A los 44 años, Andrés “Cuervo” Larroque es uno de los viejos de La Cámpora. El actual ministro de Desarrollo de la Comunidad Axel Kicillof tiene un cargo tan o más importante que remite a la función pública sino a la pertenencia política. Secretario general de la organización que lidera Máximo Kirchner, Larroque es el autorizado a hablar en nombre de una agrupación que está entre las más grandes dentro del Frente de Todos, se extiende de sur a norte y, como él mismo dice, ya cuenta con cuatro generaciones que se sumaron al funcionariato y a la militancia. Este es el diálogo telefónico con elDiarioAR, antes de que se supiera que el dirigente había contraído Covid-19.
¿Qué balance hacen del primer año en el poder?
Nosotros asumíamos el desafío de ser parte de un gobierno con características de coalición porque la constitución del Frente de Todos así lo demandaba. Pero la pandemia complejiza mucho la acción política para una organización como la nuestra que siempre apostó a la construcción militante, territorial y colectiva. Tener un vínculo permanente o de interacción con los compañeros y compañeras es algo que necesitamos casi en términos psicofísicos: nos oxigena, nos da fuerza y nos permite observar si estamos cometiendo algún error. Muchas veces en una reunión mirando los gestos de los compañeros y las compañeras una va advirtiendo qué va bien y qué va mal, más allá de lo que se pueda argumentar. Es un año muy complejo, pero el saldo para nosotros es positivo porque salimos de los cuatro años de Macri que fueron trágicos y, sin estar en el paraíso, creo que se descomprimió la presión sobre la mayoría. Con mucha responsabilidad, hacemos un balance positivo dentro de esa complejidad.
¿Cómo es esa relación entre la parte y el todo para La Cámpora?
Tenemos como un doble vínculo porque somos parte del espacio que genera Cristina dentro del frente y también, dentro de ese espacio, La Cámpora tiene su propia particularidad. Todos estos años nos sirvieron para aprender y para ir no sé si madurando es la palabra correcta, pero sí para poder relacionarnos de una manera distinta a lo que fue en el pasado porque desde ya que la experiencia cuenta. Dentro de La Cámpora yo podría identificar ya cuatro generaciones: la de los fundadores que somos nosotros y estamos arriba de los cuarenta, una segunda generación que tiene lugares de responsabilidad muy importante que son los compañeros que oscilan en los 35 años, una tercera generación de los pibes y las pibas que andan por los 25 años y una cuarta que son los compañeros y compañeras que están el secundario. Cada una de esas generaciones tiene su rol y sus responsabilidades y en estos años nosotros hemos pasado por distintas formas de vínculo con el sistema político. La Cámpora fue un espacio muy estigmatizado, muy perseguido, muy subestimado quizás en algún momento. Yo creo que hoy eso naturalmente cambió.
¿A qué se debe ese cambio?
Quizás nuestra situación en el segundo gobierno de Cristina, de cierto vínculo privilegiado si se quiere o llegada directa nos pudo generar algún tipo de tensión con diversos actores de la política y también podemos haber cometido algún error desde ya. Pero creo que a partir del período de oposición y resistencia a Macri nos ganamos un respeto bastante abarcativo dentro del propio espacio y hoy estamos yendo a una etapa de convivencia con un sistema más complejo como el que administra el Frente de Todos. Creo que lo venimos haciendo de manera muy correcta, tenemos un vínculo en todos los niveles.
Habla de errores, ¿esa cercanía a Cristina les jugó en contra, no supieron administrar esa responsabilidad?
Fue algo impuesto por las circunstancias. Con Néstor en vida, había una idea de preparar un esquema de cuadros a 10 años y la muerte de Néstor precipitó todo. Cristina decidió rodearse de personas de confianza y entendió que nosotros cumplíamos esos requisitos. Fue un proceso de trasvasamiento que se dio de manera más acelerada de lo previsto. Teníamos 10 años menos que ahora y eso puede jugar, pero pienso que el saldo fue positivo. Me parece que fueron más los aportes que se hicieron que alguna circunstancia negativa no deseada a que se pudo haber dado.
Preservar la unidad implica postergar objetivos y buscar esos objetivos puede tensionar la unidad. ¿Cómo se procesa eso de ser parte de un frente sin perder la identidad?
Primero con mucha paciencia siempre. No hay que tomar decisiones precipitadas ni reaccionar en caliente. Esa también ha sido una enseñanza del tiempo pasado, entender lo complejo y lo diverso del espacio. Todos queremos traducir el frente electoral al andamiaje de lo cotidiano en el marco de una coyuntura que te obliga a responder con la gestión.
¿Cómo se maneja esa distancia entre generaciones, que por un lado tiene que ver con la edad y por otro puede tener que ver con la propia dinámica de una organización que conducen los fundadores, la mayoría funcionarios?
Lo de las responsabilidades es relativo. Mi jefe de gabinete en el ministerio tiene 27, 28 años y armé un esquema de gestión con los que tienen entre 25 y 30 años. Les di responsabilidad de primera línea. Lo que sí ocurre es que el tiempo va galvanizando a los cuadros políticos y hay ciertas cuestiones que requieren tiempo, eso es ineludible. El aprendizaje se hace en la posibilidad de ir sobrellevando situaciones complejas y negativas también. Siempre tuvimos la idea de que la gestión y la responsabilidad política son centrales y que a partir de ahí las personas van demostrando qué capacidad tienen para aportar en otro plano. En cuanto a la distancia que se puede generar entre el que tiene un lugar institucional y el rol más militante, siempre tratamos de acortarla. Es neurálgico para eso poder recuperar el contacto directo porque no es lo mismo un Zoom que estar en una reunión en una Básica o un plenario donde uno puede pasar uno o dos días discutiendo en un plenario.
¿Cómo influye el contexto local e internacional de mayores restricciones para un gobierno donde muchos dicen que hay que ir por el centro? ¿La distancia no es mayor cuando no hay margen para la audacia?
No hay que confundir audacia con estupidez. Me parece que lo audaz tiene que ver con poder solventar un proceso político que es complejo y con consolidar la hegemonía del peronismo en el mediano largo plazo, entendiendo que es el único proyecto de país posible para la Argentina. Eso requiere de poder articular con un movimiento que es multifacético y diverso. En el pasado las tensiones que se dieron en el seno del peronismo, no resueltas con andamiajes institucionales certeros, derivaron en problemas muy graves para Argentina. No hay que repetir esos errores.
¿Ustedes confundieron audacia con estupidez en algún momento o cree que los que piden ahora tensar más cometen ese error?
Yo veo dos momentos de ruptura grande del peronismo. Uno en los setenta que tuvo consecuencias trágicas y otro en el segundo gobierno de Cristina, que también tuvo consecuencias muy complejas, de distinta índole. Si uno quiere la ruptura de los setenta se dio por izquierda y si uno mira la ruptura del segundo gobierno de Cristina se dio por derecha. Las dos tuvieron consecuencias nefastas. Entonces, hoy hay que poder equilibrar esas tensiones internas que tiene todo movimiento nacional, con las disputas lógicas de hegemonía que tiene todo frente político, pero siempre priorizando los acuerdos y no las contradicciones secundarias. Los matices existen, pero cuando se transforman en lo central es cuando se rompen los procesos de unidad política.
¿Qué relación imaginan con el PJ? ¿Quieren dejar de ser una parte para conducir el PJ? ¿Qué expresa la discusión actual por los cargos?
Para mí, el peronismo sigue en una etapa de génesis. Aunque tiene 75 años, yo creo que aún se está resignificando y hay un debate enorme para dar a la luz de la experiencia mundial. Perón advirtió la crisis del liberalismo y también la crisis de los socialismos reales en los que el Estado se hacía cargo de todo. En la concepción de buscar un equilibrio dinámico entre lo individual y lo colectivo, nace esta idea del justicialismo como filosofía. A mí me parece que eso tiene una vitalidad tremenda, que es lo que está debatiendo el mundo hoy y que tenemos que abonar a eso. Como organización política, somos parte del Movimiento Nacional Justicialista y uno de los instrumentos que tiene el movimiento es el partido, que no es el único, ni el todo. En algún momento quizás se entendía que el PJ era el todo y dejó de contener la esencia propia del peronismo que tiene que ver con la territorialidad. Hay que consolidar esa recuperación que se dio sobre todo a partir de 2003.
¿Piensan que hay que recuperar la identidad partidaria y conducir ese espacio?
Nosotros creemos en la integración. Después, por supuesto que siempre estará la discusión en cada distrito, provincia o lugar sobre quién tiene las mejores capacidades o quién conviene que ejerza la conducción porque a veces un compañero o una compañera puede ser la solución de unidad y es lo mejor para cada circunstancia. Queremos abonar a consolidar el movimiento en general y el partido en particular, desde una lógica no de disputa ni de tensión sino de integración con el conjunto de los sectores. Estamos para aportar y no para disputar.
¿Qué quiere decir que La Cámpora comience a tener vínculos y reuniones con el poder económico? ¿Es algo nuevo?
No es nuevo. Quizás por el propio desarrollo nuestro y por tener un grado mayor de protagonismo, hay una demanda mayor de reuniones. El empresariado nacional tiene un rol central en el proyecto de país. Nuestro frente nacional está compuesto por un sector que tiene una mirada nacional en lo económico y quizás puede tener una mirada más conservadora en lo político o en lo social y después tenemos un sector muy amplio dentro del frente que tiene una mirada nacionalista en lo económico pero mucho más sensible en lo social y más dinámica en lo político. Pero son parte de un espacio natural en un frente nacional que se tiene que articular para que el país funcione. Cada sector tiene su perspectiva y así haya diferencias, siempre hay que hablar porque se pueden minimizar las tensiones o buscar puntos de acuerdo. Somos de esa filosofía. Quizás quedamos en algún momento estigmatizados como el ala más dura, radicalizada o más vehemente en la reivindicación de Cristina, sobre todo en el segundo gobierno, y eso le hizo pensar a alguien que no teníamos voluntad de diálogo. Pero es imposible construir una organización de la envergadura que tiene La Cámpora sin apostar al diálogo.
¿Cómo describiría la relación con Massa? ¿Hay una alianza estratégica?
Hay una relación muy sólida, que ha pasado por distintas etapas. Yo lo dije hace dos años. Cuando Sergio toma la decisión de jugar por afuera en 2013, inclusive en aquel momento entendíamos que había condiciones para volverse a sentar y pensar el 2015 de manera conjunta. No se pudo, todos tuvimos nuestra cuota de responsabilidad. Después pudimos construir el frente electoral, cumplimos el objetivo de ganar la elección y ahora me parece que, transitado más de un año, la performance es altamente aceptable. Resignificamos el vínculo y viene siendo promisorio. La perspectiva es poder dejar atrás las diferencias del pasado y consolidar una perspectiva de futuro con unidad.
DG