- Está enojado. ¿Por qué? Nadie sabe. Ya se le va a pasar.

El comentario, oído en la más estrecha intimidad de Alberto Fernández, refiere a Máximo Kirchner. Parte de un episodio que elDiarioAR contó diez días atrás: la ausencia del jefe de los diputados del FdT en la cena “de festejo”, que el Presidente ofreció en Olivos, el miércoles 17 de noviembre, post marcha a Plaza de Mayo a dirigentes e intendentes del PJ bonaerense. Según el entorno del jefe de La Cámpora, no lo invitaron o lo hicieron tarde, sobre la hora, un destrato. En Casa Rosada afirman que Fernández le avisó a Máximo a media tarde, que fue al único que convocó en persona, que el diputado le dijo que no podía.

Una remake permanente de la comunicación interna en el Frente de Todos: unos entienden una cosa, otros, otra; y sobre esa fina capa de sobreentendidos germinan enojos, malestares y confusiones. Esa saga es prolífica y tiene, como caso emblema, la charla entre los Fernández, mano a mano, el martes 14 de septiembre, 48 horas después de la derrota de las PASO, en la que Alberto y Cristina, Cristina y Alberto, se despidieron con balances distintos del encuentro. Para el Fernández fue una buena reunión, para la Fernández no lo fue. Por eso, catorce horas más tarde, Eduardo “Wado” De Pedro renunció intempestivamente al gabinete y Alberto no entendió el porqué.

Sinónimos de enojo

“¿Enojado? No: desencantado”, interpreta un dirigente de diálogo permanente con “Maxi”, como suelen llamarlo los que lo frecuentan. “Hinchado las bolas”, fusila el eufemismo otro interlocutor. “A todo le dicen que no: cada propuesta que lleva Máximo, la rechazan o no la toman en cuenta porque creen que lo hace para cagarlos”, aporta una fuente que siguió, en detalle, el proceso del cierre de listas del Frente de Todos (FdT), momento en que más de uno cifra el punto cero del malestar del diputado.

En el microcosmos albertista datan el “enojo” de Máximo en la negativa de Alberto a convertir en primer candidato a diputado nacional en la provincia de Buenos Aires a Santiago Cafiero. Agregan que el plan del diputado era que, además, en la tira estén Luana Volnovich y Malena Galmarini, un mix que identificaría el “compromiso” de tres elementos clave del FdT en la boleta y en la campaña. Pero Fernández lo entendió como que era una maniobra, una carambola a dos bandas, para desplazar a Cafiero de la jefatura de Gabinete y se resistió a ese plan.

Entiende que, en paralelo, a Máximo tampoco le simpatizaba que Victoria Tolosa Paz, encabece la tira bonaerense, algo que finalmente ocurrió. Aunque hablaban casi a diario, entre el diputado y la diputada electa parece haber una chispa crítica. Ruidos de familia numerosa donde las pertenencias y los ismos definen simpatías y vínculos.

Máximo consintió, incluso, una tesis para habilitar una PASO entre Cafiero y otro dirigente. Rondaron varios nombres: Sergio Massa escuchó una propuesta para que la boleta bis, para una primaria acordada en el FdT, la encabecen Tolosa Paz y Julián Domínguez, que por entonces no era todavía ministro de Agricultura. Según lo que Leopoldo Moreau dijo en C5N, la lista enfrentada a Cafiero pudo haber llevado como primer candidato a Sergio Berni o a Gabriel Mariotto. Pero, según Moreau, Alberto no quiso. Un entornista de Fernández da un motivo. “El riesgo de una PASO era que seguro se iba a terminar leyendo que era entre un candidato de Alberto y otro de Cristina, y eso no era bueno”. Al margen de eso, la propuesta de una primaria en la provincia nunca logró volumen real porque en todas las tribus del oficialismo reinaba la idea de que la unidad era, per se, una herramienta que alcanzaba para ganar.

Otro expediente está ligado a la sugerencia de Máximo para que Fernández incorpore a su gabinete a Sergio Massa, a partir de la lectura de que al staff albertista le falta vitalidad y que no puede “desaprovechar a Massa”, según detalla una fuente K. Pero el Presidente, hasta acá, rechazó cada propuesta referida a la inclusión del tigrense en el Ejecutivo.

Las “cartas” de Máximo

“No vengan con eso de que es un capricho de Máximo: falla la comunicación y ahí aparece los problemas”, avisan desde el entorno del diputado que exteriorizó, con gestualidades, su incomodidad-enojo-desencanto. Lo trasmite desde lo corporal. Así como no fue a la cena con intendente, tampoco había ido a la que Fernández tuvo con gobernadores antes de la general, participa poco -y no habla- en actos donde está el presidente y hace rato dejó de ir a los almuerzos que solían tener a solas en Olivos. El último round fue su ingreso, tardío y de lejos, a Plaza de Mayo durante el acto por el Día de la Militancia, marcha que el diputado consideraba que no había que hacer porque, lo traduce un colaborador, “no había nada que festejar”. Máximo exterioriza ese malestar, quiere que se note o no puede ocultarlo. En La Cámpora, su núcleo primario, hay voces que creen que la visibilización de esa incomodidad no es bueno.

“Ya se le va a pasar”, dice un albertista, que confirma que el diputado dejó de ir a Olivos y aporta, como dato, lo que le parece una curiosidad: que el “enojo” de Máximo se produce en un momento en que la relación entre Alberto y Cristina “está bien”. A este dictamen, que expresa lo que piensa el Presidente, quizá le vale la general de la ley respecto a las interpretaciones que cada uno hace sobre los vínculos. De hecho, un todoterreno K y camporista orbital, entiende que la vice no está nada cómoda.

¿Los modos públicos, su presencia a desgano en actos y la falta de apoyo explícitos al gobierno son las “cartas” públicas de Máximo para explicitar su desencanto con el rumbo del gobierno? Así como Cristina, luego de explorar sin éxito la vía privada, recurrió al formato epistolar para expresar sus desacuerdos, Máximo parece preferir la gestualidad.

Ruidos múltiples

“Alberto está en su mundo, cree que está todo bien. Cada uno que va y le dice que ojo con eso o con aquello, él le dice que tranquilo, que vamos bien, que no se preocupe”, coinciden en el diagnóstico dos fuentes del kirchnerismo y recuerdan, con preocupación, que esa misma actitud tenía antes de las primarias cuando pronosticaba una victoria. En aquellos días, como contó en su momento elDiarioAr el Presidente le dijo a algunos ministros, que en la provincia el FdT ganaba por 10 puntos.

Fernández tuvo una resurrección política el 14-N a las 8 de la noche cuando confirmó que en la provincia el FdT perdía por algo más de un punto y tuvo otro shock de desfibrilador el miércoles siguiente en el acto por el 17-N cuando, lo explica un ministro, “tuvo su primera plaza” y empezó la construcción de un “sujeto político propio”, por primera vez en dos años. Un funcionario entiende que la tensión con Máximo tiene que ver con eso.

- Un gran día para el albertismo. ¿no? -, lo toreó, esa tarde, luego del acto, un dirigente a Fernández.

- Para el frentodismo -se apuró a corregir, pícaro, el Presidente que advierte que él es la máxima expresión del FdT.

Sobre Máximo, al que advierten “molesto”, un funcionario agrega una lectura que excede a Fernández. “Casi se agarra a trompadas con Berni, se cruzó con Axel y está enojado con Alberto. Quizá al que le pasa algo es a él, no a los demás”. Aunque la enumeración es válida, puede ser incompleta o partir de una base parcial. Su cruce con el ministro de Seguridad tuvo que ver con la táctica electoral. Los idas y vueltas con Kicillof son casi sistémicos del planeta Cristina, como la tensión con Alberto, vinculado a que los aportes que hace Máximo no parecen ser tenidos en cuenta por el gobernador ni por el Presidente, apunta un dirigente bonaerense.

En un punto, puede ser un asunto de otro orden, de dimensión humana: que Máximo sienta que se lo valora y escucha menos de lo que él cree que se lo debería valorar y escuchar. “Que dejen de pensar que todo lo que hace o dice es para cagarlos”, sintetiza un operador y lo detecta como un problema serio porque la tensión, o la mala comunicación entre las dos terminales, Fernández y los Kirchner, construye el peor escenario posible para ordenar la gestión pero, sobre todo, o además, ordenar la política.

PI