Se esfumó, o eso parece, el fantasma de la Delta. A siete días de la elección, se acumulan catorce semanas consecutivas de baja de contagios por Covid-19. Es el valle más bajo del electrocardiograma de casos de la peste, con un registro equivalente a los niveles de julio del 2020, antes de las olas y los rebrotes.
Contra los pronósticos, se vota casi sin pandemia y ese fenómeno potencia un fantasma que acecha a todos los campamentos, la apatía electoral un mix que va de la baja concurrencia a las urnas al voto bronca o voto antisistema. Sin la pandemia como centro de gravedad, la “normalidad” que venden los oficialismos, puede ser un búmeran: si el 12 de septiembre se replica la baja en la concurrencia que se detectó en las elecciones provinciales, podría computarse como fracaso de la política, de su incapacidad de seducir o generar épicas, para ofrecer algo.
En Misiones, Salta, Corrientes y Jujuy la asistencia a votar bajó entre 10 y 19 puntos respecto a cuatro años atrás. Intervino la pandemia pero, además, asomó la apatía cuyo origen es político aunque esté cruzado por el Covid-19. El politólogo Javier Caches lo sintetizó en una frase tuitera: “La pandemia trae malestar social y el malestar social, ausentismo electoral”.
Una autoridad judicial estima que la concurrencia nacional caerá 8 puntos respecto al 2017 y que, al final del día, estará bastante arriba del 60%
Una autoridad judicial estima que la concurrencia nacional caerá 8 puntos respecto al 2017 y que, al final del día, estará bastante arriba del 60% “Con esos números, la legitimidad de la elección está garantizada. Otra cosa sería que vote menos del 50%, o vote el 40%. Eso sería más peligroso”, teoriza ante elDiarioAR. ¿Quién pierde si vota poca gente? “Todos”, advierte la fuente judicial.
La historia electoral de la provincia de Buenos Aires ofrece algunas pistas. La legislativa con concurrencia más baja fue la del 2005, la que coronó la irrupción del kirchnerismo con el triunfo de Cristina Kirchner sobre Hilda “Chiche” Duhalde. Votó el 76,5% del padrón y un 4,9% lo hizo en blanco. La cifra está apenas por abajo de la del 2001, cuando la concurrencia fue de 77% pero el voto en blanco, tuvo el score más alto de la historia electoral: llegó a 11,9% mientras el voto nulo, quizá la expresión más cabal de la bronca, llegó a 14%. Fue producto de un clima, el tiempo de una militancia anti voto. En la legislativa siguiente, el nulo cayó a 1,4% y quedó en desuso. Los últimos años, al menos en las intermedias de PBA, nunca llegó a estar por encima del 1%.
La Alianza, que había llegado al poder dos años antes, ya se había deshilachado: la renuncia del vice “Chacho” Alvarez, el ajuste del gasto público y un presidente débil perforaron rápido lo que surgió como una esperanza. La elección de 2001 tenía curiosidades: era candidato Eduardo Duhalde que había perdido la presidencial del '99 y casi no había listas del gobierno; de hecho Raúl Alfonsín, candidato de la Alianza en Buenos Aires, era tan o más crítico que Duhalde.
El miedo larretista del día después
“No sabemos cómo le va a pegar a Facundo una derrota. Sabemos cómo es, conocemos su ego. Es un riesgo si el resultado es peor a lo que espera. Esperemos que lo asimile, es importante que para la general esté activo. Después, ya sabemos, empieza otra campaña”, se preocupan en el búnker de Diego Santilli. El primer dato que miran es una victoria, holgada, sobre Facundo Manes, tanto que puede resultar nociva para la unidad posterior.
“Manes quedó como un candidato, Santilli es un grupo”, analizan desde una encuestadora y enfocan la sobreexposición de Horacio Rodríguez Larreta, que tuvo que jugar fuerte para sostener a su candidato pero que en ese proceso tuvo costos y algún brillo. Una medición de Zuban-Córdoba refleja que cayó la imagen positiva y subió la negativa del jefe de Gobierno en los últimos dos meses. Efecto colateral de su pulseo con Mauricio Macri por la jefatura del conglomerado opositor. Nada es gratis.
Emilio Monzó, que se sienta en la mesa chica de Manes, advirtió en una entrevista con elDiarioAR que Larreta, en caso de una victoria de Santilli, deberá demostrar su destreza para reconstruir la unidad de Juntos. El neurocientista, hasta acá, nunca arrancó, falta la elección pero no se cristalizó como ese cisne negro que parecía ser. “Lo perjudicó el contexto: para que haya un cambio tiene que haber motivación, gente que quiera empujar ese cambio y el rasgo de este tiempo es la apatía. Facundo llegó tarde o demasiado temprano”, interpreta un consultor que conoce los hilos de Juntos por el Cambio (JxC).
Larreta, el “candidato” ambeño que se puso al hombro las campañas de Santilli y María Eugenia Vidal, parece beneficiarse de dos factores que a mediano plazo lo perjudican: el hartazgo social con la política y la polarización. Son fenómenos que colisionan entre sí pero que, al final, golpean la moderación y las posturas centristas. Si el 2020 fue el año del diálogo, la demanda pública de una conversación política, en la campaña del 2021 casi nadie menciona esa palabra que hace unos meses parecía expresar todo lo que estaba bien.
Todos los actores políticos son, en esta campaña, más extremos que lo que fueron en el 2019. Manes, la figura disruptiva, expresó esa oferta pero luego migró hacia un tono más anti macrismo. En estas horas, pensando en el día después, la retomó Sergio Massa, bajo el ropaje de un diálogo que, aunque no se explicite, debería prescindir de las figuras más polarizadas: Macri y Cristina.
El miedo del larretismo con Manes, y la posibilidad de que Ricardo López Murphy capture un caudal que deteriore la proyección de Vidal pero, al mismo tiempo, por el reglamento interno no quede en los primeros lugares de la boleta de JxC en CABA, se potencia con una certeza: la elección de verdad comienza el 13 de septiembre. “El Gobierno siempre tiene más para jugar”, avisa un operador bonaerense que cita una encuesta en que, por espacios, Juntos queda abajo, pero con la sumatoria de Santilli y Manes aparece unos puntos arriba de Victoria Tolosa Paz.
Apatías y campañas
“La apatía no se puede medir ¿quién confiesa un delito?”, coinciden dos consultores y se enfocan, más la voz de otros dos colegas, sobre la dificultad de las encuestas. Uno cuenta que de cada diez consultados, sólo uno responde, Otro relata que hizo un sondeo en CABA y que el 60% de los consultados ante la primera pregunta de a quién votaría, dijeron no saber. Luego, guiados con opciones y demás, el número se redujo, pero el punto de inicio fue ese: seis de diez no sabían o, de mínima, decían no saber.
“Te operan las encuestas”, explica otro con un poco de exageración para explicar que los que responden los sondeos telefónicos son los que se involucran, los que tienen posición tomada y dice que hay que contemplar esa particularidad. El aporte de un cuarto encuestador se enfoca en el método que fue furor en el 2019: las encuestas online. Detectó, por informes propios y de colegas, que los números cambian drásticamente cuando los sondeos son online o presenciales. “Ojo que no pase lo mismo que hace dos años, que la mayoría de las encuestas hablaban de un empate o de pocos puntos y quedaron en offside”, deja la frase flotando sobre las intrigas.
La convivencia en el FdT
“El lunes 13 yo salgo de campaña. No voy a parar ni un día. No podemos cometer el mismo error que en el 2019 cuando se frenó la campaña para la general”. Lo anticipa Victoria Tolosa Paz, lo replican funcionarios y dirigentes. Gabriel Katopodis y Jorge Ferraresi, ministros de Obra Pública y Vivienda, tienen definido un esquema de inauguraciones y despliegue para la segunda parte de la campaña, la que arranca después de las PASO.
“Decretos”, aporta otra fuente del FdT para sintetizar las herramientas que tiene el oficialismo para jugar camino a noviembre. Es, del otro lado, lo que hizo Mauricio Macri dos años atrás, campaña y medidas como la baja del IVA, tribuna ideológica y acciones de gobierno. “¿Qué pasa si pierde el FdT en la provincia?”, le pregunta elDiarioAR a un funcionario. “No vamos a perder pero si eso ocurriese, lo podemos dar vuelta para noviembre. Pero no vamos a perder”.
¿Qué pasa si pierde el FdT en la provincia?, le pregunta elDiarioAR a un funcionario. 'No vamos a perder pero si eso ocurriese, lo podemos dar vuelta para noviembre. Pero no vamos a perder'.
El Gobierno pareció ser más hábil en el mediano plazo que en el corto. La campaña oficial está desordenada, sin relato preciso, Fernández armó un acto sobre la hora luego de bajar, también sobre la hora, su viaje a Ecuador y recién en la última semana volverán a aparecer juntos los “garantes” de la unidad: los Fernández, Massa, Axel Kicillof y Sergio Massa.
“El mes que ganaron Wado (De Pedro) y Sergio (Massa), cuando lograron prorrogar la elección, no tiene precio. Es oro en polvo ¿se imaginan si se hubiese votado a mitad de agosto, con más pandemia, con menos señales económicas?”, dice una fuente oficial. Es paradójico: meses atrás, Santilli -que todavía no era candidato- ironizó que no le importaba la fecha de la elección y hasta planteó que sería peor para el Gobierno cuanto más tiempo pasara, porque la economía estaría peor. Hasta acá no ocurrió: si bien la recuperación es heterogénea y no parece llegar a los bolsillos, el contexto general es mejor que hace doce, ocho o tres meses.
El cumpleaños de Olivos astilló a Fernández y dañó su imagen. Zuban-Cordoba registra que, por primera vez, el Presidente tiene peor imagen que su vice. Es, más allá del dato objetivo, un dato político de largo impacto porque le quita -en la medida que no lo revierta- a Fernández el plus que lo convirtió en la pieza de la unidad. El episodio alteró la convivencia entre los Fernández y un eventual mal resultado en Buenos Aires, el bastión del kirchnerismo -donde hace campaña Cristina, donde gobierna Kicillof, donde es jefe Máximo Kirchner- amenaza con alterar el día después.
PI