Antoni Gutiérrez-Rubí, el consultor catalán que diseñó la campaña de Cristina Kirchner en 2017, inoculó una nueva palabra en el diccionario peronista: “coralidad”. La usa para describir lo que, considera, nunca logró el oficialismo en estos cuatro años: unificar las voces para que, en lo discursivo, el mensaje sea uniforme o, al menos, no presente antagonismos gruesos. El teléfono roto entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, un rasgo del último año, es la demostración cabal de que eso no se logró.
En los brief que envía, muchas veces desde España, Rubí empezó a incluir el término que expandió, ahora, en la ancha y diversa familia de UP. “Ahora todos tenemos que decir lo mismo: eso es la coralidad”, dice, con algo de sorna, un candidato y registra la imagen de un coro. Raro en el universo peronista donde lo que sobran son diferencias, que algunos definen como matices y a veces se reflejan como miradas distintas del mundo. ¿Puede haber coralidad respecto a qué hacer con el FMI?
La coralidad supone que todo UP cante la misma canción aunque, como en un coro, pueda haber tonos más altos o más bajo, voces propias pero dentro de una misma partitura
Rubí, que genera palabras de respeto y otros de malquerencia, tuvo su tiempo de gloria en el Instituto Patria cuando armó la campaña de Cristina senadora en el 2017. La vice desplegó un proselitismo en redes, factores de cercanía y volvió a hablar con los medios. Empató la PASO y perdió la general con Esteban Bullrich, un candidato con muchísimo menos kilaje que el que tenía la expresidenta. Recelado por los campañólogos de La Cámpora, Rubí cerró el ciclo K con más quejas que aplausos. Luego lo rescató Massa, colaboró con la campaña 2019 de FDT y en 2021, post derrota, fue uno de los artífices de las bajadas de cercanía en las que Fernández aparecía en charlas mano a mano. Aquellas fotos de Alberto Fernández con una libreta anotando reclamos.
Fue, todos estos meses, el diseñador del discurso massista y quien fijó highlights como el orden interno y gestión. Rubí es fan de la cercanía y de una dinámica que en 2021 compró Fernández: que el político escuche a la gente. Ahora, el catalán está detrás del concepto de no-campaña que encaró Massa en su condición de ministro-candidato. Ni en los peores momentos de la economía, en cada reunión del equipo que se junta periódicamente en el Palacio de Hacienda, el catalán dejó de plantear que el objetivo central y del que no había que correrse era la candidatura presidencial del tigrense.
Foto galería
La foto que este domingo, en Salliqueló, por la inauguración del gasoducto Néstor Kirchner, compartirán Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Massa, además de Axel Kicillof y los gobernadores Sergio Ziliotto (La Pampa), Arabella Carrera (Río Negro) y Omar Gutiérrez (Neuquén), puede ser la expresión gráfica de esa coralidad que milita Gutiérrez Rubí. Cuando vuelvan a compartir un acto, al margen del encuentro gélido en la asamblea legislativa, será la primera vez que el Presidente y la vice vuelvan a estar juntos sobre un escenario luego de la celebración de los 100 años de YPF en junio del 2022.
Massa medió para que ese encuentro opere como tregua y que no haya espadeo entre los Fernández, cuya relación está cortada hace tiempo, al punto que la negociación por las listas de UP se hizo por medio de terceros. Como contó elDiarioAR, fue Juan Manuel Olmos, vicejefe de Gabinete de Fernández y promotor de la candidatura presidencial de Massa, el que tercerizó las conversaciones para lograr la lista de síntesis que derivó en la bajada de la candidatura de Wado De Pedro y la aparición de la fórmula Massa-Rossi.
La “coralidad” que propone Rubí como receta contra la grieta en UP sumó episodios como la recepción de Massa a Daniel Scioli, la incorporación de Julián Domínguez, la intervención del candidato para evitar que escale la metralla del dispositivo K sobre Santiago Cafiero -a quien el ministro subió a un acto suyo en Misiones- y, luego, la foto con los gobernadores para consolidar el frente interno. Hay, sin embargo, puntos de fuga. La campaña de Juan Grabois, hasta acá menos virulenta de lo que era semanas atrás contra Massa, y las apariciones de Máximo Kirchner con planteos críticos del Gobierno.
El equipo de campaña de Massa, cuya coordinación quedó a cargo de De Pedro, pero al que las líneas discursivas le llegan vía Telegram desde Barcelona o desde las oficinas que Gutiérrez Rubi ocupa a 100 metros de plaza de Mayo, procesa la idea de coralidad como enmienda de las diferencias profundas, de fondo y de forma, en la cima del oficialismo en los últimos meses. La coralidad supone que todo UP cante la misma canción aunque, como en un coro, puede haber tonos más altos o más bajo, características propias pero dentro de una misma partitura.
Diferencia
La coralidad requería, en su base, de una lista de síntesis. Y demanda, ahora, que la disidencia interna que expresa Juan Grabois no se desmadre, sino que pueda leerse como una interpretación dentro del mismo ritmo. Para abundar de la metáfora podría decirse que Grabois, más que cantar otra canción, debería hacer un cover. La obsesión del oficialismo es que la candidatura bis del dirigente social no escalde una campaña donde la pelea abierta se regista en la oposición, en el duelo central entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.
“Nosotros debemos ser la contracara de Juntos. Si ellos se tiran con todo, nosotros tenemos que evitar la pelea pública. La única posibilidad que tenemos es que Juntos se canibalice y eso nos dé espacio para, post PASO, crecer”, explica un funcionario nacional. En algunos territorios, como la provincia de Buenos Aires o Santa Fe, eso puede tener más rebote. En territorio bonaerense, UP va con una sola lista a gobernador, la de Kicillof, mientras que JxC protagoniza un duelo propio entre Diego Santilli y Néstor Grindetti.
En la provincia, donde la figura de Cristina Kirchner retiene algún nivel de centralidad, el protagonismo de Massa aparece mediado por otras figuras. Requiere, como dicen en el equipo de campaña, que el candidato a presidente tenga perfiles propios, en algunos lugares requiere ser “kirchnerizado” y en otros “peronizado” como en distintas propias del interior donde es más fuerte el PJ. Son territorios donde, sin confrontar con la vice, tiene dinámicas e identidad propias. En Misiones, por caso, Massa despliega un estilo más peronista clásico, algo que se repite en el norte del país.
PI/MG