Hablar de música contemporánea, ya se sabe, no necesariamente significa referirse a lo actual y, a veces, tampoco a lo que la mayoría del mundo entiende como música. Se trata más de una manera de concebir la estética –y la escucha y la estética de la escucha– que de una cuestión temporal. Ante ciertas músicas compuestas hoy, muchos compositores “contemporáneos” se erizan y, en cambio, nadie negaría la contemporaneidad del Pierrot Lunaire compuesto por Arnold Schönberg hace más de un siglo.
El argentino Marcelo Delgado, compositor, director y educador es, en ese sentido, un raro pájaro en ese vasto cielo. Con el oído puesto en su época y el cuerpo y la mente situados en la tierra –esta tierra extraña en que las fuerzas celestes son, en rigor, las del infierno– ha dedicado su larga y coherente trayectoria no solo en crear música sino ámbitos en que pueda circular y grupos de instrumentistas capaz de convertirlas en una realidad sonora. Uno de ellos es la Compañía Oblicua, fundada hace veinte años, que acaba de publicar un disco monográfico con obras de Delgado –Escrito sobre escrito sobre escrito– y que hoy sábado 7, y mañana, domingo 8, se presenta en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC) para festejar ambos acontecimientos. La compañía, integrada por el flautista Sergio Catalán, la clarinetista Griselda Giannini, Elena Buchbinder en violín, Fabio Loverso en cello, el percusionista Gonzalo Pérez Terranova, el pianista Diego Ruiz, y la soprano Lucía Lalanne, hoy a las 20 interpretará algunas de las obras de compositores argentinos actuales que ha estrenado: “Lo que queda de las ruinas”, de José Luis Garabito, “Enésima vez”, de Agustina Crespo, “Tenue brillantez”, de Patricia Martínez, “Tres poemas de Roxana Carrizo” de Juan Carlos Tolosa y “Persistir, persistir, resonar”, de Jorge Chikiar. Y mañana, a las 17, presentarán el disco. Los espacios sonoros creados por un trabajo tímbrico ejemplar –escuchen, por ejemplo “Colores congelados”– o la agitación e impulso de “Ruidos urbanos” son algunas de las pruebas –hay más– de la originalidad y talento del autor y del compromiso y consustanciación del grupo con su estética.
También esta noche y mañana, en dos funciones cada día, se presentará en Buenos Aires, en el club BeBop (Uriarte 1658) la gran cantante Cécile McLorin Salvant. Tal como publicó aquí elDiarioAR, lo hace con un grupo magnífico encabezado por Sullivan Fortner, uno de los más destacados pianistas de jazz del momento.
Entre las próximas visitas de importancia que recibirá Buenos Aires destacan la del pianista cubano David Virelles, este jueves 12 y el sábado 14 en Prez, y un poco más de un mes después, el 22 y 23 de octubre en el Café Berlín (Av. San Martín 6656), el del gran saxofonista portorriqueño Miguel Zenón con un cuarteto de estrellas que incluye al pianista Luis Perdomo, Matt Penman en contrabajo y el baterista Henry Cole. Zenón, Perdomo y Virelles comparten, en todo caso, una característica. Los tres parten de (y elaboran a) las músicas folklóricas de sus tierras natales, pero ninguno de ellos concede una pizca al pintoresquismo de postal, sino que, más bien, toman de esas fuentes la rugosidad y aquello que, eventualmente, rompe –o enriquece– las traiciones académicas europeas –y también las ya cristalizadas del jazz estadounidense–.
Y si se trata de postales y pintoresquismos, el caso del brasileño Sergio Mendes, que murió el pasado viernes 5 de septiembre en Los Angeles, a los 83 años, resulta ejemplar. Con una nota al pie inevitable. Esa imagen un poco superficial –y bastante al gusto norteamericano– de Brasil, del samba y la Bossa-Nova que consolidaron las diferentes encarnaciones del original Brasil’ 66, el grupo que se estrenó en un disco con el título de Herb Alpert presents, fue inventada por él. Ya desde 1964, Mendes, discípulo de Antonio Carlos Jobim, continuador de su lado más comercial y protegido, estaba instalado en los Estados Unidos, donde grabó con músicos de jazz como Canonball Adderley. Y en 1972, con el grupo bautizado Brasil’77 –un inesperado toque futurista– grabó el mejor, más atípico –y más profundamente brasileño– de sus álbumes, Primal Roots (en Brasil se lo editó como Raízes). Un disco, además, con momentos bellísimos.
Diego Fischerman es autor del blog “El sonido de los sueños”: https://xn--sonidodesueos-skb.com/