Axel Kiciloff tuvo 36 horas de furia: desde el sábado a media tarde cuando se enteró de las fotos que en su cuenta de Instagram publicó Sofía Clerici, que al involucrar a Martín Insaurralde, su jefe de Gabinete detonaron una bomba, hasta que el lunes cuando cambió el chip -graficaron a su lado- y entró, otra vez, en modo campaña para encarar los 20 días decisivos hasta las elecciones del 22-O en las que se juega su continuidad en el gobierno bonaerense.
Kiciloff no sabe -como nadie sabe- cuánto y cómo impactará en las urnas el escándalo Insaurralde. Sabe sí, y lo transmite, que ya hizo todo lo que podía hacer para tratar de amortiguar el daño de la crisis: rápido, le pidió la renuncia a Insaurralde -casi una gentileza, le dio esa salida, en caso contrario lo echaría- y jugó luego la carta de la eliminación de la jefatura de gabinete. Casi un simbolismo como si al suprimir el cargo -que se creó cuando Daniel Scioli asumió como gobernador en 2007- suprimiera los costos que generó Insaurralde, quien ocupaba ese cargo.
El recambio de chip de Kicillof se nutrió de dos razones. Uno, íntimo: con el paso de las horas procesó y anuló la tesis que circuló a su lado y sugería que el episodio podría ser fuego amigo que lo tenía como destinatario último de una factura interna en la que Insaurralde oficiara de kamikaze. Dos, si se quiere instrumental: cuando pasaron las horas y escaló el escándalo, Kiciloff expulsó a Insaurralde y en ese minuto a minuto que son las redes sociales constató que su figura, que primero aparecía íntimamente ligada al escándalo, empezaba a desacoplarse del affaire.
Rebote
Este martes, el informe de la consultora Ad Hoc, sobre el relevamiento en redes -actualizado al 3 de octubre-, reforzó el diagnóstico que en La Plata tenían desde el domingo. El informe registra el mismo fenómeno respecto a Sergio Massa. Una interpretación, todavía aventura, es que la crisis no puede predecirse pero que salvo que ocurran otras novedades explosivas, parece haber tocado el pico más alto de audiencia. Sobre el daño, también incierto, un argumento optimista es que si bien se trata de un dirigente importante, no es un candidato top.
En el mundo Kicillof, tras el cambio de chip, se recortaron otras certezas o semicertezas. Por un lado, se da por hecho que la publicación de Clérici no fue casual: no pueden determinar si se trató de un tema personal de la mujer o si hubo un actor o sector que actuó detrás, se descarta que haya sido un mero posteo sabatino. La otra es que Kicillof no tenía porqué saber de la vida personal de su ministro aunque, a priori, se sabía que era un viajero habitual. El gobernador no quiere, ahora, alimentar el internismo y manda a los suyos a callar sobre la relación entre Insaurralde y Máximo Kirchner. El dato cierto es que desde que estalló el conflicto, no hubo comunicación entre Kicillof y quien es, además de presidente del PJ bonaerense, primer candidato en la lista de diputados nacionales de Unión por la Patria (UP).
Sondeos bilaterales
El lunes, a menos de 48 horas del estallido, Kicillof estuvo en un acto en el conurbano al que se sumaron varios intendentes. En La Plata se leyó como un mensaje cruzado de apoyo pero, además, una señal de preocupación sobre el efecto electoral de la crisis. Kicillof tiene, desde hace algunas semanas, un testeo propio: sondea a varios intendentes sobre determinadas medidas y hechos, como si fuese su propio focus, más allá de las encuestas que le llegan y que, jura, no lee.
Por esa vía, recogió que la medida de reducción del IVA tenía buena repercusión y alto impacto. En las horas siguientes a que se conoció el hecho, conversó con varios para evaluar la onda expansiva. El clima general es áspero, por la sensación de una bomba que estalló en el momento que UP empezaba a unificar la campaña y a configurar un esquema basado en sus candidatos. El acto de Ensenada, el miércoles, con Massa y Kicillof en el escenario -con el solo agregado de Mario Secco, como jefe local- parecía exponer una campaña asentada en los postulantes, no en el espacio ni tampoco en jefaturas como la de Cristina Kirchner.
El fin de semana, se activó en paralelo un componente que aparece como central en la logística electoral: mover la boleta completa, un asunto que está presente desde antes de las PASO y que se constató cuando en las primarias en muchos municipios se detectaron diferencias, en algunos casos muy altas, de corte de boleta. Desde el conurbano, así como Kicillof hace una campaña en redes que llaman coloquialmente “es por abajo”, surgió la movida del PJ territorial que coordina Gustavo Aguilera, ex viceministro de Desarrollo Social.
El otro movimiento que tiene en carpeta Kicillof es aceptar la discusión que se instaló en la Legislatura para migrar a un sistema unicameral, que cada tanto reaparece pero que ahora resurgió con fuerza luego del caso “Chocolate”. En La Plata anticipan que el gobierno provincial está dispuesto a dar ese debate y a potenciarlo con otras reformas del Estado, y que el disparador podría ser la reforma de Gabinete que empuja Kicillof a partir de la eliminación de la jefatura de Gabinete. “Aceptamos esa discusión porque queremos discutir todas las reformas que hacen falta en la provincia de Buenos Aires. Abramos el debate”, dicen en La Plata.
PI