo plazo, solo una reelección aplastante de Biden podría reordenar la política estadounidense para que Ucrania continúe recibiendo los miles de millones de dólares que recibe mensualmente. 

En Europa el panorama no es más alentador para Kiev. El jueves se filtró a la prensa un borrador del Consejo Europeo sobre los costos que tendría para el bloque de los 27 países la inclusión de Ucrania. Muchos países de los ingresados en las últimas dos décadas como República Checa, Malta, Estonia o Lituania dejarían de ser receptores de fondos (para elevar sus capacidades y acercarse al nivel de los miembros más desarrollados) para ser contribuyentes. Aunque la Unión Europea se apuró a quitarle importancia al documento, la noticia alimenta la creciente ola de incomodidad que cada vez más países expresan respecto a los costos de sostener el apoyo moral y financiero a Ucrania

Quizás por este tipo de hechos, días atrás volvió a ganar las elecciones parlamentarias de Slovakia el exprimer ministro y cercano a Rusia, Robert Fico. Una de las primeras consecuencias de su triunfo, aunque todavía no se formó un nuevo gobierno, fue la suspensión del envío de dinero a Ucrania por parte de ese país. Por supuesto, se trata de una de las noticias que calza perfecto en el rompecabezas que se arma en el Kremlin cuando se imaginan una Unión Europea debilitada. Sobre todo cuando se lee en los diarios que uno de los primeros en saludar el triunfo de Fico fue el primer ministro de Hungría y aliado de Putin, Víctor Orbán.

Por último, habría que anotar en el haber del mandatario ruso las averías que sufre la locomotora franco-alemana. Cuando Berlín y París no están sincronizadas, todo el bloque se resiente. Es lo que sucede ahora con el canciller Scholz y el presidente Macron. Un problema de química, según apuntan los diarios europeos. El problema es que su falta de entendimiento está dilatando decisiones en Bruselas, entre ellas la aprobación del Marco Financiero Multianual, que contiene las ayudas para Ucrania. 

Este viernes se celebró en Rusia la reunión anual del club Valdai, uno de los foros políticos más importantes del país. Allí el presidente Putin se refirió a las ayudas que recibe Kiev: “Ucrania no puede existir sin el apoyo externo. Se ha vuelta totalmente dependiente. ¿A qué precio? Al precio de que le inyecten billones de dólares cada mes. A penas esto se interrumpa, se termina todo en una semana”

La pelota ahora vuelve a quedar del lado europeo. El ministro de Exteriores de la Unión Europea, Joseph Borrell, aseguró que los 27 seguirán apoyando a Ucrania. En la mesa de negociaciones hay propuestas por valor de 50 mil millones de euros, afirmó antes de aclarar que Europa no podrá reemplazar a Estados Unidos. 

Salvo en el campo de batalla donde la muerte y los enfrentamientos se suceden sin alteraciones, el conflicto militar en Ucrania va entrando cada vez más en un marco de estancamiento e incertidumbre. Hacer proyecciones es tan difícil como al principio de la escalada bélica, un año y medio atrás. Sin embargo, nadie pierde haciendo sus apuestas, y, según fuentes del diario ruso Kommersant, el presidente ruso podría anunciar en las próximas semanas su candidatura a las elecciones presidenciales del 2024.

El viaje de la izquierdista Sahra Wagenknecht

El viraje que está realizando la política alemana Sahra Wagenknecht no cuenta aún entre las noticias que alegran al Kremlin, pero podría estarlo pronto. El escenario político alemán vive horas intensas.

Los últimos sondeos colocan al partido de ultraderecha Una Alternativa para Alemania (AfD) disputando el segundo lugar con el oficialista SPD (socialdemócrata), y unos pocos puntos por debajo de los conservadores de la excanciller Ángela Merkel, CDU. El miedo a la inmigración de África y Medio Oriente y al islam, sumados a las preocupaciones económicas, ha hecho que la AfD deje de competir por un par de escaños para transformarse en un actor gravitante de un próximo gobierno alemán. 

En ese contexto, la dirigente izquierdista Wagenknecht ha decidido rebelarse contra su partido Die Linke (hundido en las encuestas) y las políticas que llevó a cabo en los últimos años. Según afirma El País, la escisión podría producirse a fines de este año. 

La carismática política -autora de varios libros y habitual comunicadora- afirma que la izquierda dejó de preocuparse por las injusticias propias del capitalismo para centrarse en otras “luchas” que no son por las que ha hecho política la izquierda tradicionalmente. 

En uno de sus últimos libros, “Contra la izquierda neoliberal” llama a esta nueva versión progresista como “el liberalismo de izquierdas”, y apunta: “Una reivindicación importante del liberalismo, por ejemplo, es la tolerancia con las opiniones diversas. El típico liberal de izquierdas, sin embargo, es exactamente lo contrario: extrema intolerancia con quien no comparte su visión de las cosas”. Wagenknecht se refiere las políticas sobre las minorías y el cambio climático, sobre todo, aunque también con la apertura a la inmigración. En palabras del partido reaccionario de España, Vox, “la dictadura progre”.

El análisis electoral que hace el periodista Fernando Vallespín de El País, dice que Wagenknecht podría robarle votos a AfD, lo cual suena bastante lógico, y podría suceder. Pero en las cuentas del Kremlin lo que importa es que, al igual que AfD, la dirigente del Die Linke preferiría que la guerra en Ucrania llegara a su fin cuanto antes.

AF/JJD