Regreso al 2003, la Biblia electoral de CFK y la inflación como gran ordenadora del FdT

12 de marzo de 2023 00:07 h

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El candidato que fue el proyecto es, esta vez, el modelo. Un deja vú del 2015, quizá con el mismo desenlace: la derrota y la posterior dispersión del peronismo. El mandamiento lo forjó, desde Viedma, Cristina Fernández de Kirchner y podría, en esa extravagancia política que es el Frente de Todos (FdT), completarse -en una remake blue- con Daniel Scioli como postulante último.

No parece, al explorar esa ficción probable, que ocho años después el embajador contemple pedir que su vice sea Carlos Zannini. La fórmula, según el tiempo histórico, demanda que se complete con una dama. Como ejercicio imaginario ¿a quién, si pudiese, pediría Scioli como número dos? ¿A quién, si llegase a ser candidato, elegiría como compañera Sergio Massa? “La elección está más fácil que el 2015”, lo escucharon decir a Scioli que expone, desde su silencio, dos registros: nunca se embarró en la interna tóxica del FdT y aunque formó parte del frente no estuvo lo suficientemente cerca del dispositivo de poder como para enchastrarse con los tropiezos del gobierno.

Al margen de esa anécdota, este viernes la vice dictó la pautas de su Biblia electoral: enumeró los asuntos, y el abordaje, que debe abrazar cualquier dirigente que pretenda convertirse en su bendecido como candidato. Es un menú que repite hace tiempo pero que incorporó un dato que sus socios del FdT deberían escuchar con atención: la idea de fragmentación política. Quizá no es Perú -un país donde los últimos cinco presidentes no pudieron terminar su mandato y fueron presos- el espejo donde debe mirarse la política argentina, porque la referencia a la dificultad para construir mayorías tiene un correlato local que se expresa en el nivel de tensión interna, cada vez menos disimulada, en las dos coaliciones de poder, el FdT y Juntos por el Cambio (JxC).

Si la fragmentación que sugiere Cristina derivase en la ruptura de las alianzas y de ahí surgiera un escenario electoral parecido al del 2003, con varios candidatos por distintos espacios, Milei está muy cerca de garantizarse una butaca en el balotaje.

Los consultores normalizaron un dato que hace un año era novedoso: ningún candidato, salvo Cristina, retiene plenamente los votos de un eventual rival de una PASO. ARESCO, en su informe de febrero, detectó que mientras en las primarias las dos coaliciones -sumando varios candidatos- superan los 30 puntos y dejan a Javier Milei tercero, con algo más de 20, cuando se mide la general, el panorama es de tercios casi iguales: es decir, los dos frentes pierden votos y Milei crece.

Opina Argentina, la consultora de Facundo Nejamkis, hizo una encuesta presencial domiciliaria de alcance nacional, y detectó un fenómeno parecido. Lo más impactante, y se detecta en muchos sondeos, es que si la fragmentación que sugiere Cristina derivase en la ruptura de las alianzas y de ahí surgiera un escenario electoral parecido al del 2003, con varios candidatos por distintos espacios, Milei está casi muy cerca de garantizarse una butaca en el balotaje.

El 2003, más allá de la efeméride de los veinte años de kirchnerismo, es una referencia que se volvió recurrente en los análisis electorales. En Casa Rosada, invocan aquel tiempo para describir los dos caminos posibles de Alberto Fernández. “Hay que ver si decide ser Duhalde o decide ser Menem”. Lo primero supondría oficiar de ordenador para ayudar a otro candidato. Lo segundo, lanzarse a la aventura de su reelección. “Las dos cosas, no puede ser”, completa el interlocutor y advierte, además, que tampoco tiene certeza del resultado de esa elección. ¿Está, Alberto, todavía a tiempo para ser Duhalde?

Con Cristina, hay una diagonal. En su diatriba pública insiste con el diálogo, aun reduciendo el temario a dos o tres cuestiones medulares donde no debería haber muchas diferencias con otros espacios políticos, pero ese planteo no se contradice con la tesis de la fragmentación. Aquella dispersión del 2003 fue la puerta mágica para que Néstor Kirchner se convierta en presidente, con el apoyo determinante de Duhalde. Casi todo lo que vino después, con Néstor y con Cristina, fueron movimientos de ampliación electoral, de la Concertación Plural del 2007 a la última escala con el FdT en 2019.

No hay que irse lejos demasiado lejos para ver postales de la fragmentación y los ordenamientos desordenados: en Tierra del Fuego se rompió JxC, como en Neuquén y en Tucumán, mientras en San Luis el peronismo de Adolfo Rodríguez Saá negocia una pacto con Claudio Poggi, ex socio de los hermanos, cuando estos eran socios, que se convirtió en puntual del macrismo. Alberto Rodríguez Saá no cayó en la tentación de poner en la boleta su apellido, a través de su heredero, “El Albertito”, algunos entienden que lo hace porque proyecta una derrota.

Adiós a la moderación

Hay una lectura, que circuló mucho luego de su renunciamiento de diciembre pasado, respecto a que la vice enterró la ilusión moderada porque no le dio resultado ni en términos políticos ni en términos judiciales. En Río Negro, implícitamente, validó el acuerdo entre el peronismo K, que encabeza Martín Doñate, y el partido provincial de Alberto Weretilneck, lo que se interpreta como un mensaje para que esa apertura se ensaye a nivel nacional. Hay diferencias notables. En Río Negro, el PJ es un socio importante pero no mayoritario de Weretilneck, a nivel nacional al cristinismo le cuesta encontrar aliados.

Pero si la frustró el giro hacia el centro -por los magros resultados- y eso, como se repite en La Cámpora, la condena a no intentar otro experimento de señalar un candidato, no parece un recurso insólito proyectar un regreso al 2003 donde sus +/- 30 puntos de intención de voto la ponen, sin escalas, en el balotaje. El riesgo, con su alta negatividad, es repetir el derrotero de Carlos Menem. El riojano es, en varios aspectos, un espejo donde Cristina no quiere mirarse. También se recurre al ex presidente para decir lo que no: que a la vice le espanta la idea de languidecer, como Menem, en una banca del Senado.

Un consultor, que trabaja para varios gobernadores y para Horacio Rodríguez Larreta, repite una frase para describir la encerrona electoral de Cristina. “Mide 30 en las PASO, 31 en la general y 32 en el balotaje”. Entre Cristina y Alberto, que coinciden en la lectura -y recomendación- de la economista Mariana Mazzucato, y en las diversas terminales del panperonismo, se abraza a Javier Milei porque se lo señala como el candidato perfecto para un balotaje si, como suponen, en la hora final predominara la cordura del votante.

Milei, a quien desde Río Negro la vice le dedicó varios párrafos -que luego el libertario respondió por Twitter-, se recorta como una pieza clave para la supervivencia peronista. Es determinante para darle competitividad al FdT en las provincias y los municipios. Un sondeo del Observatorio Social de la Universidad de La Matanza midió a Fernando Burlando como candidato libertario y detectó que tiene mejores indicadores que los que tiene José Luis Espert. El gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet, define si separa o no la elección local de la nacional porque si vota en la misma fecha la presencia de Milei le da fortaleza a un candidato libertario para la gobernación y modifica el mapa electoral que, sin esa variable, parece conducir a la victoria de Rogelio Frigerio.

11 de diciembre del 2023

“La prioridad de Cristina van a ser las listas de legisladores. Y ahí va a ser muy purista: no puede regalar espacios y que ocurra como en el 2016”. Lo dice un operador camporista al mismo tiempo señala que la vice debe ser candidata. Subyace algo que desde el anuncio del acuerdo con el FMI, en el verano del 2022, flota en el mundo K: que la presidencial de este año está perdida. Por eso las listas legislativas son determinantes para mantener un espacio de resistencia a partir del 11 de diciembre de este año. Es la pieza clave para que la oposición no consiga una hegemonia legislativa como la que tuvo, entre el 2005 y el 2010, el kirchnerismo.

Cristina decidió, hace tiempo, no mencionar al presidente como un modo de quitarle trascendencia. Deslizó, desde el Senado, una ironía sobre los off y en Viedma revitalizó el menú que, afirma, debe concentrar la agenda: renegociación del acuerdo con el FMI, recuperación del salario y, en otro rango, reforma del Banco Central. Todo lo contrario a lo que hizo, o dejó de hacer, Fernández.

Son expedientes que figuran, hace rato, en la fractura entre los Fernández. La descripción de la vice los ordena pero no los revela: ningún trabajador necesita un cuadro de la variación salarial para saber que sus ingresos pierden ante la inflación. Fue una de las razones, entre otras tantas, de la derrota electoral del 2021.

La inflación como gran elector

Esta semana, el INDEC publicará la inflación de febrero -según los datos que circulan en el gobierno “será parecida a la de enero”, que fue de 6%. Marzo-, que estacionalmente es siempre complicado, tampoco proyecta un indicador mejor. Recién en abril podría volver la tendencia bajista, aunque mínima. Una lectura en el FdT es que en mayo podría haber una inflación con un 4 adelante. Un punto más que el “3 coma algo” que prometió Massa pero, al menos, un tobogán con poca pendiente pero hacia la baja.

Massa reconfiguró, con rapidez, los términos y condiciones: la baja de inflación dejó de estar en el centro de su oferta política, de ser el corazón de su plan, para revalidar la idea de que su aparición impidió un estallido económico y social. Massa juró como ministro entre versiones de una asamblea legislativa. Esta semana, el tigrense despejó el horizonte de la deuda en pesos. En febrero, luego del 6% de enero, la imagen positiva de Massa en la provincia de Buenos Aires cayó 4 puntos.

Mayo es el deadline: si para entonces, la inflación no registra al menos dos meses de baja y, en la construcción hipotética, no empieza con un 4, Massa tendrá dificultades objetivas para ser candidato. Pero qué pasa si puede serlo. “Si le dan los números para ser candidato ¿a quién va a poner como ministro? Sergio sabe que no puede ser ministro de Economía y candidato a presidente”, apunta un funcionario.

La vice, que es determinante en la lectura de sus seguidores, le hizo un guiño político al ministro. Simplificó que el problema de la inflación es por la falta de dólares. Ya no es, como antes, producto de la inacción en el control de precios o consecuencia del voluntarismo de Martín Guzmán que negociaba con el mundo empresario. Es decir: la inflación dejó de ser un problema de gestión económica, como sostenía cuando el ministro era Guzmán, para sostener que es un factor estructural y, en cierta medida, exógeno.

Pudo mencionar el efecto de la sequía y su impacto, directo, sobre las reservas. El último informe de Ecolatina proyecta, en base a las estimaciones de las bolsas de Comercio de Rosario y de Buenos Aires, que la producción de los principales tres cultivos (soja, maíz, trigo) se desplomaría entre el -33% y el 37% respecto a la campaña pasada. De esta forma, la cosecha valorizada a precios promedio de exportación (FOB) para estos cultivos se hundiría entre USD 15.500 y USD 17.000 M. Advierte, el análisis, que escenarios de mejora climática, podría haber nuevas correcciones a la baja. Y agita un fantasma: que la escasez de divisas presiona sobre la táctica de Massa de devaluación progresiva, el crawling peg.

Si la falta de dólares, como dice Cristina, es el insumo del que se nutre la inflación, es difícil el cálculo que quiere ver una inflación con un 4 adelante en mayo. Para la vice ni el déficit -aunque aceptó hablar de que el equilibrio fiscal es virtuoso- ni la emisión monetaria son factores inflacionarios como si lo es la restricción externa. Massa piensa diferente: el ordenamiento fiscal se convirtió en una pieza esencial de su plan. Y si, claro, duerme obsesionado por las reservas. Y, además, juguetea peligrosamente con eso que la vice define como riesgo de catástrofe: que enfriar la economía para bajar la inflación derive en una estanflación.

La inflación de mayo se conocerá a mediados de junio, diez días antes del cierre de listas. Un escenario sin baja de precios puede anular, de un plumazo, a Massa y también a Alberto Fernández si es que, para entonces, sigue en carrera. Se instaló, por default, la idea de que el presidente resolverá en la primera quincena de mayo cuál será su destino electoral. No hay certeza alguna de que sea así. Nada ni nadie lo corre.

“Alberto podrá ser o no. Lo que si es claro que habrá un candidato del Gobierno, un candidato del PEN que, seguro, competirá contra un candidato de Cristina”, apuntan en Casa Rosada. Tiran nombres, hipótesis: “Scioli versus Wado, Sergio contra Capitanich”. Aparece, como siempre, un matiz: así como el cristinismo dice que si Alberto es candidato no puede haber PASO, del mismo modo que si Cristina decidiese competir no parece que nadie se animara a una primaria contra ella, ¿no vale la misma regla para Massa? Es decir: si se configura el escenario que lo convierte en competitivo, ¿Massa no tiene también derecho a pedir ser candidato “de unidad”; aunque eso no implique ser candidato único?

En otra línea de tiempo, si el escenario económico no se despeja siquiera parcialmente, la figura que se recorta con más nitidez es Scioli. Pero, en ese escenario, el ex gobernador puede cargar con el mote de ser el mejor candidato para perder.

En el albertismo no se lee, con suficiente profundidad, el planteo de Cristina sobre la fragmentación. ¿Está descartado que, si Alberto insiste con ser, Cristina no repita el modelo 2017 y se concentre con un espacio propio, como Unidad Ciudadana? La fractura del FdT podría facilitar la fractura de JxC aunque el frente opositor tiene una motivación distinta a la del peronismo: la pelea, abierta, cruda y brutal, opera sobre la hipótesis de que aquel que sobreviva como candidato a la PASO es, de facto, el futuro presidente. Es la principal motivación para mantenerse unidos y lo que explica que Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich estén lanzados a una batalla por todo o nada. Un macrista define su método definitivo y dice que son dos “unabombers”. “Esta es la última oportunidad de ambos: por biología para Patricia, porque Horacio no podría ser presidente fuera de un espacio de gestión. Mariu puede, en cambio, espera”.

Ocurra o no, las atmósferas de ambas coaliciones son bien diferentes: la lógica de la disputa en JxC es por ver quien es el futuro presidente mientras la del FdT parece acotarse a cranear una derrota menos violenta.

PI