OPINIÓN

Pity, según pasan los años

13 de junio de 2023 12:39 h

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Que sea rock es una película del año 2006 que está dedicada al rock nacional. Esta dividida en segmentos de unos diez minutos, y cada segmento está dedicado a una banda determinada.

La parte de Intoxicados empieza con una versión en vivo de «Una vela», cuya primera frase dice: “es que cerca de mi casa vive una piba / que por cinco mangos te chupa la pinga”. Reflexiones sobre la inflación aparte, la sordidez continúa a lo largo de toda la canción: mi puntero, fierro, balas, camino de tierra, Echeandía, la yuta, el Mundial de Japón, esos putos. Después la parte que es en vivo termina y se lo ve a Pity en una entrevista. Está en un departamento y cuenta: “el día que escribí este tema no tuve que pensar nada más que lo que hacía yo cuando me iba desde mi casa hasta la sala de ensayo”. 

Pero la versión en vivo que se ve en la película está sacada de un show en el Club Ciudad. O quizá sea el escenario al aire libre de Obras. Pero, en cualquier caso, «Una vela» suena sobre el horizonte de los edificios de la avenida Del Libertador y no en Villa Lugano. 

Después de contar cómo compuso «Una vela» Pity agarra una guitarra y toca, en ese mismo departamento, «Fuego».

El segmento de Intoxicados en Que sea rock permite así, a sabiendas o inconscientemente, ver las dos caras de Intoxicados. Por un lado el repertorio para el público barrial que seguía a Pity desde Viejas Locas: «Transan», «Te la vamos a dar», «Una vela». Por el otro «No tengo ganas», «Nunca quise», «Fuego»: las canciones de clase media que pueden gustarle un muchacho nacido y criado en Colegiales, o sea yo.

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Es la noche del treinta de septiembre de 2006. Una de las noches más hermosas de mi vida. Superávit fiscal en la administración pública, la sociedad no sabe lo que es la grieta, porro aproblemático en mi cabecita, arriba las estrellas y adelante el escenario del Pepsi Music. Soy joven y de esto se trata. Vine a ver a Babasónicos pero antes toca Intoxicados, a quienes nunca vi en vivo pero que también me interesan. 

Para mi sorpresa me encuentro con una banda muy sofisticada y lookeada: si no me avisaban, hubiera pensado que los músicos eran los de Illya Kuryaki and the Valderramas

Al frente de la banda, claro, Pity. El principio activo del grupo. “Un Maradona que mezclaba todo”, como dijo el poeta.

Hacia el final del show el baterista empieza a tocar una base y Pity avisa que van a tocar un cover y dice: “Un desafío nada más. ¿A ver si anda mi amigo por ahí? ¿A ver Adriancito?”.

Entonces entra Dárgelos y le da a Pity un abrazo increíble para su gestualidad pública: casi se le cuelga. Para completar el barroco, el guitarrista empieza a tocar el arpegio inicial de «Rezo por vos» de García y Spinetta. La silbatina, impresionante, no se interrumpe en ningún momento de la canción. Es uno de los momentos más importantes de mi primera adultez: todavía no lo sé, pero veré ese video muchas veces. Cantan «Patinador sagrado» y Adrián parece feliz mientras el público de Pity lo abuchea.

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La escena resume el acercamiento de Pity a una cultura que no es esa cultura barrial que pregonara desde Viejas Locas

“Los zapatos son de Moris” dice Pity en ese falso almuerzo con Mirtha Legrand que se ve en el DVD Otro día en el planeta Tierra. La frase “estamos enfermos”, de «Fuego», viene de «Pecados para dos» de Virus, con quienes además subió a cantar en el Teatro Coliseo. «Fuego», justamente, es cantada a dúo con Andrés Calamaro (“Andrés es un Intoxicado más”). 

En el ámbito internacional, la referencia a los Stones desaparece y empieza a verse a los Beatles: “Disculpá si te parece raro / pero comparto la opinión / que escuché en una canción («Let it be»)” se escucha en «Nunca quise». También hay altas dosis de Pink Floyd («Felicidad, depresión») y de James Brown («Jaime Marrón»). Su hija se llama Blondie, como la banda estadounidense.

Inversamente, Pity empezó a ser reconocido fuera de su ámbito de pertenencia. Cantó «La sal no sala» con Charly (en los términos de García, Intoxicados puede entenderse como la “maravillización” de Viejas Locas). Spinetta dijo: “me gusta Pity Álvarez, loco divino”. Fito lo invitó a cantar «Cable a tierra» e hizo una versión de «Nunca quise» en la Ciudad Cultural Konex. Cerati lo elogió. Dárgelos no solamente cantó con él; también lo defendió del sarcasmo de Pettinato en el programa “Un mundo perfecto”. Paco Amoroso y Andrés Ciro han hecho, cada uno por su lado, versiones de «Aunque a nadie ya le importe». 

En aquel recital del Club Ciudad la gente le pidió toda la noche por el regreso de Viejas Locas pero Pity siguió profundizando una narrativa interestelar (Otro día en el planeta Tierra, El exilio de las especies) que, en términos sociales, significó acercarse durante algunos años a la galaxia de la clase media.

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En el año 2008 fuimos con unos amigos a un festival llamado Ciudad Oculta Rock. Creo que lo hicimos porque queríamos completar nuestro vínculo con Pity. Queríamos verlo en su ámbito de pertenencia, y no junto a la avenida del Libertador. 

Al llegar se hizo bastante evidente que éramos sapos de otro pozo. Era evidente porque éramos los únicos, entre miles de personas, que teníamos ropa de colores. Todo el resto usaba buzos y camperas en blanco y negro. Ahí «Fuego» sonaba extranjera. Y «Una vela» funcionaba como himno. No había sponsors. Nadie filmaba con el teléfono inteligente, que ya existía.

Al poco tiempo fuimos a Vélez a ver la vuelta de Viejas Locas; como puede verse en el videoclip de «Perro guardián», Pity, que venía de años de pelo multicolor, se tiñó de negro para ese show. Guardo en mi corazón el inicio de «Caminando con las piedras». Y promediando el recital pasó algo realmente extraordinario. No había teléfonos así que esto no puede verse en YouTube. Pero te ruego, amable desconocido, que tengas un gesto de confianza y creas, sin siquiera dudarlo, lo que paso a contarte. 

En un intervalo entre canción y canción Pity dijo algo así como que él era Perón. Y dijo algo así como: “ya no los necesito”. Se refería a su público más fiel: el que se identificaba con Viejas Locas y había llenado Vélez para ver la vuelta del grupo. Si entendí bien, la analogía era la siguiente: Pity era Perón y su público más fiel era la Juventud Peronista, en la que Perón se apoyó para descartarla una vez que llegó al poder. Era como si Pity estuviese diciendo: “ahora que logré un público más amplio, ahora que salí del ámbito estrictamente barrial, ya no los necesito”.

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Una de las conversaciones más instructivas que tuve sobre estética fue con un chofer de Uber. Él venía de un extracto social humilde. Yo de la Comuna 13. Nos unía el rock; de eso podíamos conversar. 

No recuerdo si en el estéreo del auto empezó a sonar Intoxicados o Callejeros, pero seguro empezamos una charla comparando esas dos bandas.

Para mí Callejeros siempre fue inescuchable. No sé si fue Fabián Casas o Esteban Schmidt el que escribió que esos jóvenes murieron por una banda que no les ofrecía nada, pero estoy de acuerdo. La cuestión es que al chofer de Uber sí le gustaba Callejeros. En un momento yo elogié la música de Pity y él dijo que Callejeros le parecía mejor porque las letras eran más filosóficas y menos superficiales. 

Fue un momento importantísimo para mí. Para mí las letras de Callejeros eran torpes mientras que en las de Pity la sustancia estaba embebida en una simplicidad sólo aparente. 

Nos unía el rock, pero también nos separaba.

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En una entrevista en Página/12 publicada el 29 de septiembre de 2005, el entrevistador le pregunta por el verso de «Te la vamos a dar» que dice: “no te hagás el mexicano / que esto es Argentina / que esto es Lugano”. Pity responde: “hay una onda muy tumba en la calle. Recién vengo de Piedrabuena, donde viví veintiséis años, y no puedo creer que los guachos hayan cambiado tanto. (…) El que te mata es un tarado que no sabe lo que vale la vida humana. Y está lleno de esos. Yo me enfrento con esa gente y trato de darle mi punto de vista. No por querer cambiar nada... bah, capaz que sí”. Dos respuestas antes había dicho: “Es que si vos tirás un papel y nadie te dice nada, vas a volver a tirarlo y después van a haber tantos papeles que el de al lado, cansado de barrerlos, también va a empezar a tirar”.

El de al lado también va a empezar a tirar. 

Y es que es tan obvio que ni siquiera se dice: lo que pasó pasó porque Pity Álvarez nunca se fue del barrio. Si se hubiese ido a vivir con el resto de la colonia artística (de la avenida Córdoba hacia el río, digamos), la noche fatal no hubiera sucedido y hoy no estaría preso. 

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Los años van pasando y cada tanto aparece foto o video de Pity. En uno se lo ve en una suerte de kermesse cantando «Lo artesanal» sorprendentemente bien. Con mis amigos pensamos lo mismo: algún día podría volver a los escenarios, eh. Y si así no fuera, acá quedan varios himnos urbanos y suburbanos, uno de los mejores reggaes del rock nacional («África») y la ternura de su voz: un hilo de agua en la tierra reseca.

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