SOY GORDA (ESEGÉ)

La memoria del dolor

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Es probable que hayas escuchado hablar del director de cine Vincent Minelli o que hayas visto bailar y actuar a Liza Minelli, en Cabaret. El primero fue marido de Judy Garland y Liza, la hija de la actriz de El mago de Oz (1939). De Judy, en realidad de Proyecto Garland, vamos a ocuparnos hoy acá.

A la obra Proyecto Garland la vi el domingo pasado, a las 20, en el espacio No avestruz, de Palermo. Teatro en cooperativa, como la mayor parte de los espectáculos que veo.

Había asistido más temprano a una adaptación escénica inquietante del poema El cuervo, en el cementerio Británico, una experiencia imperdible, gratuita y con visita guiada por el predio.

Renglón aparte: el unipersonal basado en los más famosos versos de Edgar Alan Poe está dirigido por Iván Moschner y lo intepreta con gran compromiso Ariel Aguirre, en su versión original en inglés y en nuestro idioma, con traducción de Ingrid Pelicori.

El cuervo (1845) es la declaración de dolor de un hombre que ha perdido para siempre a Leonor, su amada, y una noche espectral recibe la visita del ave rapaz. La función tiene lugar en la capilla, un lugar sagrado como el cementerio, donde reinan la paz y el silencio.

¡Diablo alado, no hables más!, dije, dando un paso atrás; ¡Que la tromba te devuelva a la negrura abisal! ¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje quiero en mi portal! ¡Deja en paz mi soledad! ¡Quita el pico de mi pecho y tu sombra del portal! Dijo el cuervo: “Nunca más”, escribió el también autor de El escarabajo de oro.

No es casual la elección del lugar. El poema de Poe refiere al misterio de ese destino inexorable de los seres vivos: la muerte. con una vida dura, su matrimonio fue una experiencia amarga ya que perdió a su esposa luego de una larga enfermedad. Bebía alcohol y consumía drogas y la opacidad de su cotidiano, la negrura de sus días, está presente en sus textos.

Unos cien años después, en el mismo país, Judy Garland también intentaba escapar de lo sombrío ingiriendo sustancias.

Proyecto Garland fue escrita por la dramaturga y actriz Marina Munilla y por el director del montaje teatral Gerardo Grillea. Es una pieza conmovedora, con una interpretación fuera de serie de Munilla, que narra la vida tormentosa de Judy como un modo de indagar en la violencia de género, problema antiquísimo que no se acaba, al contrario: crece y afecta con furia aniquiladora a las niñas y a las jóvenes, aunque también a las adultas y a las más mayores.

“Tenés que estar esplendida, Judy, no gordita…”.

“Tenés que hacer un nuevo tratamiento… Judy, querida, no te toman en las audiciones porque estás gordita”.

“Sí, Judy, estás gordita, podés caer en coma en cualquier momento”.

Son algunos de los mensajes gordofóficos que la madre de Judy le deja a su hija en el contestador telefónico. Una pesadilla a la que Judy responde: “No estoy gorda. Estoy hinchada. Mi cuerpo está envenenado con fluidos”.

Judy es una nena a la que la mamá le exige hacerse trenzas perfectas, pero nunca la peina. Judy corre a audicionar para las películas y la mamá le dice que no la eligen por el tamaño de su cuerpo. Su progenitora la presiona, cuenta los veintidós pliegues del vestido que lleva puesto y chequea que el esmalte de las uñas de la hija esté impecable.

Ya un poco más grande, la actriz se enamora de Mickey Rooney, compañero de películas en la Metro-Goldwyn-Mayer. Para Rooney  “existen todas las demás antes que yo. Además, yo estoy gordita. Él no me lo dice, pero me mira de reojo y seguro piensa: Sí Judy, estás gordita”, supone la actriz

Louis Mayer, el hombre más poderoso de Hollywood de entonces, dictaminó que Judy debía reprimir su apetito con sopa, lechuga y 80 cigarrillos por día. Además, la obligaba a consumir anfetaminas para energizarla en las filmaciones y somníferos para dormir.

“Cuando sos una niña y mantenés a tu familia, algo no está bien”, dice Munilla, ganadora del Premio Ace Revelación Femenina y nominada como mejor actriz de Teatro Alternativo para el mismo galardón.

Con humor y gran entrega, la intérprete sondea en los confines del amor, el deseo y la fama. Su cuerpo herido registra los efectos de los traumas infantiles y Grillea cautiva al público al presentar un mundo sombrío, atravesado por los recuerdos de su criatura en el set de El mago de Oz. Judy está en una bañadera que ocupa el centro de la escena: a veces flota y otras se hunde.

Como sucede en la vida, la memoria estalla y surgen fragmentos del pasado de la mano de las canciones. Detrás de una bella voz está Judy, quien, como otras niñas y otros niños, pide a gritos ayuda.

Judy estuvo varias veces internada en psiquiátricos, quiso suicidarse y murió por una sobredosis.

Cuando los policías entraron al pub Stonewall Inn, en Greenwich Village, para reprimir, los clientes del bar sólo querían escuchar su voz en paz. Ella había sido una referente para la comunidad LGBT+ que se rebeló ese día. Judy se había muerto unas jornadas antes.

Proyecto Garland es un zig zag por los caminos de una vida llena de lastimaduras y cicatrices. La niñez le ha sido arrebatada a Judy y sus vivencias determinan destinos dolorosos. Ha sido una niña célebre y vulnerada. Ganó el Oscar como Dorothy y, siendo una adulta, el sexo, las pastillas y el alcohol fueron sus recursos para escapar de una vida de pesadilla. La música y el humor fueron atajos previos al naufragio. Murió a los 47 años, en 1969, víctima de una sobredosis de medicamentos.

Munilla ya había mostrado su genio actoral en la obra Golda Meir, cuestión de Estado, en torno a la lideresa israelí. Sumergirse en lo profundo del personaje para que emerjan las convulsiones de la existencia parece ser el constante desafío.

Un amor que no ama, un médico que no sana, un teléfono que no comunica son algunas claves temáticas en el desarrollo dramático. Las relaciones han sido complejas para Judy y en Proyecto Garland se visualizan a través del vínculo con el tercer marido, el empresario Sid Luft, y con el doctor Kupper, animados por Diego López y Leonardo Murúa. Ambos simbolizan la ilusión de cuidado, pero también el abuso de la estrella durante su ocaso.

Ser espectadores no es una actividad pasiva. Acá, implica animarse a un viaje sensible, intenso y disfrutable. Actuación, danza y canciones afectan nuestros cuerpos. La emoción nos torsiona y nos transforma.

LH/MF