Yo sabía que mi amiga tomaba algo para el cerebro. Que a veces la veía aparecer con su cara preciosa y otras veces no aparecía por ningún lado. Luego entendí que cuando la veía era porque estaba demasiado contenta y cuando no porque estaba demasiado triste. Un día salió a pasear por Miraflores y se tiró por la ventana de un hotel al que había entrado una hora antes. La explicación que nos dieron fue que había dejado de tomar sus pastillas de litio y por eso había querido matarse.
Esa fue la primera vez que oí hablar de esa piedrecita, porque en clase de Química ni me enteré. Así que para hacer este artículo he tenido que recurrir a los libros de mi hija en los que se puede leer que se trata de un elemento de los alcalinos. Junto al helio y al hidrógeno, el litio es el único otro privilegiado nacido del mismísimo momento del Big Bang; un metal blando, como del color de la plata salpicada de leche o del reflejo de las escamas de la carne de merluza; con tendencia a oxidarse en el aire o en el agua, ligero para ser un sólido; duro y blando como nuestro estúpido corazón, algo que si se enciende provoca una llama carmesí. La química siempre me ha parecido poesía.
Bueno, en eso me había quedado yo, allá en los primeros años de los dosmiles, pensando que el litio era esa cosa que si faltaba podían morir nuestras mejores amigas, las más buenas, las más dulces. Pero, desde que se descubrió allá por 1817, se ha usado para muchas otras más. Tratar el trastorno bipolar es solo una de ellas. Al parecer se emplea especialmente para las baterías eléctricas. O sea que cada vez que me enchufo, eso que ocurre tantas veces al día, cuando enchufo cualquier cosa, hay litio de por medio. Muchísimos cerebros, millones de ellos en el mundo necesitan litio aunque no sean bipolares, para sus móviles, televisores, tablets u ordenadores. Ahora mismo la civilización humana, en la fase más sofisticada y guarra del capitalismo, junto a sus líderes, creen necesitar tanto el litio que si no lo tienen no es que se suiciden por una ventana sino que serían capaces de matar.
Si ponen litio y guerra en Google podrán entretenerse con páginas y páginas de geopolítica en torno a la piedrita. De los salares de Ucrania que desean Putin y los rusos a los de Australia; de los del Hombre Muerto (sic) en Argentina, pasando por el de Atacama en Chile hasta el de Uyuni en Bolivia, algunos de los más sexys del mundo. Estos tres, de hecho, conforman el triángulo del litio y hace rato que son objetivos estratégicos del primer mundo.
Esta semana, una gringa generala encargada de los asuntos del cono sur (sic) hablaba sin tapujos presumiendo ante chinos y rusos de que a EEUU le queda la carta de saquear nuestros recursos naturales, que nuestras putas riquezas eran un tema de su “seguridad nacional”, con la que podían “jugar” en sus componendas políticas y bélicas. Habló orgullosa, como si fuera suya, de la Amazonía como pulmón, del agua dulce (31 por ciento del agua dulce del mundo está aquí) y, claro, del litio. Parecía un personaje de la película Avatar y yo me puse azul y me salió cola al escucharla.
¿Que por qué vemos a todas estas feministas blancas uniformadas a las que les gustan las guerras merodeando por aquí? ¿Que porque una panda de indígenas obstruyendo una carretera con piedras representa tremendo peligro? En 2003 la tonelada de litio valía 450 dólares y ahora cuesta 65 mil dólares. Chúpate esa. Esto significa sin ninguna duda que las grandes potencias mundiales y nuestros Estados corruptos del sur —pareja perfecta de coadictos—, se encuentran ahora mismo en un estado de ánimo frenético, maniático, diríamos.
Al litio ya le llaman “el oro del futuro”, por ser imprescindible para las baterías de los esperpentos eléctricos de los que dependemos enfermizamente, y también porque ya se están usando para dejar atrás a los coches del pasado; aunque Josema no se acostumbre porque sigue enamorado de los coches del pasado, esto va a pasar. Los coches eléctricos, fantásticos como Kitt, necesitan litio para volar. De la carrera a la Luna a la carrera armamentística y de ahí a la carrera aeroespacial. Los ricos del mundo se cargaron los combustibles fósiles y ahora hay que reemplazarlos por nuestro amigo el litio, cueste lo que cueste, alistando a las tropas de cholos para matar a otros cholos, si hace falta.
Y sorpresa, parecía que esta no iba a ser mi cuarta columna de la semana sobre Perú, mi rico y pobre país. Pero los engañé, porque sí que lo es. Los yacimientos de litio en Puno, lago de litio, Tres Hermanas… contienen reservas de hasta 4.71 millones de toneladas. O sea, Puno ocupa el sexto lugar con más litio de todo el mundo, superando incluso las reservas de Chile y Bolivia. En estos días de dictadura cívico militar, la señora presidenta Dina Boluarte ha llegado a acusar a Bolivia de querer invadir Perú, ha prohibido el ingreso de Evo Morales a nuestro país y ha mentido diciendo que las balas que mataron puneños eran de armas bolivianas. Como la protesta en Perú, y en especial en Puno, sigue resistiendo en sus distintas ciudades, Boluarte dijo en rueda de prensa que Puno no era el Perú, pero al minuto lo militarizó. Las imágenes parecen salidas de la Guerra de las Galaxias.
Ya lo dijo Lourdes Huanca en una entrevista en este elDiario.es: “Hay litio en Puno. ¿Creen que vamos a decir, ven aquí sácalo todo?” Las peruanas y peruanos en los territorios saqueados por multinacionales y por sus gobiernos están hartos de que el país se venda en pedacitos a millones de dólares y que ellos sigan en la pobreza y enfermando y muriendo por la contaminación, como está pasando con la tierra y el agua. Que mi país, ahora en llamas, sea de los más ricos productores de gas y que la gente del sur, de donde se extrae, siga muriendo de frío porque apenas puede encender una leña es inaceptable. Que cientos de niños mueran al año por las heladas en Puno es la deshumanización. Que el litio del Perú no se quede en el Perú para su propia energía renovable es un crimen. Que estén matando gente porque quieren cambios en las reglas de juego es fascista. El litio es clave para la apuesta global por las energías renovables. Ok, pero ya sabemos a quiénes les tocará el lado maníaco y a quiénes el represivo.
Puno, ahí donde más muertos han dejado las fuerzas de seguridad del Estado de las 65 víctimas totales, ese departamento que colinda con Bolivia, que nos hace compartir un lago, el Titicaca (titi para el Perú, caca para Bolivia, según el chiste infantil y racista), que nos hace ser tantas veces una sola cosa, una cultura inmensa, sin fronteras, la aymara, y toda la belleza del altiplano, tiene el litio que les falta. Si en el siglo II, leo por ahí, los baños en cascadas de aguas alcalinas estaban indicados para víctimas de la manía y la melancolía, hoy, en el siglo XXI, esto de tratar dos estados con el litio, el de estar “muy arriba” y el de estar “muy abajo”, solo puede definirse como lucha de clases. La que vamos a dar.
GW