Escala humana

Legislativas porteñas: la capital del cotillón electoral

10 de abril de 2025 06:43 h

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Llegaron las listas de las legislativas porteñas y, con ellas, la política local se volvió más que nunca una pasarela nacional. De ser tratada por décadas como la Cenicienta electoral, entre un macrismo que la daba por sentada y un kirchnerismo que se resignaba a perderla, la Ciudad de Buenos Aires hoy vuelve a ser valorada, aunque sólo como trofeo a exhibir, y no como el distrito donde viven casi tres millones de personas con problemas concretos.

El oficialismo local no esconde su pánico ante la posibilidad de perder su bastión histórico, y por eso desempolva todas las figuras que cree de confianza. Ahí están los Macri, Lombardi y hasta Lospennato, ese intento de ala progre dentro de la derecha que incomoda a algunos pero sirve para hacer más digerible el combo. Todos ocupando su puesto en la trinchera, volviendo a anunciar inversiones en cultura y hasta aguantando silbidos en pleno Bafici con tal de evitar el desembarco de un partido que jamás gobernó Capital

“Nuestra única preocupación es que el kirchnerismo vuelva a avanzar en la Ciudad”, dijo Vidal un día antes del cierre de las listas. La agenda real (educación, vivienda, salud, transporte) puede esperar. Lo urgente, al parecer, es marcar territorio.

En ese showroom de candidaturas, hay lugar para todo: desde new low porteños como el olor a pis y la mugre en el subte, hasta el uso del atril presidencial como vidriera, y el abuso de la inteligencia artificial como fábrica de propaganda low cost. Todo vale en esta encuesta con fondos públicos.

Incluso vale la trampa, como dejó en claro Yamil Santoro (Unión Porteña Libertaria) tras presentar su lista con un logo mellizo del de Unión por la Patria y, no contento con eso, puso de cabeza a su hermano Leandro, homónimo del candidato de UxP. Como si para merecer un escaño en esta ciudad bastara con trucos básicos y no hiciera falta discutir qué hacer con una metrópolis que se encarece, se endurece y se deteriora.

Mientras la Ciudad de Buenos Aires está peor que nunca en años, hay más nombres que propuestas: lo que era Juntos por el Cambio en 2023 ahora se reparte en cinco listas distintas; mientras el peronismo se divide en cuatro; los libertarios, en tres; y la izquierda, en dos. 

Pero en algo hay acuerdo, al menos entre oficialistas y libertarios: hay que elevar penas a los trapitos, bajar impuestos y devolver a los supuestos delincuentes a sus presuntos hogares del Conurbano. Una narrativa de “invasión” desde el otro lado de la General Paz que alimenta una idea de pureza urbana no sólo clasista y maniquea, sino también profundamente funcional al statu quo. Y, sobre todo, falsa.

La grilla y el tablero

En el medio, los porteños miramos cómo nos usan como piezas de ajedrez. En el día a día, nuestra preocupación no es quién se impone en la batalla simbólica con ínfulas nacionales sino quién resuelve lo importante en la ciudad: el valor del alquiler, la inseguridad urbana, el patrimonio, el desarrollo inmobiliario, el verde, la movilidad.

El problema no es sólo que se juega con la ciudad sin siquiera discutirla. Es que, además, ya nadie cree en el juego. Y es que, ¿por qué alguien creería? 

La línea F de subte se publicita como si ya estuviera corriendo, con campañas con imágenes igual de ficticias: las de usuarios felices creados con inteligencia artificial. Se promociona como renovación lo que en realidad son tareas de mantenimiento incluidas en la sigla ABL. Y se difunden imágenes del barrio Rodrigo Bueno para hablar de la 31 con tal de captar votos a fuerza de indignación performática, vía Ramiro Marra.

En este panorama, vale más el ruido que el rumbo. Pero, si nadie habla de lo que importa, ¿qué sentido tiene escuchar?

Sobran torres, faltan techos

Es curioso ver cómo la ciudad más rica del país enfrenta problemas que parecen de otro contexto: escuelas con techos que se caen, cientos de porteños por día debutando en la vida en la calle, bolsas de basura desgarradas por todas partes, o barrios populares que se inundan mientras el Estado asiste poco y nada. 

Buenos Aires tiene presupuesto de capital europea, pero promesas de maqueta y realidades de emergencia. Campañas con fakes, trampas e inteligencia artificial: todo menos política real

Todo con un presupuesto de $13,6 billones, mayor al de capitales como Madrid, que cuenta con €7.557 millones. Convertida a moneda europea, la billetera porteña equivale a unos €11.362 millones, casi 50% por encima de la madrileña en términos absolutos. 

La diferencia se amplía si se ve el gasto per cápita: mientras Buenos Aires destina cerca de €3.640 por habitante, Madrid invierte unos €2.290. La comparación, más allá de las diferencias en lo institucional y lo económico, da una idea del volumen de dinero con el que se mueve esta ciudad. Una riqueza que, sin embargo, deja preguntas sin respuesta.

¿Qué se va a hacer con la escasez de espacios verdes? ¿Y con el subte, con más suciedad e interrupciones que ascensores que funcionen? ¿Y con las 32 líneas de colectivos que empezó a administrar el Gobierno porteño, pero en lugar de mejorar sólo aumentan su boleto? ¿Cuántas propiedades de alto valor patrimonial seguirán derribándose para construir torres vacías? ¿Qué plan de movilidad hay, más allá de anuncios inconexos? ¿Y qué programa para enfrentar la crisis sin criminalizar a quienes duermen en la calle o trabajan en ella?

Nos dicen que Buenos Aires es una “ciudad de vanguardia”, pero las veredas están cada vez más rotas. Nos dicen que Buenos Aires está limpia mientras tiran desodorante con aroma a limón. Nos prometen una urbe moderna e innovadora, pero los colectivos y calles siguen colapsando en hora pico. Y el subte, pese a los anuncios, dejó de sumar kilómetros hace seis años, mientras Santiago de Chile y San Pablo literalmente nos pasan por abajo. 

El cinismo en la política no es nuevo, pero sí es cada vez más destructivo. Incluso aunque nos hayamos acostumbrado a vivir en una ciudad que, más que cumplir, promete. Cuando la campaña apunta más a lucirse en la vidriera que a gobernar en serio, el resultado es siempre el mismo: promesas sin ciudad. Quizás la clave de las próximas elecciones no sea quiénes ganan, sino cuánto perdemos en ese proceso.

KN/JJD