- Cuiden la provincia. No se relajen, porque es una elección difícil.
La versión privada de Cristina Fernández de Kirchner -la lectura que compartió con dirigentes cercanos la semana previa a regresar a la escena pública luego de 70 días de silencio- despliega un escenario temerario que da por hecho el ingreso de Sergio Massa al balotaje, pero adivina una elección “compleja” que, para pánico de los propios, ubica en zona imprecisa lo que pueda ocurrir en la provincia de Buenos Aires, el dominio donde el ecosistema K protagoniza una interna extravagante.
La advertencia parece, en la interpretación más amable, un tirón de oreja por esa pelea de juvenilia pero se procesa con gravedad porque el último diagnóstico electoral de la vice, semanas antes de la PASO, fue un escenario de tercios que finalmente se verificó y que fue, incluso, más grave de lo que ella preconizó. En la complejidad que le relata a los suyos, Cristina trafica un problema futuro: ¿cómo atravesaría Axel Kicillof una gestión con Javier Milei presidente? Primero, el PJ debe ganar, dirán, pero lo que viene después es tanto o más dramático.
Durante la gestión de Alberto Fernández, la provincia tuvo la mayor asistencia de fondos en veinte años: ni María Eugenia Vidal recibió, proporcionalmente, tantos recursos de Mauricio Macri; mucho menos Daniel Scioli. En la línea de tiempo -posible- en la que el libertario llega a Casa Rosada, Kicillof estará frente a una encrucijada fenomenal: resistir con las limitaciones que impone la dependencia de recursos extra, o ensayar una convivencia frágil con un menú ajeno. “¿Cuánto tardarán los intendentes en negociar con Milei, puenteando a Axel?”, se pregunta, al rato del discurso de Cristina, una figura de largo rodaje en la provincia.
Hay, para Cristina, otra urgencia. Intervino tarde, porque se visibilizó, para desactivar la tirria de primos entre su hijo Máximo Kichner y Kicillof. Además se subió al ring a un mes de la elección para tratar de subsanar otras fragilidades. Una carta, muy hacia adentro, es para reforzar su respaldo a Massa con el objetivo de activar la maquinaria política propia, que por momentos parecen repetir la frialdad y lejanía con la campaña como hicieron en el 2015 cuando el candidato no era el proyecto, era Daniel Scioli.
Massa, en su imperio de la voluntad, surfea ese proceso convencido de que no es determinante. Recién este lunes, a menos de un mes de la elección, se mostrará con Kicillof en el conurbano. “Cuando el peronismo se une y sale a jugar, agarrate”, milita desde el optimismo el candidato y se abraza a la experiencia de Macri en 2019, cuando tras perder las PASO, lanzó una ristra de medidas -muy similares a las que anunció Massa- y acortó de 16 a 7 puntos la diferencia con Alberto Fernández.
Eso, según las encuestas, no ocurrió en tal dimensión: las mejores proyecciones que llegan al búnker de Unión por la Patria (UP) ofrecen escenario de empate técnico. La encuesta de CELAG, de Alfredo Serrano Mansilla, muestra una foto en la que Milei está arriba por apenas un punto parecido a los datos de Inteligencia Analítica, de Marcelo Escolar, un mega sondeo de 10 mil casos nacionales, telefónicos. Otras mediciones que llegan a UP son menos optimistas: el último tracking de ARESCO, le otorga 37,9% a Milei y 31 a Massa, con Patricia Bullrich en 25,2. #OpinaArgentina, de Facundo Nejamkis, otorga 34 a LLA, 29 a UP y 25 a JxC.
El dato repetido es que Bullrich queda, como dice Milei, tercera. La exministra se debate frente a la recomendación de su jefe de campaña, Dereck Hampton, que abraza la tesis de que militar el anti kirchnerismo explícito la ayudará a recuperar protagonismo. La semana que pasó, desde su búnker, circuló un escenario de triple empate. “Milei tocó 35 y cayó a 32”, se explicó desde el bullrichismo y argumentaron que la campaña anti K apunta a retener votos de ese segmento que estaba absorviendo el libertario. En UP comparten la lectura, con dosis de deseo, de que el libertario llegó a su techo: mencionan una línea de tiempo en la que superó los 40 puntos, dejó se crecer, se estabilizó y empezó a bajar hasta estabilizarse entre 35 y 37.
El ala política del bullrichismo pide volver a la “Patricia Rambo” que debe, entre otras cuestiones, romper los manuales de campañólogos que le sugieren no personalizar la pelea con Milei. “La mandan a pelear contra el kirchnerismo, que es pelear contra un fantasma”, se quejan. “Ella no sabe discutir sobre ideas, pelea con gente: con Gildo, con los K, tiene que ir a pelearse con Milei sino es imposible”. Ya se contó acá: Bullrich es, hoy por hoy, un yunque para los candidatos de JxC que juegan en los territorios. Lo sabe Rogelio Frigerio, en Entre Ríos, donde en una potencial disputa mano a mano con Adan Bahl gana cómodo, pero la diferencia se ajusta con la boleta entera. Ir atado a Bullrich, le cuestan 8 puntos al exministro del Interior, según un sondeo de Poliarquía que maneja el equipo de campaña frigerista.
Un dato que parece irrefutable, aunque los comportamientos ante eso son desiguales, es que Milei y Bullrich están en un subi-baja empático: lo que uno crece o pierde, lo recoge el otro mientras que Massa se mantiene estable en un número, entre 31 y 32 puntos, que parece un techo de hormigón. “Hay una línea de edad, en 27 y 28 años para abajo, que son irrecuperables. Pero entre los 30 y los 50, hay votantes de JxC en 2019 que fueron a Patricia en las PASO y ahora van a Milei porque tiene propuestas. Ese voto se puede recuperar si Patricia demuestra que lo de Milei es todo imposible”, confía un armador.
Es un problema serio que aparece en los estudios y reconfigura la presunción sobre el capital electoral del libertario. El sondeo de #OpinaArgentina refleja dos planos: entre sectores medios y altos, se percibe como un activo que Milei propone cosas, mientras que en el sector más bajo, irrumpe el componente de la capacidad y decisión de salir de la crisis.
Cristina, sobre la hora, apareció para poner en altavoz ese planteo: que las propuestas de Milei son impracticables, que la tarea de la militancia debe ser hablar y convencer y que, contra ese sesgo ideologizado tan arraigado entre los propios, es un error llamar derechización a una demanda de bienestar básico. Quizá demasiado tarde, la vice abre un manojo de debates en los que quedó preso el kirchnerismo: su planteo de “corporación de izquierda”, y la mención a la cuestión de la educación y los gremios, -al igual que una línea, incipiente, sobre los planes sociales- estrenan una agenda que fueron tabú, o casi herética, para el ecosistema K. Que Cristina las explicita sirve para abrirlas. La vice parece, con esa agenda, validar aquello de las nuevas canciones que planteó Kicillof e incomodó a Kirchner.
Milei, cómodo en el centro del ring, gestiona y autoriza negociaciones y acuerdos. Este domingo seguirá, con atención, lo que ocurra en Mendoza donde Omar De Marchi desafía a Alfredo Cornejo. El libertario fantasea con que De Marchi, ex jefe de campaña de Horacio Rodríguez Larreta, gane la elección y se convierta en el primer gobernador mileista. Si eso no ocurre, el demócrata mendocino tendría un lugar asegurado en el potencial gabinete del libertario.
PI