Estoy en el asiento 13-D volando desde Bogotá hacia Lima. La comandante de a bordo retiene, incomoda, mi documentación. No pueden informarme nada porque no sabe. Se disculpa sincera y dulcemente. No es la única. Muchos trabajadores jóvenes del aeropuerto me manifestaron su solidaridad. Acabo de ser expulsado de Colombia y voy de regreso a Buenos Aires. No me siento bien. Entiendo que lo que sucedió va a colocarme en el centro, corriendo el eje de la misión que vinimos a realizar. Otra vez la lógica de la comunicación hegemónica: reemplazar los procesos por las personas. Una semana después, llega el colmo del ridículo: acusan al diputado Federico Fabioli de integrar una conspiración galáctica contra el gobierno represor de Ivan Duque.
El resto de la Delegación Argentina de Solidaridad y Derechos Humanos pudo ingresar a esa gran provincia de la Patria Grande que conocemos como Colombia. Otra herida abierta del cuerpo desmembrado de Nuestramérica. Las grietas sociales y por derivación políticas no son un invento de esa otra provincia latinoamericana, la República Argentina. Veinte valientes lograron pasar migraciones; están ahí, poniendo el cuerpo en las barriadas de Cali, Bogotá, Medellín, Popayan y Pereira para recibir el testimonio de torturas, desapariciones forzadas y asesinatos. Con muchos compartimos una tarea similar en Bolivia durante el golpe de estado.
Llego a Perú y recupero mis documentos. Tengo en mi mano el acta de no admisión del gobierno colombiano. Dice que me considera un riesgo a la Seguridad del Estado de conformidad con lo dispuesto por el artículo 15 del Decreto 1717/20. Comienzan los dimes y diretes de siempre. Que si tenía vencido el pasaporte. Que si fui grosero. Que si el Vaticano esto o lo otro. Finalmente la Cancillería argentina recibe la confirmación por parte de la embajada colombiana de las causales de la expulsión que, como todos sabemos son puramente políticas. Nuestro gobierno decide respaldarme públicamente. Un gesto que agradecemos y valoramos, como tantas otras acciones del gobierno argentino, sin perder nuestra propia identidad ni perspectiva crítica.
En Lima me reciben José y Daniela, compañeros militantes que me dan techo y comida. También el embajador Vaca Narvaja se pone a disposición para resolver las cuestiones administrativas que apareja la expulsión. Tengo 24 horas para ponerme al corriente de la situación política inédita que vive esa otra provincia latinoamericana que fuera el centro del imperio Incaico. Aprovechamos el tiempo, sin perder un segundo. Nos reunimos con las máximas autoridades de Perú Libre y Nuevo Perú, los partidos que representan el campo popular y progresista respectivamente. Una tarde fresca, fuimos a un acto del Profe Castillo en las periferias de Lima. Una expresión del más puro realismo mágico latinoamericano: nacionalización de los recursos naturales, religiosidad popular cristiana, reafirmación del origen indígena, anatemas contra la corrupción, proclamas nacionalistas, promesas de distribución de riqueza y tierras.
Algo está pasando en Latinoamérica. No es nuevo, pero se acelera. Se trata de una crisis recurrente que no termina de encontrar una resolución. Hay dos orientaciones que buscan una forma más nítida sin lograrlo. Avanzan y retroceden en distintas versiones. Ni las élites ni la plebe tienen un programa definido. Porque hay élites conservadoras y progresistas; hay plebe redistribucionista y meritocrática, izquierda y derecha, progresismo y conservadurismo, son categorías que parecen significantes vacíos. Son plurisemánticas. No las podemos utilizar livianamente. Nos quedan cortas. Están cargadas de emociones, ideas y realidades contradictorias, calcos culturales, rémoras coloniales, contrabandos ideológicos. Es importante bucear al interior de cada proyecto, de cada proceso, para encontrar su verdadera esencia. El Profe Castillo ha puesto el acento en la cuestión palpitante latinoamericana: pobreza y desigualdad. Su lema “basta de pobres en un país rico” puede proyectarse en toda la Patria Grande “basta de pobres en un continente rico”. Así me lo dijo Cerrón, el Secretario General de Perú Libre.
Hay otras agendas, complementarias, concomitantes, paralelas, que también tienen su importancia. Otras agendas que atraviesan a los pueblos, dividiéndolos, reuniéndolos, configurando o destruyendo alianzas políticas. Agendas económicas, geopolíticas, culturales, ambientales. Los recursos naturales, el régimen impositivo, la propiedad de la tierra, las prioridades presupuestarias, la relación con los organismos internacionales, la orientación geopolítica, el rol de las religiones, la perspectiva de género, la legalidad del aborto, la cuestión de las drogas, la violencia urbana.
Castillo decidió priorizar casi con exclusividad un programa revolucionario en materia económica y social, relegando explícitamente la agenda progresista. En un artículo reciente, Caparrós afirmó que Castillo representa “la posibilidad de una izquierda no progre”. Lo cierto es que logró contactar así con los sectores populares que lo sienten como uno de los suyos. En el último tramo de la campaña, logró formalizar un acuerdo con Verónica Mendoza de Nuevo Perú que representa el progresismo de los centros urbanos. Esta alianza presenta múltiples puntos de tensión pero también múltiples potencialidades porque, por primera vez, la alianza progre-popular la conducen los pobres.
La disputa está abierta y candente en Chile, Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, México, Argentina, Ecuador; en algunos con liderazgos nítidos, en otros sin ellos. Una gran porción de esos pueblos vienen rechazando, en las calles y en las urnas, un determinado modelo. Los Ivan Duque, Piñeira, Macri, Bolsonaro, Yañez, están en baja. Esto no quiere decir que el otro proyecto haya cobrado una forma definitiva que enamore y movilice a los pueblos hacia una alternativa mejor. Lo que está muriendo no termina de morir, lo que está naciendo no termina de nacer.
A horas de que sepamos quién será el próximo presidente de Perú hay más preguntas que respuestas. Si Castillo gana veremos si este emergente del pueblo sumergido logra sostener una coalición social lo suficientemente fuerte para mantenerse en el poder político teniendo todos los factores del poder real en contra. Luego, habrá que ver si pasa la prueba más importante: realizar las transformaciones prometidas y que éstas tengan un efecto reparador que permita que el pueblo pobre peruano viva con la dignidad que se merece.
Por ahora, nos queda compartir el informe preliminar de nuestra delegación internacional de solidaridad y derechos humanos que acaba de volver de Colombia. Aquí su informe preliminar. Es doloroso ver cómo reaparecen las desapariciones forzadas, torturas y centros clandestinos de detención en el continente. Es preocupante ver hasta dónde están dispuestos a llegar los que teniéndolo todo, no quieren ceder nada.
JG