Los mozos no sabían quién organizaba la fiesta. Los conductores de las cuatro trafic que partieron hacia Pilar no tenían la dirección del lugar. Los 60 invitados, artistas y periodistas, sabían con quién se iban a reunir pero no hacia dónde se dirigían exactamente. Los únicos que estaban al tanto de los detalles del encuentro desde un tiempo atrás eran los actores Darío Grandinetti y Pablo Echarri, el intendente Federico Achaval y el publicista Jorge “Topo” Devoto, el organizador de la cena. Echarri finalmente no estuvo, se desocupó alrededor de las 11 de la noche y, cuando quiso ir, ya era tarde.
Igual que con el lanzamiento de “Sinceramente”, la internación de Florencia Kirchner en Cuba, el anuncio de la candidatura a presidente de Alberto Fernández y la histerectomía a la que fue sometida en noviembre, Cristina Fernández de Kirchner organiza cada uno de sus movimientos en un hermetismo absoluto. Incluso cuando se trata de festejar. Lo saben los que se quedaron afuera porque tenían información insuficiente y desistieron de ser parte sin saber lo que se perdían.
Después de la crisis postPASO, las renuncias que no fueron y la carta que denunció el ajuste de su propio gobierno durante el año electoral, la vicepresidenta decidió interrumpir, al menos por un tiempo, el género epistolar. Las cartas, dicen, ya no van más. Cristina quería despedir el año rodeada de gente cercana que la venera y le agradece, pero también enviar un mensaje hacia adelante. Por eso, reivindicó la construcción de Unidad Ciudadana en 2017, el hecho bisagra que -a su criterio- permitió “reordenar el peronismo” y ganar las elecciones en 2019. Por eso, prefirió no aludir a la larga lista de dificultades que nublan el camino del Frente de Todos en el gobierno. “Hoy quiero hablar de las cosas hermosas que hemos podido construir juntos y de las que seguramente vamos a volver a construir”, dijo. Fue la confirmación rotunda de lo que ya se presumía: ahora mismo, CFK no está pensando en retirarse después de 2023 sino buscando cómo continuar, de alguna forma, en el poder. Como nota al pie, que anticipa nuevas sorpresas y alerta sobre la indigestión de sapos, quedó una frase que se perdió en su discurso: “somos los menos ideológicos de todos”.
Hacía mucho que sus colaboradores más cercanos no la veían tan bien, algo que ella misma reconoció cuando se confesó “muy contenta” y contó que el domingo pasado volvió a ser “muy feliz” con el triunfo de Gabriel Boric en Chile. Cristina recordó que Boric pertenece a una familia croata y nació en Punta Arenas, en la región magallánica, a la altura de Río Gallegos. Pero además comparó el resultado de las elecciones presidenciales con el plebiscito de 1988 que le impidió al dictador Augusto Pinochet extender su tiranía. “Las cifras del plebiscito coinciden casi con exactitud con las del domingo, 55 contra 44. Por eso, escribí lo de ‘el pueblo siempre vuelve’”, dijo. En ese 1988, cuando Boric tenía 2 años, Néstor Kirchner era intendente y en el centro chileno de la capital de Santa Cruz votaban los exiliados trasandinos.
La vicepresidenta hizo un discurso que se extendió durante apenas 8 minutos, pero recorrió durante una hora y media las 12 mesas de los invitados. Habló con todos y todas. El encuentro en Pilar aportó algunos indicios de lo que viene.
Cristina no lo dijo, pero admite que es responsable por los resultados de la gestión Fernández. No solo carga con su propio fastidio y su propia impotencia: además, de manera reiterada se ve envuelta en la nube de quejas de los dirigentes de su espacio que transmiten su disconformidad. Tampoco le agrada demasiado que el Presidente repita, en cada oportunidad que tiene, que su único jefe político fue Néstor Kirchner y pretenda minimizar la opinión de su vice.
Sin embargo, Cristina empezó a hacer el duelo y sabe que tendrá que viajar los próximos dos años en el mismo barco con el candidato que eligió a dedo y sin consultar a nadie. Después, cualquier cosa puede pasar. Así como Alberto se postula con insistencia hacia la reelección y La Cámpora anuncia que tendrá un candidato en 2023, los incondicionales de Cristina sueñan todavía con que ella se decida, una vez más, a pelear por la presidencia. Por ahora hay, según sostienen, una sola certeza: delegar se demostró inviable y todo se resolverá en una PASO.
Axel Kicillof ya no es su candidato a presidente. Después de la derrota en la provincia de Buenos Aires, el gobernador puede aspirar como máximo a conservar su lugar en el organigrama del Frente de Todos. Deberá lidiar con las aspiraciones de Máximo Kirchner, de La Cámpora y de Martín Insaurralde. Aunque Cristina defiende a su ex ministro de Economía en público, en privado siente una decepción singular. Un dato lo confirma: cuando la vicepresidenta viaja a La Plata a ver a su hermana, ya no pasa por la casa del gobernador. Como con Alberto, hablar demás con Axel tampoco sirve.
Lo mismo que piensan alrededor de CFK, arriesgan al otro lado de la polarización los colaboradores más estrechos de Mauricio Macri. Dividida, confundida y lanzada antes de tiempo a la carrera por ocupar posiciones de poder, la oposición sin cabeza confirmó en la votación de Bienes Personales que es tan falible como el oficialismo y reavivó las ilusiones de un ex presidente que sueña con volver a ser el team leader del arco antikirchnerista. Que Juntos quedara en minoría después de haber pedido la sesión para tratar el tema desató la furia de los formadores de opinión que hablan ante cámaras y micrófonos como si las figuras de la oposición fueran sus empleadas.
Prevista para mañana, la reunión de la mesa nacional de Juntos tiene como misión encontrar un orden al personalismo y la falta de conducción que reina en las 10 bancadas del antiperonismo en Diputados. Que Elisa Carrió se haya convertido en la voz de la responsabilidad y la moderación alcanza para entender la confusión general. Por lo pronto y en busca de consagrarse como jefe, Cristian Ritondo anuncia a los suyos que llegó la hora de acordar con el Gobierno.
Estridencias al margen, todos hablan con todos y arriesgan su propia legitimidad ante una sociedad extenuada por la crisis. El martes próximo, en La Plata, oficialismo y oposición pueden sellar un pacto para devolverle la reelección indefinida a los intendentes del conurbano. Entre el Día de los Inocentes y el Día de los Ñoquis, unos y otros buscarán sellar un matrimonio por conveniencia. El silencio de Carrió puede ser fundamental para convalidar el operativo.
Después, vendrá el debate para avalar el acuerdo con el Fondo, si es que finalmente se concreta. La oposición es la principal interesada en que el gobierno se comprometa a un sendero de ajuste fiscal y sabe que no tiene margen para rechazar un entendimiento.
La Evaluación ex post del organismo de crédito confirma que, para Washington también, la autocrítica es el otro. El FMI admite que le otorgó a Macri el préstamo más grande de su historia y que no cumplió ninguno de sus objetivos: ni restablecer la confianza, ni disminuir el déficit en la balanza de pagos y los desequilibrios fiscales, ni reducir la inflación. Con proyecciones “demasiado optimistas” y sin controles de ningún tipo, lo que primó fue “la fuga de capitales de los residentes”, una lista de empresas que figuran entre los ganadores permanentes, algunos cercanos al gobierno anterior, otros ligados al actual y otros consagrados al oficialismo irreductible.
La evaluación es un paso burocrático, propio del Fondo, pero no mejora en nada la situación de Argentina. El organismo que preside Kristalina Georgieva no acepta quitas, no da señales de reducir las sobretasas y no habilita tampoco una línea de crédito a 20 años. Mientras tanto, el Gobierno tiene por delante la más pesada herencia de Macri, 19.000 millones de dólares que hay que pagar en el año que ya empieza.
Con la guillotina de semejante deuda como condicionante permanente, el debate en el Frente de Todos no se restringe al futuro sino que obliga también a una retrospectiva plena de diferencias. Mientras Máximo Kirchner cuestiona a Juntos por haber respaldado la firma de una hipoteca de U$S 44 mil millones y le reclama a Martín Guzmán mayor dureza en la negociación, en el equipo económico no lo dicen, pero apuntan a la pasividad del propio kirchnerismo durante el proceso de cuatro desembolsos que se le entregaron a Macri. Puertas adentro, los aliados del ministro de Economía sostienen que ese préstamo fenomenal -para muchos, el principal problema del Gobierno- hubiera merecido la convocatoria a movilizaciones como las que bajo Macri provocaron el 2x1 de la Corte Suprema a favor de los represores de la última dictadura o las jornadas de diciembre de 2017, contra la reforma previsional.
Guzmán aterrizó a último momento como ministro de Fernández y decidió una línea de acción que le cuestionan tanto en las consultoras del mercado como en la heterodoxia. Avanzó primero en la reestructuración privada sin intervención directa del FMI pero con una extraña tutela que ejerció el organismo. Para vetar un pago todavía mayor a los acreedores, Georgieva utilizó el término acuñado por Guzmán -la “sostenibilidad” de la deuda- y hasta apareció como el actor que fijaba hasta dónde podía ceder el Gobierno en su pulseada con los bonistas.
Ese peligroso uso del Fondo que hizo el ministro en una batalla que lo encontró demasiadas veces en soledad le permitió al corresponsable del préstamo lavarse la cara en tiempo récord. Primero la ausencia de una guía de acción que contemplara la movilización social y después la pandemia, dejaron la discusión sobre el endeudamiento en una mesa de burócratas enviados por Washington. Acciones y omisiones del pasado son las que pesan ahora.
Mientras la deuda conspira contra el crecimiento y el acuerdo con el Fondo puede venir con más inflación y menos crecimiento, la economía real ofrece algunos indicios de mejora. De acuerdo al último informe del INDEC, en el tercer trimestre de 2021 la desocupación se redujo al 8,2% traccionada por la suba del cuentapropismo y cayó por debajo de los promedios de 2019 (9,8%), 2018 (9,2%) y 2017 (8,4%).
Para el Instituto de Economía y Trabajo de la Fundación Germán Abdala, el mercado laboral da por fin buenas noticias: se nota en especial la recuperación del empleo asalariado no registrado y del empleo femenino. El empleo asalariado registrado público, privado y en casas particulares, medido sin estacionalidad, aumentó en 45 mil puestos respecto del trimestre anterior, aunque se mantiene 90 mil abajo del tercer trimestre de 2019.
El contraste lo muestra el dato de distribución del ingreso. A la salida de la pandemia, el mercado de trabajo viene ajustando fuerte por ingreso. También lo señala el Indec: durante el tercer trimestre del año electoral, el 60 % de la población ocupada registró un sueldo promedio de $50.000 mensual. En noviembre, la canasta básica total para que una familia tipo no caiga por debajo del umbral de pobreza se ubicó en $73.918. Cada vez hay más personas que tienen trabajo pero son pobres y no llegan a cubrir sus necesidades esenciales.
DG