Marine Le Pen, “tribuna de la plebe”

Profesor Investigador Universidad Torcuato Di Tella —

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En los tiempos de la República romana existía un funcionario encargado de organizar y defender a los excluidos del sistema político y de darles un sentimiento de fuerza y confianza: el “tribuno de la plebe”. En Francia esa función “tribunicia”, que hasta no hace mucho cumplía el Partido Comunista, hoy la ejerce la fuerza que encabeza Marine Le Pen: la Unión (Rassemblement) Nacional. El ascenso de la principal fuerza de extrema derecha francesa comenzó en los años 80 y desde entonces su electorado no ha hecho más que crecer, capturando el voto obrero, que antes iba a los comunistas, y el de la clase media baja, que se expresaba a través del gaullismo y otras fuerzas conservadoras. Hoy el partido, que desde su fundación en 1972 como Frente Nacional ha sido conducido por los miembros de una misma familia—primero Jean Marie Le Pen, y desde 2011 hasta el año pasado, por su hija Marine—disputará, por tercera vez, la segunda vuelta de una elección presidencial—ya lo había hecho en 2002 (contra Jacques Chirac) y 2017 (contra Emmanuel Macron). Con medio siglo de existencia y casi cuatro décadas de presencia electoral, el partido de los Le Pen ha logrado un anclaje sólido y permanente de la sociedad francesa. Su resiliencia se explica, por un lado, en las transformaciones económicas y socioculturales de la Francia posindustrial, y por el otro, en la capacidad de este partido para convertirse en el receptor e intérprete de los sectores sociales golpeados por las políticas de liberalización y las consecuencias de la integración europea. 

A manera de ejemplo consideremos la incidencia de la estratificación educativa en las preferencias electorales de los franceses. En los años 80 y 90 el voto de extrema derecha estaba distribuido de manera relativamente uniforme entre los distintos estratos educativos—definidos según el diploma obtenido o la cantidad de años en el sistema escolar—, con una leve diferencia entre los titulados universitarios y, en el extremo inferior de la pirámide, los que no terminaron los estudios secundarios. En la elección del 10 de abril próximo pasado el panorama es radicalmente distinto: casi la mitad de los votos obtenidos por el RN provino de los dos grupos con menor calificación educativa—niveles definidos en la jerga burocrática como “Bac” e “inferior a Bac”; sólo el 5% provino de los poseedores de una formación universitaria completa—nivel “Bac + 5”. En términos socio-económicos y demográficos se trata de personas en edad activa, desocupadas—en este grupo Le Pen compite con el líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon—o con ingresos mensuales inferiores a 2000 euros—obreros (34%), empleados y cuentapropistas (más del 20%)—, tanto mujeres como hombres—la diferencia entre unas y otros es mínima—que residen en zonas rurales y aglomeraciones de menos de 9.000 habitantes (más del 20%). 

Otro de los factores que explica la persistencia del voto lepenista está relacionado lo que se ha dado en llamar la “des-diabolización” de Marine Le Pen y su capacidad para capitalizar las demandas de excluidos y agraviados ampliando la paleta de temas que instaura en la agenda electoral. Marine Le Pen ha jugado un rol fundamental al correr el peso de la campaña hacia cuestiones sociales y económicas—el “poder adquisitivo” es uno de sus principales caballitos de batalla—, relegando a un segundo plano las relacionadas con la inmigración—prohibición de la doble nacionalidad para inmigrantes no europeos, expulsión automática de extranjeros en situación irregular, supresión de la asistencia médica estatal y el derecho de asilo—y la Unión Europea—anulación de legislación por medio del Referéndum de Iniciativa Ciudadana (originalmente propuesto por los Chalecos Amarillos). Hoy Marine Le Pen se presenta como la candidata de “los que no llegan a fin de mes”, la que entiende mejor que nadie el miedo de los que viven en barriadas asoladas por el crimen y la droga, porque ella misma conoció el miedo cuando de niña atentaron contra su padre colocando una bomba en el departamento familiar. El abandono de la postura histórica de defensa del mercado, característica del período en que el Frente Nacional fue dirigido por su padre (1972-2012), en favor de una línea “social-populista” o redistribucionista—bono adicional para los ingresos más bajos, aumento de la jubilación mínima, disminución del IVA para combustibles, gas y electricidad y reducción del impuesto a las ganancias a partir del segundo hijo—hizo aparecer a su hija Marine como mas moderada, especialmente luego de que le surgiera un competidor por el voto de extrema derecha: el polemista y líder del partido ¡Reconquista!, Éric Zemmour. Las posturas aún mas extremistas de este último—contra la inmigración y a favor del libre mercado—hicieron fácil a Le Pen reposicionarse como la candidata de la “unidad” de la nación en momentos en que cada vez más franceses sienten que su país se ha convertido en un archipiélago de comunidades e intereses sin un objetivo común.