Ofensiva opositora multipartidaria

Corte por decreto: el Senado activa una maniobra de pinzas para rechazar los pliegos de Lijo y García-Mansilla

Después de un breve compás de espera, el kirchnerismo activó el operativo para voltear las designaciones de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla como jueces de la Corte Suprema. No lo hizo en soledad, sino con el apoyo —silencioso, arisco— del radicalismo y un sector del PRO que cuestiona la decisión de Javier Milei de haber designado a los jueces por decreto. Es un movimiento de pinzas que comenzó este mismo viernes, con el rechazo al pliego de García-Mansilla, y que finalizará el próximo lunes, cuando la oposición convoque a una sesión para rechazar en el recinto las dos designaciones.

La maniobra se gestó en silencio, y tuvo varios protagonistas. La decisión de la Corte Suprema de tomarle juramento a García-Mansilla pese a que no contaba con el acuerdo del Senado fue un bombazo para varios senadores que, hasta hace un mes, estaban dispuestos a votar en favor de su designación. “Mansilla nos mintió en la cara. Dijo que no iba a aceptar ser designado por decreto y lo hizo. No puede ser juez de la Corte”, mascullaban, indignados, sus antiguos defensores en la UCR y el PRO. 

El sacudón del escándalo terminó arrimando a ambos sectores: al kirchnerismo que quería a Lijo y rechazaba a García-Mansilla, por un lado, y a la oposición dialoguista que detestaba al juez federal pero aceptaba al jurista conservador, por el otro. Cada uno, por separado, coincidía en que el Senado debía rechazar los pliegos en el recinto, pero arrastraba diferencias internas que boicoteaban cualquier tipo de accionar conjunto. La rebelión de los gobernadores, en el caso del peronismo, y el temor a enemistarse con el Gobierno, en el caso del radicalismo, imposibilitaban alcanzar un número que pudiera llegar al recinto. Hasta que una serie de conversaciones informales entre ambos bandos terminaron destrabando el escenario.

El rechazo al pliego de García-Mansilla

El pliego de García-Mansilla, a diferencia del de Lijo, nunca había sumado la cantidad de firmas suficientes para poder llegar al recinto. En el oficialismo se quejaban, hace meses, de que solo les faltaban tres firmas para poder aprobar el pliego, pero que sin el apoyo de un sector de UxP no podían conseguir el número. Estas firmas, sin embargo, no eran oficiales: estaban plasmadas en un pliego escondido bajo llave que guardaba Carlos “Camau” Espínola, un peronista aliado del Gobierno que no tiene ninguna autoridad en la comisión de Acuerdos. La encargada de juntar las firmas, según el reglamento, debería ser la presidenta de la comisión, Guadalupe Tagliaferri (PRO), pero el oficialismo decidió reemplazarla y dejar en manos de su aliado peronista la tarea de guardián de los pliegos de la Corte Suprema. 

Se daba una situación paradójica: García-Mansilla había jurado como juez de la Corte cuando el oficialismo no sólo no había logrado aprobar su designación, sino que ni siquiera había podido juntar las firmas para aprobar el pliego. Pero el problema para la oposición, sin embargo, era otro. Y es que, sin la mitad más uno de las firmas en el dictamen —cualquier dictamen, a favor o en contra—, se necesitaba conseguir dos tercios del recinto para aprobar su tratamiento sobre tablas. Es decir que había tres mayorías distintas en juego para la sesión: 37 votos para conseguir el quórum, 48 votos para aprobar su tratamiento y 25 votos para rechazarlo. 

El primer número era alcanzable, el segundo ya no. Por lo que el primer objetivo de la multipartidaria opositora era dictaminar el pliego de García-Mansilla, de modo de que se pudiera rechazar con 25 firmas al igual que el de Lijo sin necesidad de tener que pasar por el filtro del tratamiento sobre tablas. El plan era claro: si el oficialismo no firmaba, lo haría la oposición.

Las firmas aparecieron el viernes por la tarde, dejando el pliego listo para ser tratado en el recinto. En total, se presentaron dos dictámenes de rechazo: uno firmado por Tagliaferri (PRO) y Martín Lousteau (UCR), y otro firmado por los siete senadores de UxP. Pese a los recelos de los gobernadores peronistas, que piden sostener a Lijo en la Corte, ningún senador de UxP escatimó la firma: José Mayans (Formosa), Anabel Fernández Sagasti (Mendoza), Alicia Kirchner (Santa Cruz), Juliana Di Tullio (Buenos Aires), Lucía Corpacci (Catamarca), Sergio Uñac (San Juan) y Claudia Ledesma Abdala (Santiago del Estero). 

El oficialismo, sin embargo, está cuestionando el aval del jefe de UxP, Mayans, argumentando que se había ausentado en la audiencia de García-Mansilla en agosto. Una formalidad dilatoria que el peronismo rechaza —el artículo 105 del reglamento del Senado exige sólo la firma del senador, no su presencia, argumentan— y que se muestran confiados en que se resolverá cuando aparezcan las firmas del resto de la UCR.

El drama radical

El radicalismo, mientras tanto, atraviesa una fuerte discusión interna respecto a cómo responder a la designación por decreto de los jueces de la Corte Suprema. El caso de Lijo, que todavía no juró porque le rechazaron su pedido de licencia, era más sencillo, ya que la mayoría se oponía a su designación. La mayoría excepto el jefe de bloque, Eduardo Vischi, que firmó en secreto el pliego de Lijo y luego les mintió a sus compañeros de bancada. El alineamiento automático de Vischi con el gobierno libertario, sin embargo, es un factor que le pesa a varios senadores radicales, que cuestionan a Vischi pero tampoco desean enemistarse con Javier Milei.

Dentro del bloque radical, hay dos sectores. Una oposición más dura, liderada por Lousteau, el fueguino Pablo Blanco y el bonaerense Maximiliano Abad. Y, después, una mayoría que responde a los gobernadores y que evita pelearse con el Gobierno. El sector más opositor viene reclamando, hace días, rechazar las designaciones de los jueces por decreto, pero se encuentra la resistencia de una UCR friendly que busca boicotear el pedido de sesión. Esta tensión ya se observó hace un par de semanas, cuando los radicales de los gobernadores boicotearon el proyecto de creación de la comisión investigadora que sus propios compañeros de bancada habían impulsado. 

En esta ocasión, sin embargo, los radicales díscolos confían en que sumarán más votos para rechazar el pliego y, luego, sumar votos para el quórum. Su acompañamiento, así como el de otras díscolas como Tagliaferri, resulta clave para rechazar los pliegos, ya que el peronismo podría arrastrar varias bajas al momento de bajar al recinto. Los gobernadores peronistas, en los últimos días, estuvieron operando con fuerza para desactivar el rechazo al pliego de Lijo. 

“Lijo no, que es amigo”, argumentan los gobernadores que les escriben a los senadores del peronismo. El kirchnerismo, sin embargo, tomó la decisión de voltear ambos pliegos. No descuentan que pueda haber algunas ausencias sorpresivas, así que dependerán del radicalismo y el PRO díscolo. El lunes se buscará convocar sesión, y ahí se verá qué senadores aparecen.

MC/JJD