Cada año, el Banco Mundial publica el ranking Doing Business que mide la facilidad para hacer negocios en un país y cuán propicias son las reglamentaciones para la actividad empresarial. En el informe del 2020, Nueva Zelanda estaba en el puesto Nº 1, mientras que Argentina en el lugar Nº 126, Uruguay en el Nº 101 y Chile en el Nº 59. Esto muestra que la digitalización de la burocracia y la simplificación de los trámites impactan sobre el clima de negocios y sobre la competitividad de los países.
En Argentina hacer trámites es una carrera de obstáculos. Si bien algunos se han eficientizado, como la renovación exprés de los pasaportes en los aeropuertos, todavía encontramos situaciones inexplicables, como que para ser contratado por el Estado al aspirante se le exija el certificado de antecedentes penales. El requerimiento está muy bien, pero es información que ya está en posesión del Estado, pedida por el mismo Estado y por la cual no solo se usa al ciudadano de cadete externo de la administración, sino que además se le cobra para su provisión. Es decir, que el Estado pide información que ya tiene y para darla, cobra.
Esta visión del Estado como oficinas fragmentadas y sin cohesión mostró sus límites con las restricciones por el COVID-19, que pusieron en jaque los trámites estatales. La necesidad de simplificarlos nos presenta la oportunidad de empezar a pensar al “Estado como plataforma”, es decir, la creación de una red de servicios enfocados a satisfacer necesidades ciudadanas a través de plataformas, para que cualquier área del gobierno pueda intercambiarlos y conectarlos. Las plataformas, creadas por privados o por el sector público, permiten a la ciudadanía realizar trámites rápidos y eficaces y posibilita a los organismos estatales ser más ágiles y generar una oferta de servicios que se conectan entre sí para facilitar la gestión.
Esto ya es una realidad en varios países, como en Estados Unidos, donde varios Estados participan en Gov2Go, una plataforma centrada en la ciudadanía para interactuar con los diferentes niveles de gobierno a través de una sola aplicación. En Australia la estrategia WofG permite interactuar con todos los niveles de gobierno, la industria, la academia y el tercer sector promoviendo la colaboración. En Estonia el modelo Once Only comparte información a través de la X-Road, una autopista de datos donde interoperan todos los servicios del Estado, que es utilizada también por el sector privado y procesa millones de intercambios de información al año.
La interoperabilidad permite que el Estado gestione la información para que la ciudadanía no tenga que volver a presentarla. El Estado como plataforma es una caja de herramientas para los funcionarios públicos, basada en la cocreación y aporta una nueva infraestructura pública mucho más dinámica para eliminar cientos de trámites. Esto no se crea de manera abrupta, sino que se necesitan decisiones políticas sostenidas en el tiempo para brindar mejores servicios a la ciudadanía teniendo en cuenta sus necesidades específicas.
No perdamos la oportunidad de empezar a transformar la acción estatal, porque el futuro del Estado está ligado a los datos, la información y al uso que se les da, ya que mejores servicios, redundan en mejores Estados. Y no se puede pensar en gestionar lo público sin tecnología o creyendo que lo digital es una moda, porque los millennials y los nativos digitales serán quienes protagonicen las próximas décadas de la gestión pública. Debemos, por tanto, prepararnos y preparar el Estado para ello, porque los trámites más ágiles mejoran no solo la relación de la ciudadanía con el Estado, sino también la competitividad del país de cara al mundo.
CC