Míster “X” (Donald Sutherland) intercepta al fiscal de distrito Jim Garrison (quien investiga el asesinato de John Kennedy) en las escalinatas del Lincoln Memorial, en Washington. La escena es de la película “J.F.K”. Le dice: “Estoy contento de que haya venido. Perdón por las precauciones”. El rostro de la estatua de Lincoln, mármol de Georgia, mira desde la historia. Empiezan a conversar mientras caminan bajo la lluvia, en paralelo a la piscina reflectante, hacia el monumento a Washington.
Dos semanas antes del asesinato de nuestro presidente en Dallas –dice Mr. “X”–, mi oficial superior me mandó al Polo Sur como escolta militar de un grupo de visitantes VIP. De regreso, en Nueva Zelanda, el diario tenía la información completa de Lee Harvey Oswald, culpándolo del magnicidio, apenas 4 horas después de que fuese imputado por el crimen del policía J. D. Tippit. “Me pareció una típica historia de cobertura, como hacíamos en las operaciones clandestinas”. Lo habían mandado al Polo cuando una de sus tareas de rutina, si hubiera estado en Washington, habría sido chequear la seguridad del viaje presidencial a Dallas, donde el presidente finalmente sería asesinado.
Unos días antes hubiéramos debido llegar a Dallas, chequear los edificios, estudiar la ruta –enumera Mr. “X”–, rodear el lugar con nuestros francotiradores, jamás hubiéramos permitido a aquella limousine bajar la velocidad a diez millas por hora, tomar la curva disparatada de Houston y Elm. “Fue una violación a nuestros más básicos códigos de protección”. Mandaron a todo el gabinete de viaje al lejano este, un tercio de la división de combate volvía de Alemania y estaba sobrevolando Estados Unidos, a las 12:34 horas se cayó por una hora el sistema telefónico en Washington (a Kennedy le dispararon a las 12:30 horas). “¿Eso suena como una serie de coincidencias? Ni por un momento”.
La supresión del límite en la moral y las buenas costumbres (pese a contradecirse con el artículo 962) pareciera pensada para el caso de la compraventa de órganos
En un decreto como el 70/23, escrito por tantas manos, es inevitable perder las huellas inequívocas del estilo, porque cada una tiene el suyo. El lector se extravía entre las sombras de las danzas tribales que reflejan los espejos. Dicho esto, hay tres elementos que permanecen constantes: la alienación, la improvisación y la estrategia.
En la violencia de su embestida (que no oculta la rapiña económica), hay una identidad con el lenguaje de odio del discurso político gubernamental. “–Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca”. “–¿Cómo sabes que estoy loca? –dijo Alicia”. “–Tienes que estarlo -dijo el Gato-, de otro modo no habrías venido.” (Alicia en el País de las Maravillas).
El ritual purificatorio para expiar 250 años de evolución del derecho pretende limpiar la mancha igualitaria y borrar las nociones doctrinales sobre los límites a la autonomía de la voluntad, para proteger a los más débiles de los fuertes. Para los donantes de gobernabilidad que prefieren buscarle la vuelta a este paquete de normas, una certeza: si pasa, el próximo será peor.
La nueva redacción del artículo 958 del Código Civil y Comercial de la Nación (“Libertad de contratación”), quita todo límite a una pretendida “libertad” de contratación –como es la protección de la justicia cuando no hay relación de igualdad (por ejemplo, los derechos de los consumidores)–, y lo circunscribe a una afectación al orden público, que puede ser todas las cosas o ninguna. La supresión del límite en la moral y las buenas costumbres (pese a contradecirse con el artículo 962) pareciera pensada para el caso de la compraventa de órganos.
Es difícil pensar que la fecha elegida para dictar el decreto n°70/23 haya sido casual, lo mismo que el envío de la ley ómnibus. ¿Suena como una serie de coincidencias? Ni por un momento.
El proyecto de ley, por su lado, busca modificar aspectos significativos relativos a salud mental, a los contratos, a la responsabilidad civil, e introducir el divorcio administrativo sin patrocinio letrado, temas regulados dentro de una arquitectura fruto de un trabajo colectivo, federal y plural, en el que participaron 100 especialistas del derecho y de otras profesiones afines, que concluyó con un sistema de normas moderno.
La ceguera anarcocapitalista y su correlato en ineptitud jurídica aparece, por ejemplo, en la propuesta contenida por el Proyecto ómnibus de sustitución del artículo 109 de la Ley de Educación Nacional (26026). Permite que los niños puedan dejar de concurrir a la escuela a partir de los 9 años. Eso abre la puerta a la modalidad a distancia para la educación obligatoria que, en el texto anterior, sólo estaba habilitada para jóvenes a partir de los 18 años o en casos excepcionales.
En cuanto a decisiones estratégicas, es difícil pensar que la fecha elegida para dictar el decreto n°70/23 haya sido casual, lo mismo que el envío de la ley ómnibus. ¿Suena como una serie de coincidencias? Ni por un momento. Entre otras consecuencias, el shock buscó soslayar el debate parlamentario y la discusión pública de las reformas. Acaso el tiempo alcance al gobierno para ver cómo se detiene el convoy rabioso de la inflación. Será en ese caso una victoria pírrica, cada vez más parecida a una derrota.
En los últimos 50 años la Argentina forjó eslabones irreversibles de una cadena que cada vez minimizó más al país. En 1976, con la incorporación al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación de la prórroga de jurisdicción a favor de jueces o árbitros extranjeros en cuestiones patrimoniales. En 1990, principalmente, con la celebración de Tratados Bilaterales de Inversión que someten la composición de conflictos con extranjeros inversores a la competencia del CIADI y otros tribunales arbitrales. En 2018, con el reingreso al club de deudores del FMI tras haberse emancipado de su talonario de recetas dañinas. Y ahora, arriesga la posible extinción de la moneda. Son cuatro hitos irreversibles. Todo lo demás, desregulación, privatización, apertura, son sólo sustantivos inflados con helio. Lo odioso es el sometimiento a la política y a la jurisdicción globales. Brasil, por ejemplo, no tiene ninguno de los eslabones de esta cadena. Lo fatal es la cadena; el resto es follaje. “Oíd el ruido de gruesas cadenas”.
Míster “X” redondea, sentado junto al fiscal Garrison en un banco de parque, con el monumento de Washington a sus espaldas. Nadie dice “debe morir”. No hay voto ni huellas sobre el papel. No se puede culpar a nadie. Es más viejo que la crucifixión. Cinco disparos, un blanco, nadie tiene la culpa, porque cada uno en la estructura del poder establecido que sabe algo tiene una negativa plausible. No hay conexiones comprometedoras, excepto en el punto más secreto. Pero lo más importante es que tenga éxito. Es un coup d'État, un golpe de Estado. Aunque las formas aparenten democracia y república. La norteamericana es llamada la “moderna más importante del mundo”. La Argentina, en 2023, celebró 40 años seguidos que no volverán.
RB/PI