El próximo 24 de marzo puede encontrar a Javier Milei en la Casa Rosada y a Victoria Villarruel a cargo de los ministerios de Defensa y Seguridad. A esta altura, no está claro si será la Villarruel que hace unos años actuaba como puente para llegar a jerarcas condenados por crímenes de lesa humanidad o la más reciente, que reclama “memoria completa”. La probable vicepresidenta aprovechará un aniversario del golpe de 1976 para embarcar al Estado argentino en la teoría de los dos demonios y acusar, como ya lo hace, de “terroristas” a padres desaparecidos de personas que vivieron décadas con su identidad sustraída.
Al cabo del primer trimestre del Gobierno del orden, algunas protestas habrán sido disueltas por la fuerza, a modo ejemplificador, y manifestantes enfrentarán procesos penales perpetrados por jueces solícitos de Comodoro Py. No es especulación. Milei y Patricia Bullrich ya gastan detenciones a cuenta. Algún policía acusado de disparar por la espalda a un inocente o a un presunto culpable sentenciado por los medios será reivindicado en público, para dar confianza a “nuestras fuerzas”.
Con Milei viene la memoria completa y la batalla contra los “zurdos de mierda” y el “excremento humano” que son “los socialistas”. Hay dudas si la privatización del sistema escolar, la venta de YPF, la eliminación del Conicet, el plebiscito por el aborto, la extinción del Mercosur, la dolarización y la libertad para comerciar órganos y personas, contaminar ríos y portar de armas ocurrirán la primera semana del Gobierno libertario o habrá que esperar dos años, o cuarenta. En el plan maestro de la creación de Alejandro Fantino —título honorario concedido por Milei—, esas reformas varían entre la primera y la tercera generación, según el día y el representante al que le toque hablar.
Violencia de una era
La violencia implícita y explícita del candidato libertario no se circunscribe a su figura; una era lo acompaña y excede. Incluye a las pantallas insultantes de cada día (televisión, monitor y celular), a los luchadores que salieron a la calle a pelear por la libertad de movilizarse y contagiar a piacere cuando surgió el coronavirus y al neonazi que hace un año se vio llamado a gatillar a centímetros del rostro de Cristina (no casualmente, entrevistado-peatón favorito de Crónica TV). Milei no es responsable de todo eso, pero su auge es indisociable de ese caldo de radicalización enseñoreado en el prime time de los medios y el discurso político.
Una explicación en boga invita a no confrontar ni alertar sobre los peligros de la ultraderecha. Hay que “comprender al votante” y no alterarlo. Con vocación paternalista que nadie añora, reina la interpretación de que “no es cierto que un tercio de los argentinos son fascistas ni quieran privatizar los hospitales”. “El votante a Milei es simplemente un votante enojado”, reza el consultor promedio.
Es probable, pero ocurre que más de 7 millones votaron a un candidato que no dice, grita sus consideraciones sobre “excremento humano” y promesas de privatizar hospitales, calles y ríos.
Con vocación paternalista que nadie añora, reina la interpretación de que “no es cierto que un tercio de los argentinos son fascistas ni quieran privatizar los hospitales”. “El votante a Milei es simplemente un votante enojado”, reza el consultor promedio
Claro que las razones del voto son variadas, no siempre literales ni monolíticas. La ignorancia y el desinterés cumplen un papel. También hay motivos para pensar que parte del 54% que sufragó por Cristina en 2011 no estaba tan convencido de que “la patria es el otro” a la hora de pagar el impuesto a las Ganancias y tampoco era cómplice de las licitaciones ganadas por Lázaro Báez. No hay que pensar que el 40% que apoyó a Macri en su derrota de 2019 estaba encantado con haber endeudado al país por varias generaciones a cambio de nada y ni siquiera que se deje seducir cándidamente por la meritocracia, ni que el votante del Frente de Izquierda y los Trabajadores necesariamente reclame la socialización de los medios de producción.
El voto expresa un sentido y, con frecuencia, una opción por el mal menor. De ahí a interpretaciones buenistas que deslinden al electorado de su responsabilidad o, peor aún, que le atribuyan intenciones “correctivas” que habitan la mente del analista mas no necesariamente del votante y menos aún la del candidato, hay una distancia. Esa misma línea es la que se expresa ante hechos aberrantes, por ejemplo, de torturas y linchamientos de algún adolescente que robó y los medios y la política sintetizan en el zócalo “la gente está harta de la inseguridad”. La “gente harta” se ensaña contra algún pibe desarropado que manotea lo que tiene a mano porque el que roba con armas y protección policial no es tan fácilmente cazable.
Grises para la Casa Gris
El siguiente paso de la anomia es disimular los peligros del avance fascistoide con algún cálculo sobre cuántos votos costaría confrontar esa agenda en primera o segunda vuelta. Allí aparece el lugar estelar de la consultoría que factura de todos lados y concibe a la política como una oferta de supermercado, en la que hay que pugnar por el envase más vistoso, el precio y el lugar en la góndola, nunca por definiciones ideológicas, jactancia de los intelectuales. Lo único probado de ese abordaje no es el éxito electoral sino la ganancia del consultor succionada tarde o temprano de un presupuesto estatal.
El de Perotti y Pullaro debe analizarse como fuego amigo premeditado contra sus respectivos candidatos presidenciales, porque la palabra torpeza es insuficiente para describir lo actuado
El sociólogo polaco Zygmunt Bauman teorizó sobre la modernidad de la posmodernidad en la que no hay lugar para grandes relatos, ni valores, ni tiempos, ni ideologías que no sean volubles, de vuelo efímero y transmutables. La tesis es discutible, pero hay actores llamados a interpretarla. Una muestra cabal de la concepción líquida de la política se dio esta semana en Santa Fe. El candidato a gobernador de la alianza UCR-PRO-Partido Socialista, Maximiliano Pullaro, “paloma” en Juntos por el Cambio, anticipó que votaría a Milei en caso de balotaje con Sergio Massa. Con similar convicción, el gobernador, Omar Perotti, representante del “peronismo federal y republicano”, anticipó su apoyo al libertario en una segunda vuelta frente a Bullrich. La cosa sana de quien nunca fue kirchnerista, pero, curiosamente, actuó como aliado de Cristina en los últimos años. Otra jugada maestra de “la jefa” que se atribuye convicciones sólidas y salió mal.
Ambos políticos santafesinos habrán pensado que necesitan cosechar votos en la competencia provincial del próximo domingo entre el 35% que apoyó a La Libertad Avanza el 13 de agosto. Políticos grises para habitar la Casa Gris, sede de Gobierno de Santa Fe, uno de los ecosistemas políticos más degradados de la Argentina. Además, cabe resaltar, fuego amigo premeditado de Perotti y Pullaro contra sus respectivos candidatos presidenciales, porque la palabra torpeza es insuficiente para describir lo actuado.
La ola ultra tiene quien la conduzca
Habían pasado apenas tres meses desde el inicio de la pandemia, con centenares de muertos por día en países del sur de Europa, sin vacunas a la vista y la sociedad sometida a un trauma atroz, cuando Bullrich lideró marchas libertarias en el Obelisco y la Policía de la Ciudad, siempre tan atenta a reprimir, miró para otro lado. Intelectuales y periodistas afines al macrismo de la talla de Vicente Palermo, Juan José Sebreli, Santiago Kavadloff, Baby Etchecopar, Néstor Sclauzero, Alejandro Fargossi, Fanny Mandelbaum, Luis Brandoni, Fabiana Túñez y Luis Tonelli denunciaron en junio de 2020 que la democracia estaba “en peligro” y se aproximaba “una infectadura”. El Dipy sustrajo la firma a ese manifiesto, pero reprodujo su espíritu ante entrevistadores obnubilados por su sabiduría.
El Gobierno de Mauricio Macri había transcurrido sus dos últimos años en un acelerado desprendimiento de sus sueños social-liberales o, como se había atrevido a decir Jaime Durán Barba, directamente “de izquierda”. Del “no vas a perder nada de lo que ya tenés” de 2015 se pasó a la agresión a “los choriplaneros” y la exaltación de la represión seguida de muerte de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel en la Patagonia, proferidas desde la cúpula del Estado. Si quedaba alguna patrulla perdida del progresismo y el alfonsinismo que había visto en Macri a un socialdemócrata, habrá vivido un calvario frente al espejo.
El devenir inercial llevó a que Juntos por el Cambio pugnara por conducir la ola de la reacción conservadora una vez fuera de la Casa Rosada. Una probada capacidad de lectura del momento político y aliados en los tribunales federales que le limpiaron la agenda brindaron a Macri una instancia de reinvención como patriarca de la estrategia de la derecha. Buen deal. La tarea no lo distraería del bridge y la FIFA.
Bullrich vio la silla vacante, tomó la batuta, arrolló a Horacio Rodríguez Larreta y se quedó con la candidatura de Juntos por el Cambio.
Hay partidos, como la CDU de Alemania o los gaullistas franceses, que trazan una raya ante los movimientos de ultraderecha porque los consideran un peligro para la democracia. En el ideario intelectual de Juntos por el Cambio, Angela Merkel es una referente de los valores occidentales, la sociedad abierta y la moderación republicana. Lindos papers, precisos tuits. A la hora de la verdad, el macrismo se inspira más en el boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, los herederos del pinochetismo, el PP español o los peruanos Fujimori. En el barco de las derechas, no sobra nadie.
Victoria o muerte
La exministra de Seguridad había trazado una estrategia de cercanía con Milei que le permitiría arrinconar a su rival en la primaria y, una vez consagrada la marca Juntos por el Cambio como la más votada, cosechar en el mercado de La Libertad Avanza para la primera o la segunda vuelta. El cálculo sonaba plausible, pero la mayoría silenciosa alteró el orden y puso a Milei en primer lugar. En la misma noche electoral del 13 de agosto, el envase de Bullrich se ganó el etiquetado frontal de la segunda marca, y a remar.
Juntos por el Cambio quedó desconcertado, menos el expresidente, que celebró el resultado a la vista de todos. “Ese discurso de Macri hizo mucho daño, y lo sigue haciendo en la medida en que no tenga una definición clara”, dice un exfuncionario que ahora milita la candidatura presidencial de Bullrich.
En la misma noche electoral del 13 de agosto, el envase de Bullrich se ganó el etiquetado frontal de la segunda marca, y a remar
Los equipos técnicos de Rodríguez Larreta y los más desarticulados de la exministra venían definiendo medidas y planes con un nivel de detalle extremo. “Estábamos seteados para asumir el Gobierno. Creíamos que ya en la primaria estábamos eligiendo al presidente. El resultado fue un shock y ahora la historia es otra”, dice la fuente.
Bullrich se manejó a los tumbos las primeras dos semanas pos-PASO. Siguió exponiendo sin disimulo su endeblez en materia económica y avivó todavía más las llamas de la radicalización contra la “mafia” del peronismo. Inexplicablemente para sus intereses, prolongó el zarandeo contra Rodríguez Larreta y algunos de los que indecorosamente habían decantado a favor del Jefe de Gobierno porteño pocos días antes de las primarias. Un dato parece no entender la exministra de Macri y Fernando de la Rúa. Si pasa la primera vuelta, instancia de por sí difícil, deberá lograr que el tercio que quedó fuera del balotaje, mayoritariamente peronista y de izquierda, vea en ella algo menos ultra que en el padre del perro Conan.
La postulante presidencial corrigió un poco el rumbo en los últimos días. Buscó a radicales huérfanos de Rodríguez Larreta; los encontró de inmediato, esperaban ansiosos el llamado. La reconstrucción del entramado de Juntos por el Cambio no alcanza al exrival de Bullrich en la primaria, más allá de alguna foto de ocasión. Una fuente de diálogo cotidiano con la candidata lo plantea en estos términos. “¿Quién quiere a Larreta? No es un activo en este momento”.
La carta Melconian
Esta semana, Bullrich dio un paso para al menos ordenar el discurso económico, al anunciar que Carlos Melconian será su eventual ministro del área. El presidente del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea ocupa un lugar relevante como promotor y consultor del libre mercado desde hace tres décadas. En ese sentido, la aparición del anarcocapitalista Milei lleva a que radicales atribuyan al elegido por Bullrich la virtud del “heterodoxo”.
Una simpatía forjada en Sarandí le abre puertas a Melconian en territorios que habitualmente se sienten despreciados o acusados por esa vertiente ideológica. En el economista no hay signos de hostilidad de clase. Comunica con habilidad, raspa en las inconsistencias del sistema económico del Gobierno peronista, desnuda el salto al vacío de la dolarización, hasta que llega la hora de las definiciones sobre cuál es su programa en concreto, y elige no dar ninguna. La idea genérica de una competencia entre el peso y el dólar en una economía bimonetaria desconcierta casi tanto como la dolarización de Milei.
Bullrich y Melconian presentaron su sociedad el jueves en el Hotel Quinto Centenario de la capital cordobesa. En una hipérbole comparativa, la candidata trazó un paralelo con el canciller Konrad Adenauer y su ministro de Economía y sucesor, Ludwig Erhard, quienes condujeron Alemania tras el derrumbe de la Segunda Guerra Mundial. Algún descuidado no evitó aspectos menos épicos como que en el escenario circularan logos de unas cien empresas que parecían auspiciantes de un paquete económico. Cuando Melconian habló de “transparencia” y “cuidado de los recursos públicos”, justo pasaba el ícono del Grupo Petersen, el conglomerado exaccionista de YPF elegido por Néstor Kirchner que, llegado el caso, podría recibir un porcentaje de la demanda por miles de millones de dólares entablada por un fondo inglés contra Argentina en tribunales de Manhattan.
Cuando Melconian habló de “transparencia” y “cuidado de los recursos públicos”, justo pasaba el ícono del Grupo Petersen
A la candidata de Juntos por el Cambio se le hará difícil retroceder desde la retórica belicista. Probablemente ni lo intente. Acaso con Melconian pueda revertir la tendencia descendente apuntada por las encuestas que, como se sabe, suelen fallar. Si no es el caso, una convicción recorre Juntos por el Cambio. Una primera vuelta que consagre un balotaje entre Milei y Massa marcará el fin de la coalición conservadora, porque sus integrantes no tendrán incentivos para permanecer unidos. Unos se verán tentados por subirse al carro de Milei y otros buscarán un espacio en la nueva grieta que se vislumbra.
“El tema es que esa diáspora no comience antes de octubre”, desliza el exfuncionario citado.
La banda sigue tocando (mal)
Mientras Juntos por el Cambio lidia con los efectos de competir y a la vez imitar a Milei, la cacofonía domina el campamento de Unión por la Patria.
“Al único que había traído era a (Luis) Barrionuevo y ya se le fue con Milei”, dice una voz mordaz del cristinismo ideológico que cuestiona cada paso que da Wado de Pedro, por empezar, su coqueteo con el titular del gremio gastronómico y operador de cuanta derecha oscura haya circulado por Argentina en las últimas décadas.
El ministro del Interior y, en lo formal, jefe de la campaña de Massa recibe dardos desde diferentes sectores. Su papel como titular de la cartera política se supone que le daría ventaja para coordinar una campaña federal con los gobernadores. En la visión unánime de las tribus peronistas, esa campaña no existe.
A De Pedro no le sobran herramientas. Al fin y al cabo, Perotti no es el único gobernador gris que mira exclusivamente su metro cuadrado y a ello se suma el marco general. Con una devaluación desordenada de 18% como la instrumentada en la mañana posterior a las PASO por orden del FMI y un piso inflacionario probablemente de dos dígitos en agosto y septiembre, la convocatoria al entusiasmo popular por la candidatura del ministro de Economía no resulta sencilla.
La incidencia del titular de Interior en La Cámpora está a su vez delimitada por Máximo Kirchner. En su momento, el diputado hizo saber que aquella fórmula efímera De Pedro-Juan Manzur no sólo no era su idea sino que tampoco la acompañaría con una candidatura legislativa.
A su vez, el silencio de Cristina y la dispersión de las cadenas de transmisión llevan a múltiples interpretaciones, con un arco que va desde la resignación ante una derrota que la vicepresidenta habría dado por sentada hace dos años a la presunción de un retiro táctico para darle a Massa espacio para crecer entre los no kirchneristas.
Otros solistas de la orquesta —entre quienes no está Massa— centran críticas en Axel Kicillof, a quien le objetan el abordaje “derecha versus derechos”. Los líquidos del peronismo no comparten el anclaje ideológico en el que suele abrevar el gobernador bonaerense.
Seguramente la mera declamación ideológica sea insuficiente y hasta logre irritar si no está acompañada por políticas concretas, pero Kicillof parece tener algunos elementos a su favor. En una provincia con la complejidad de Buenos Aires, el gobernador se encuentra en carrera para la reelección tras haber obtenido 36% de los votos, con marcado corte de boleta a su favor con respecto al tramo presidencial de Massa, al de senadores de De Pedro y Juliana Di Tullio y al de diputados encabezado por Máximo.
La voz cristinista ve un cambio de paradigma en el peronismo. “Lo que estamos viendo es 100% Massa. Según cómo sea la derrota, podrá quedar en pie o no, como todos, pero si gana, hay que olvidarse del doble comando y de un gabinete loteado como el de Alberto, y quizás Axel también vea espacio para formar una nueva sociedad con autonomía”.
La fuente ve al menos un balotaje posible. “Si Bullrich y Milei se corren tan a la derecha, no hace falta ser bolchevique para votar a otro, y el otro que queda es Massa”.
SL/DTC