Una de las múltiples dimensiones que constituyen la extraordinaria irrupción de Javier Milei y La Libertad Avanza en la política argentina es, para la investigadora del Conicet Melina Vázquez, la valoración de los “recién llegados” sobre “lo establecido”, una narrativa que encuentra eco en el origen del PRO, hace dos décadas.
La fuerza que ocupa la Casa Rosada alberga componentes ideológicos de la alt right y diversas tradiciones políticas, expresa un rechazo a los últimos Gobiernos, representa a “encerrados” de la pandemia e irradia desde la televisión porteña y las redes, pero encuentra en el currículum plebeyo una razón en sí misma para validarse como combatiente contra “la casta”.
Cierto tipo de libertario se reivindica como alguien que llegó “por mérito propio”, sin linaje, ni fortunas, ni acomodos, ni colegio bilingüe, ni empleo público, ni reconocimiento académico, lo que configura una característica que puede llegar a difuminar fronteras ideológicas.
Así como el antifeminismo es un eje de Karina Milei y de estamentos conservadores del Ejecutivo, hay feministas libertarias que dan pelea “para no regalarle espacio a las zurdas”, remarca Vázquez, doctora de la Universidad de Buenos Aires especializada en juventudes políticas.
El patito y los Menem
Ejemplo de una “recién llegada” es la diputada mendocina Lourdes Arrieta, locutora y comunicadora, creyente evangelista e hija de un cabo primero que participó de la guerra de Malvinas y enfrenta acusaciones de torturas a soldados a su cargo y de haber dejado morir de hambre a uno de ellos.
Es cierto que después de la debacle económica agravada por los Milei, un patito en la cabeza puede transformarse en un factor irritante antes que en un ícono de la lucha contra la casta
No es poco para Mendoza, una provincia con una amplia oferta de derechas tradicionales, ser una dirigente sin prosapia que ganó confianza de los hermanos Milei para constituir La Libertad Avanza en el distrito. El perfil de Arrieta contrasta con los otros tres diputados mendocinos que integran el bloque oficialista, cuyo origen se encuentra en el Partido Demócrata de la provincia cuyana, sinónimo de lo instituido. Por si fuera poco, Arrieta nació en San Juan, dato no neutro en la elite mendocina.
De allí que el patito en la cabeza de Arrieta o la declaración de que no sabía “quién era Astiz”, el represor al que visitó el 11 de julio junto a cinco colegas de bancada, porque ella nació en 1993, puede no restar, sino sumar en algún imaginario plebeyo de La Libertad Avanza. Es cierto que después de la debacle económica agravada por los Milei, un patito en la cabeza puede transformarse en un factor irritante antes que en un ícono de la lucha contra la casta. En esa transición estamos, para incertidumbre del proyecto ultraderechista.
Arrieta entró en conflicto grave con La Libertad Avanza, al punto de que podría ser expulsada del bloque de Diputados. La punta de lanza mediática es llevada por otra “recién llegada”, Lilia Lemoine, una de las pocas amigas de Milei que actúan con anuencia de Karina.
Si la expulsión se consuma, será un trámite difícil de sobrellevar para una dirigente cuyo avatar de whatsapp es el escudo de La Libertad Avanza con la leyenda “Mendoza Oficial”.
Otras dos diputadas, Marcela Pagano y Rocío Bonacci, están en la mira de ultraortodoxos del mileísmo. Acaso prevalezca una voz política que evite nuevas fugas que se sumarían a las de los tres del MID que dirige el defenestrado Oscar Zago, en un bloque oficialista al que si algo no le sobra son diputados.
En Arrieta, el quiebre interno, acaso, ya sucedió. Ella, que llegó desde abajo, alardeando lealtad a los Milei, se encontró con que “los Menem”, que los hay en cantidad bajo presupuesto público, le sacaron tarjeta roja.
La diputada hizo público lo que es un hecho confirmado por múltiples fuentes y desató un pandemonio: el titular de la Cámara de Diputados, Martín Menem, avaló la visita de seis legisladores oficialistas a una docena de represores alojados en el penal de Ezeiza.
Arrieta, quien llegó desde abajo, alardeando lealtad a los Milei, se encontró con que “los Menem”, que los hay en cantidad bajo presupuesto público, le sacaron tarjeta roja
Cuando Arrieta trataba de desmontar el cono de silencio impuesto en el grupo de whatsapp de los diputados de La Libertad Avanza, llegó un mensaje lacónico de un funcionario: “Me mandó Lule (Menem) esto; me dice que por favor no se hable más del tema. Que se pidió se deje que se diluya con los días, muchas gracias”.
Eduardo “Lule” Menem, subsecretario con despacho cerca del de Karina Milei y treinta años como empleado en la Cámara de Diputados, es decir, “casta” pura cepa, imponía el silencio para proteger a los suyos, entre ellos, su primo, Martín, uno de los más extremistas del apellido. Por esos vasos subterráneos que despistan esquemas binarios, la protección de Lule también alcanza a la vertiente procesista que comanda Victoria Villarruel y a la que seduce desde otro costado Karina Milei. Qué decepción habrá sentido Arrieta.
Del dicho al hecho
El caso de la diputada del patito probablemente quedará olvidado en días, pero expone una dificultad mayor. Un proyecto “recién llegado” tuvo un valor como mensaje político y pudo haber sido eficaz para sumar a una victoria electoral, pero cobra otro sentido puesto en acción de Gobierno. El problema empieza por arriba.
Una cosa es Javier Milei en pose de arrojar insultos y números disparatados como panelista de “Intratables” y otra es elaborar, en el noveno mes de mandato, una teoría terraplanista sobre cómo un módico aumento jubilatorio para recuperar lo perdido este año llegará a representar 64% del PBI. El jubilado que, por las decisiones de Milei, vio reducido el valor de lo que cobra para comprar alimentos, pagar la luz y viajar en transporte público, y, encima, recibe menos medicamentos gratuitos, puede sentir su inteligencia insultada ante un razonamiento tan primitivo.
No es lo mismo la Karina que arreglaba honorarios por whatsapp para las charlas de su hermano economista y complementaba su vida con tortas y tarot, que una secretaria general que hace y deshace como si fuera una presidenta adjunta. Otro tanto cabe para la megafuncionaria que no funciona Sandra Pettovello y para el terrible Santiago Caputo, quien pasó de ser uno más de la asesoría política pocos años atrás, a pretender manejar la SIDE, las negociaciones con gobernadores y las empresas públicas, jugar al matonaje en Twitter y clavarle un cuchillo a un libro de Marcos Peña exhibido en un despacho de Casa Rosada.
Junto a los “recién llegados” avanzaron rostros y causas con décadas de actuación en las penumbras, conocedores cabales de los entresijos del Estado. Desde los estudios jurídicos corporativos que redactan las leyes que les pide Federico Sturzenegger, los reciclados de todos los gobiernos anteriores y las huestes negacionistas.
Victoria Villarruel había llegado hacía rato a la intimidad carcelaria de los represores y sin dudas se siente expresada por los editoriales negacionistas del diario más influyente. Siempre contó con algún responsable de un penal del pabellón de lesa humanidad dispuesto a concederle algún favor, con obediencia ancestral. Sin embargo, la hoy vicepresidenta logró colar que decirles “siniestras” a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo e “hijos de terroristas” a los nietos recuperados sea visto como un discurso fresco que se “rebela” frente a lo establecido.
La lasagna de la SIDE
La variedad de vertientes que abrevan en el Gobierno ultra remite al origen de uno de los desencuentros entre los Milei y el confuso Mauricio Macri, evidenciado esta semana.
El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, esbozó un argumento inapelable para desmerecer la postura de los diputados del PRO que se sumaron al rechazo al DNU que otorga unos US$ 100 millones como fondos reservados para la renacida Secretaría de Inteligencia del Estado. El repentino frenesí republicano por la transparencia del espionaje estatal es poco creíble en un expresidente que montó una trama abusiva capaz de fisgonear hasta en la propia tropa y en cuñados indeseables de su familia.
Como recordó Francos, Milei replicó lo que hizo Macri no bien asumió en 2016: restauró los fondos reservados, que habían sido recortados en el último año de Cristina y fueron casi extinguidos durante los cuatro de Alberto Fernández.
En el Gobierno entienden que lo que Macri objeta no es el carácter secreto de los gastos ni la multiplicación presupuestaria, sino la conducción de los mismos.
La SIDE, anunciada con grandilocuencia a mediados de julio, es en teoría comandada por Santiago Caputo a través de su allegado Sergio Neiffert. ¿Puede? ¿Tiene capacidad o el integrante del “triángulo de hierro” que hace rodar versiones como que el matón de Twitter Gordo Dan (Daniel Parisini) ocupará un puesto como espía mientras viejas guardas restauradas parcelan un presupuesto exorbitante?
Un ex alto funcionario de Macri apunta que la convivencia de corrientes de Inteligencia convocadas para la nueva agencia exhibe la carencia de poder real de quien dice conducir.
El examigo y luego archienemigo del kirchnerismo Jaime Stiuso es reportado de regreso, aunque no con el despliegue de antaño, porque centra su actividad en servicios a privados.
Juan Bautista Yofre, designado director de la Escuela Nacional de Inteligencia, fue un efímero secretario de la SIDE en el comienzo de Carlos Menem. Desde entonces, 34 años atrás, se transformó en un administrador de secretos.
Una relación distante de Yofre con Stiuso pasó a ser bélica cuando la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado procesó al primero junto a un grupo de periodistas y mano de obra desocupada por orquestar un supuesto espionaje sistemático a políticos y famosos entre 2006 y 2008. La jueza dijo contar con “profuso material probatorio” (que enumeró en detalle) y los procesamientos fueron ratificados por dos instancias superiores, hasta que la propia magistrada desanduvo sus pasos en 2015 y cerró el expediente, tras el aparente suicidio de su exesposo, Alberto Nisman. Para Yofre, el impulsor inequívoco de la investigación que lo tuvo en el banquillo había sido el entonces todopoderoso Stiuso.
A la presencia siempre espectral de Stiuso y el regreso de Yofre se suma José Luis Vila, nombrado secretario de Inteligencia Nacional en los anuncios de julio.
Vila fue un hombre clave de la Inteligencia con Raúl Alfonsín, al punto de que coordinó el reparto de armas dentro de Casa Rosada en el primer alzamiento carapintada, Semana Santa de 1987. Tras un largo derrotero, ocupó posiciones con ministros radicales de Defensa, bajo el Gobierno de Macri.
En 2018, Vila recibió varias intimidaciones, incluida una bomba sin conectar enviada al edificio en que vivía en Recoleta. Los indicios de la investigación apuntaron a uno de los grupos inorgánicos que operaron en tiempos de Gustavo Arribas —el jefe de la AFI muy cercano a Macri— y Silvia Majdalani.
Esa red tan impoluta que acumula capas como de una lasagna, integrada además por baluartes de las Fuerzas Armadas, sería la que debería proteger al país de un eventual atentado terrorista y para ello necesita una montaña de pesos libres de auditoría, según expresó Milei. Mientras ese berenjenal se acomoda, el presidente argentino insiste en ser uno de los pocos gobernantes del mundo que se plegó sin ningún reparo a la ofensiva del israelí Benjamín Netanyahu en Gaza. El aval irrestricto a esa masacre, que lleva más de 40.000 muertos, la mitad de ellos niños, pone a Argentina en un terreno para el que no parece estar preparada.
No hubo pique en Alaska
En un movimiento que rompió la dinámica, Martín Lousteau fue designado esta semana al frente de la Comisión Bicameral de Inteligencia. El radical más crítico de Milei acordó con los representantes de Unión por la Patria su propia designación y la de Leopoldo Moreau en la vicepresidencia y la de Oscar Parrilli en la secretaría general.
El senador Edgardo Kueider quedó con las ganas de presidir la Comisión. Santiago Caputo pretendía que este peronista de Entre Ríos ocupara la silla como forma de pagarle el transfuguismo que lo llevó de opositor a virtual oficialista del Ejecutivo ultra. Salió mal.
Quien tampoco tuvo ocasión de mostrarse como opositor al Gobierno de Milei fue el mentor político de Kueider, Gustavo Bordet, en principio, hoy distanciado del senador. El exgobernador de Entre Ríos se ausentó el miércoles de la sesión de Diputados que rechazó el DNU que otorga US$ 100 millones a la nueva SIDE porque estaba de excursión de pesca en Alaska, junto a su amigo y contador, Juan Domingo “Palito” Orabona, según fuentes confiables. La oficina de prensa del diputado se vio sorprendida por la consulta de este medio, para aclarar al día siguiente que Bordet había viajado “al exterior, por un compromiso de años de la facultad, no a Alaska”.
Clarín e Indalo, contra Pettinato
Clarín no suelta a Tamara Pettinato. En los últimos días, las pantallas de ese medio divulgaron un hecho impactante para la salud de la República: la humorista y conductora habría recibido un tratamiento privilegiado en aeropuertos y habría sido trasladada a ellos desde su trabajo o domicilio en camionetas de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Durante el Gobierno de Fernández, esa fuerza fue dirigida por José Glinski, novio de Pettinato, la amiga de Alberto Fernández con quien se intercambiaban mensajes de amor, según videos surgidos de un celular en poder de Fabiola Yáñez.
Los medios del Grupo Clarín amplificaron ese relato y el ministerio de Seguridad, dirigido por Patricia Bullrich, inició un sumario para averiguar qué pasó. Según informó Clarín, la PSA presentó una denuncia penal contra Pettinato y Glinski, en la que sumó que “hay versiones” de que la pareja habría utilizado una casa en Martínez incautada a un narco y asignada a la fuerza.
La atención puesta sobre la presentadora de streaming y diversas radios hizo cumbre en la tapa del diario del Grupo sobre el “escandaloso video” filmado en el despacho presidencial.
Hay una razón probable —ya mencionada en estos días— para ese inusitado interés en una figura secundaria en el caso de probable violencia machista de Fernández contra Yáñez.
Glinski fue señalado como responsable de haber filtrado el viaje a la estancia del magnate Joe Lewis en Lago Escondido con el que el Grupo Clarín agasajó a los jueces Carlos Mahiques (Casación Federal), Julián Ercolini (criminal federal), Pablo Yadarola (juez en el penal económico) y Pablo Cayssials (contencioso administrativo federal); el fiscal general de la Ciudad, Juan Bautista Mahiques; el exministro de Justicia y Seguridad de CABA y una de las manos derechas de Horacio Rodríguez Larreta Marcelo D’Alessandro; el exagente de la SIDE Leonardo Bergoth, y el publicista y ex SIDE Tomás Reinke. La causa por presuntas dádivas y otros delitos, que se potenciaban por el contenido del Telegram que compartían los visitantes, fue incrustada con fórceps en Comodoro Py. Como indica la ley de gravedad, todos los apuntados fueron sobreseídos, junto a los directivos del Grupo Clarín Pablo Cassey y Jorge Rendo, que actuaron como anfitriones en esa escapada de fines de 2022. Los integrantes del tour juraron venganza, como demostraron sus intercambios en la red Telegram.
En la lógica de saldar cuentas con Glinski, todo lo que ataña a Pettinato es poco para el Grupo Clarín, pero no está solo en la tarea.
El presunto traslado de Pettinato a aeropuertos en una camioneta de la PSA también concitó un notorio interés en la pantalla de C5N, del Grupo Indalo; en los papeles, rival de Clarín.
Uno de los máximos responsables del ala mediática de Indalo, Julián Leunda, también tiene alguna cuenta pendiente por el affaire de Lago Escondido.
Cuando Alberto Fernández asumió la Presidencia, en diciembre de 2019, Leunda, muy cercano al empresario Fabián de Souza, pasó a ser vicejefe de Gabinete y luego sería ascendido a jefe de asesores del mandatario. Esas sillas clave le valieron almorzar a diario con Fernández durante los tres primeros años del Ejecutivo del Frente de Todos.
En diciembre de 2022, cuando la excursión indebida a la estancia de Lago Escondido salió a la luz, Leunda quedó expuesto en los chats de los viajantes. Se lo notó desviviéndose ante directivos de Clarín y los jueces para enterrar el tema, comprometiéndose a no mencionarlo en los medios de Indalo.
El cristinismo había puesto a Leunda en la mira desde el inicio del mandato, pero esa situación tan irregular —el jefe de asesores de Fernández aparecía articulando con Clarín y jueces federales para ocultar una trama que exponía a los presuntos enemigos del Gobierno— valió un reclamo explícito de su cabeza. Leunda debió dejar su silla en Casa Rosada y regresó a Indalo.
El joven tiene un motivo adicional para facturarle a Glinski: ambos son rivales en el peronismo de Chubut, provincia de la que el novio de Tamara Pettinato es diputado nacional.
“Short description”
La narrativa del “recién llegado” resultó cómoda para el macrismo mientras gobernó la Ciudad, con uno de los principales presupuestos de pauta publicitaria y menos urgencias socioeconómicas que atender. Si bien había que poner voluntad para ver un “recién llegado” en Mauricio Macri, sirvió hasta que el acceso a la Presidencia transformó en ridícula esa pretensión.
Con Milei, el rasgo plebeyo es mucho más marcado y la inexperiencia es un sello de identidad en varios de sus responsables del Ejecutivo. Con la ultraderecha, no es tanto un problema de rostros como de una dinámica que demuestra que los “recién llegados” se ven forzados cada vez más a delegar en viejos conocidos: Sturzenegger, Caputo, Menem, Yofre, Bullrich y siguen las firmas.
Mientras, el Presidente se enreda en teorías terraplanistas y manotea una “short description” —si es breve, le gusta emplear el inglés— del mandato recibido en las urnas.
Dice que lo votaron para reducir la inseguridad y derrotar la inflación, nada más. Lo primero es una historia en continuado. Sobre lo segundo, por ahora, logró ubicarla en los términos de los cuatro años del Gobierno de Macri y los primeros tres años de Alberto Fernández, al costo de una recesión inédita e inducida que no da respiro.
Mejor hablar de Yuyito, el patito de Arrieta y el Gordo Dan.
SL/MG