Un clásico best seller de autoayuda comienza con esta anécdota: un orador se dirigió a un grupo de adictos, decidido a demostrar los efectos negativos del alcohol. Sobre su mesa tenía un vaso lleno de agua y otro de alcohol sin diluir. Colocó un gusano en el primer vaso. El gusano nadó hasta llegar a la superficie. Luego lo puso en el vaso con alcohol, y el bicho se desintegró a la vista de todos. “¿Qué opinan?”, preguntó el orador. “Que si uno bebe alcohol nunca tendrá gusanos”, le respondieron desde el fondo.
Algo semejante ocurre en Argentina cada vez que se avecinan las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias). Desde el estreno de esta regla, en 2011, cada elección resulta propicia para elaborar un nuevo argumento -muchas veces forzado- a favor de las PASO y para encontrar una presunta ventaja en un aspecto que, no sólo poco o nada tiene que ver con el objetivo originario de la ley, sino que además puede resultar un obstáculo para su apropiada realización.
En otras palabras, los “gusanos” (esto es: argumentos elaborados circunstancialmente para apoyar una posición controvertida) han plagado la historia de las PASO. Este sistema tenía como objetivo principal seleccionar a los candidatos a través de una competencia interna democrática. Pero, desde 2011, prevaleció la presentación de candidaturas únicas, particularmente en las categorías nacionales más relevantes, desnaturalizando el sentido originario de la norma .
Curiosamente, desde el inicio, muchos analistas y académicos minimizaron ese desajuste entre expectativa y realidad. Otros, puntualizaron méritos secundarios de la aplicación de esta normativa (como proporcionar información útil a la ciudadanía, permitir el acceso equitativo a spots de campaña o facilitar la competencia interna en ciertos municipios aislados del territorio). Estas conclusiones suenan un tanto autocomplacientes teniendo en cuenta que se trata de la reforma de la legislación electoral nacional más extensa e inclusiva desde la recuperación democrática hasta la fecha.
En el momento, estos sectores sostienen que en la elección prevista para este domingo 12 de septiembre las PASO -¡por fin!- cumplirán su cometido originario. Ahora las coaliciones principales -el Frente de Todos (FdT) y Juntos o Juntos por el Cambio (JxC)- compiten con, al menos, dos contrincantes en una importante cantidad de provincias. Entonces, argumentan que las PASO alcanzaron la esperada competencia interna; por lo tanto, ya no podrán ser objetadas como herramienta de democratización partidaria ni señalarse con el mote de “gran (y costosa) encuesta nacional”.
Pese al tono de algarabía y la contundencia de las interpretaciones, aquí nos preguntamos: ¿Cuál es la gran novedad que ubica a estas elecciones en las antípodas de las anteriores y que permitiría neutralizar los reiterados fracasos previos? Para responder a estas inquietudes, veamos a los “gusanos” de las PASO 2021:
Gusano 1: Competencia y democratización
Por empezar, los posibles métodos para seleccionar candidatos no se reducen a la apertura indiscriminada que implican las PASO, por un lado, y a la elección “a dedo” del líder, por otro. Existe una variedad de mecanismos intermedios que también son democráticos e inclusivos.
Por lo tanto, las primarias abiertas no son el único (ni el mejor) mecanismo democrático para seleccionar candidatos. De hecho, para que las PASO cumplan con su propósito democratizador, deberían permitir la presentación de al menos dos contendientes competitivos dentro de un espacio político común, resolviendo la correlación de fuerzas a favor de aquel que mejor lo represente. Pero la competencia puede resultar problemática si se la concibe como un objetivo en sí mismo. Un contexto de personalización de la política y de excesiva gravitación de las adhesiones individuales facilita que figuras externas a las agrupaciones existentes propongan hacer un uso estratégico de las PASO, abriendo la interna con una finalidad puramente electoralista.
Esto sucede con el precandidato radical de Juntos, Facundo Manes quien se postula por un partido en el que nunca militó para representar a una coalición a la que -como él mismo admite- nunca perteneció ni adhirió. Sin embargo, es necesario recalcar que una agrupación no sólo no se torna más democrática por presentar a candidatos ajenos, no identificados con su historia ni con sus prácticas; sino que, además, corre el riesgo de convertirse en una tarima para emprendimientos políticos personalistas.
En las elecciones a diputados, también es importante averiguar qué condiciones imponen los reglamentos partidarios para incluir a los derrotados de las PASO en la boleta definitiva. En ese sentido hay que decir que como las reglas las redactan los sectores internos dominantes, es frecuente que se restrinja la participación de los desafiantes en las nóminas finales, aun de aquellos que obtienen considerable apoyo interno. Por ejemplo, en las PASO de 2017, la lista radical de La Pampa (con un 31,06%) y la de Santa Cruz (con un 27,79%) no se integraron a las boletas definitivas de Cambiemos.
Pero, aun aceptando que la mera competencia interna -con todas sus limitaciones y falencias- es más virtuosa que la imposición unilateral de las candidaturas ¿Cuál aspecto de estos comicios marcaría un parteaguas respecto de la historia previa? ¿Hay más partidos compitiendo? ¿Los que compiten son los que tienen más chances?
Como vemos en el gráfico de arriba, la mayor parte de las fuerzas participan con listas únicas y, de las que presentan competencia, más de la mitad son agrupaciones minoritarias. Además, la cantidad de primarias competidas y la relevancia de la fuerza que las implementa ha oscilado a lo largo de los años impidiendo anticipar una tendencia ascendente a futuro. Ni siquiera bajando la vara al punto de reducir la idea de democratización a la mera competencia formal de candidatos puede decirse que las elecciones 2021 cambiarán la historia de las PASO.
Gusano 2: la fragmentación partidaria
Se sostiene que las PASO han solucionado dos problemas: la sobreabundancia de opciones en el cuarto oscuro que confundía al electorado (fragmentación electoral) y la excesiva cantidad de bloques partidarios en el Congreso que dificultaba la gobernabilidad (fragmentación parlamentaria).
Con respecto al primer problema, nos preguntamos: ¿realmente disminuyeron las opciones en el cuarto oscuro? Desde hace diez años, entramos al cuarto oscuro dos veces seguidas (en la PASO y en la elección real). Y en la primera de ellas, nos encontramos con más boletas de las que anteriormente veíamos en los comicios reales, adelantándonos un par de meses la exhibición de la confusa y caótica oferta electoral. En estas PASO, por ejemplo, los bonaerenses van a encontrar 28 listas en el cuarto oscuro (¡situación inédita en toda la historia democrática!).
En relación con el segundo inconveniente mencionado, los defensores de las PASO resaltan que se logró reducir la fragmentación parlamentaria a partir de la conformación de dos grandes interbloques (algo que, cabe aclarar, ocurrió recién en 2019). Se dice que estos interbloques -pese al cambio de integrantes, nombre y morfología- representan posiciones políticas diferenciadas, fácilmente identificables por la ciudadanía.
Sin embargo, más allá del relato, en la elección actual de los diputados nacionales que renueva el FdT, el 40% fue electo dentro de una lista por entonces ajena al kirchnerismo. Y dentro de JxC, dos de los diputados que terminan su mandato en CABA iban en la boleta de Evolución, que había rivalizado con el oficialismo cambiemita. En Santa Fe, una de las listas internas de JxC está integrada por socialistas, históricos contrincantes del PRO en la provincia.
Efectivamente, la profundización de la divisoria gobierno/oposición ha hecho que fuerzas políticas que admiten tener diferencias entre sí se agruparan para enfrentar a un “mal mayor”. A su vez, la falta de homogeneidad y de estabilidad coalicional y el oportunismo de sectores minoritarios ha afectado la funcionalidad de esas alianzas. Esto está muy lejos del objetivo inicial de las PASO, que apuntaba a la consolidación de una regularidad basada en la presencia de coaliciones sólidas y homogéneas conformada por fuerzas ideológica y/o programáticamente afines.
Por otro lado, desde el inicio, los defensores de las PASO contaron con un gusano comodín al que siguen apelando con frecuencia: el caso del FIT ilustraría la unificación exitosa de pequeñas fuerzas de izquierda revolucionaria, que logró conformar un bloque propio, que operó de caja de resonancia de las principales luchas sociales. Sin embargo, el FIT, en los últimos tiempos, sufrió escisiones y reacomodamientos intestinos. Actualmente, compiten 4 listas de izquierda en CABA y al menos 5 en provincia de Buenos Aires, incrementando la percepción de una izquierda nuevamente dividida, confinada a permanecer en su histórico lugar testimonial. A esto se agrega que el sector que disputa su base electoral -en particular, los más jóvenes- es una derecha libertaria, que se presenta como opción supuestamente rebelde, contestataria y antisistema, pero que defiende posturas antagónicas a las grandes reivindicaciones populares conquistadas en las calles en los últimos tiempos.
Gusano 3: Desafío a jefes partidarios
También se remarca que en estos comicios se habría logrado quebrantar la capacidad decisoria de los jefes partidarios nacionales, quienes por primera vez están atemorizados por la competencia desde adentro. Sin embargo, ese temor siempre estuvo latente. Sólo que antes los líderes contaban con recursos efectivos para frenar a contendientes internos inesperados.
Sucedió en 2015, cuando Cristina Fernández de Kirchner invitó a los competidores de Scioli a tomar un “baño de humildad”, y así Rossi, Taiana, Navarro, entre otros, retiraron sus candidaturas de manera estratégica y sin ofrecer resistencia. En 2017, CFK decidió escindirse de su propia fuerza partidaria (y se llevó con ella el apoyo popular); en Cambiemos, el PRO vetó las precandidaturas radicales que le disputaban el liderazgo. En 2019, se especuló -sin éxito- con una PASO oficialista e incluso se fantaseó con un “Plan V” (la postulación de Vidal en lugar de Macri).
En efecto, en la previa de las PASO todo es especulación, ambición y deseo. Un psicoanalista diría que es el momento en el que lo pulsional lucha por hacerse consciente, en el que afloran las pasiones voraces e incluso parricidas. Ahora, en condiciones normales, el límite de esos deseos y aspiraciones los coloca el proto-padre representado por el líder partidario.
Es decir, este gusanillo susurra que las PASO han permitido finalmente la emergencia de contrapesos internos al poder de los líderes, desafiando su autoridad paternal. Pero en realidad, es al revés: la competencia interna es posible en esta oportunidad porque las agrupaciones políticas existentes -que siguen siendo frágiles y endebles como antes- habían quedado previamente huérfanas de padre y madre.
Gusano 4: Incertidumbre democrática
Se dice que en los comicios actuales los pronósticos de las PASO son, por primera vez en su historia, verdaderamente inciertos. Es decir, esta vez se cumpliría con la garantía de incertidumbre en las definiciones, requisito indispensable de la práctica democrática.
Por empezar, habría que bajar nuevamente el nivel de grandilocuencia del alcance de lo que se sentencia: con la excepción de Santa Fe (provincia pionera en la utilización del sistema y acostumbrada a la competitividad de sus primarias), Tucumán y algún otro caso aislado (como JxC en Córdoba), a grandes rasgos se puede inferir desde ahora quién encabezará la mayor parte de las listas que competirán en noviembre.
El problema de este argumento reside en la valoración que se le da al factor que ocasiona esta necesaria y saludable incertidumbre en los resultados. La ausencia de certezas estaría causada por la heterogeneidad en la oferta, lo que podría fomentar la posterior migración masiva de adherentes de los sectores internos derrotados, tornando aleatoria la transferencia de votos entre una fase y otra. Estos efectos, según la literatura sobre primarias, son altamente perjudiciales, afectando la cohesión partidaria y el buen funcionamiento institucional.
Siguiendo este razonamiento, la incertidumbre se lograría a expensas de sacrificar todo tipo de accountability y responsabilización democráticos. Paradójicamente, esto muestra la contradicción subyacente a la regla en sí misma: por un lado, con las PASO se buscaba incrementar la capacidad de control de los ciudadanos y la rendición de cuentas de los líderes. Pero, a la vez, esta norma favorece la personalización de la selección, la autonomización de los ganadores respecto de su fuerza política y la construcción de alianzas cambiantes, con partidos que no responden por acciones u omisiones de sus socios tangenciales. Todo esto torna sumamente engorroso el establecimiento de responsabilidades públicas.
En ese sentido, si aún sigue con vida el segundo gusano -que insiste en que los dos grandes bloques (FdT y JxC) representan paradigmas que la ciudadanía identifica fácilmente- no puede, al mismo tiempo, subsistir este pequeño invertebrado que se nutre principalmente de la heterogeneidad, inconsistencia y ausencia de unidad de los agrupamientos existentes.
Autoayuda para comprender las PASO: lecciones aprendidas
Desde su implementación, los críticos de las PASO recalcamos que sus objetivos operaban en direcciones opuestas. Esto volvía improbable que, con una misma metodología, se consiguiera reducir el número de partidos, fortalecerlos por dentro y, en simultáneo, sanearlos, abrirlos y acercarlos a la sociedad.
En estos 10 años se hizo evidente el incumplimiento de esas metas y se pusieron de manifiesto las falencias de la norma. Sin embargo, los defensores de las PASO continuamente atribuyeron dichas fallas a factores coyunturales. Ahora muchos de ellos creen encontrar fundamentos más rotundos para respaldar su posición, entendiendo que en estas elecciones las ventajas de las PASO son efectivamente tangibles.
En este análisis diseccionamos cada uno de los argumentos -denominados aquí “gusanos”- que los defensores del mecanismo exponen para hallar benevolencia en las PASO. Exhibimos que tales virtudes son forzadas (la competencia por la competencia misma), infundadas (la atribución de estabilidad y consistencia a coaliciones insuficientemente estables y consistentes) y/o riesgosas (la incertidumbre a cualquier precio), dejando clara como el agua la contradicción inicial sobre la que se sustenta esta normativa electoral.
Ariadna Gallo es doctora en Ciencia Política. investigadora independiente del CONICET/ Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC). Especialista en temas vinculados a los partidos políticos y las elecciones.
Carolina Pérez Roux es licenciada en Ciencia Política (UBA), integrante del Grupo de Estudios sobre Reforma Política en América Latina (GERPAL) en el IEALC-UBA.
WC
Este artículo fue producido y editado por revista Anfibia.