Esta historia va a terminar con una columna de 300 libertarios que llegaron en una unidad de la línea de colectivos 132 a la zona del Parque Lezama y están subiendo las escalinatas de Parque Lezama al grito de la casta tiene miedo, bombo redoblantes banderas y humo violeta. Pero primero arranca a 25 kilómetros de distancia, acá: un piso de 500 metros cuadrados sobre la peatonal Belgrano del partido de San Martín, frente a la municipalidad, desde el 2011 gobernada por el peronismo. Se abre una puerta tras otras y aparecen un salón con pupitres donde se van a dar capacitaciones, el armado de un estudio de streaming, una pieza con máquinas para enseñar oficios, una terraza con una parrilla.
–No hay ningún local como este en toda la nación argentina. Venimos a jugar en grande. Yo la pongo. A mí nadie me condiciona.
El dueño de casa es Marcelo Ballester, concejal libertario y referente de La Libertad Avanza en el distrito, empresario –“tengo estaciones de servicio, locales de comida”–, padre de seis –“en dos gestiones”–, 48 años. Dona su dieta como edil, tiene unas 50 personas a cargo en su armado político. No anda con vueltas: asegura que quiere ser el próximo intendente. Es una de las patas territoriales de Sebastián Pareja, el titular de la Secretaría de Integración Socio-Urbana y presidente de LLA bonaerense, el hombre de Karina Milei en el conurbano.
Ballester puso –dice “yo puse de la mía”– un millón novecientos mil pesos para alquilar diez micros de línea para trasladar gente de San Martín al acto del Presidente en el sur de la Capital Federal. Los choferes, en su día de franco, cobraron unos cien mil pesos por la jornada. Ahora baja del edificio donde ocupa tres pisos y camina a uno de los colectivos. En cien metros compra en una feria un mate artesanal y saluda a un vendedor ambulante de flores. Le deja varios billetes de mil. No le compra nada.
–Siempre hay que hacer un aporte. Yo miro los detalles: fijate que apenas había vendido tres flores. Ahora va a caminar con el pecho inflado. Psicología inversa, amigo.
Son las 16.30 del sábado y Ballester se mete en el micro número 3. Se sienta de espaldas al chofer, pero al instante pega el salto cuando un hombre se pone a filmar el colectivo que tiene a los costados pegado un afiche que promociona el acto de Milei con la consigna “Sigamos reconstruyendo a la Argentina para terminar con la casta política”.
–¡Acá está la casta! –crítica el hombre con su celular en mano.
–Filmame a mí –le planta cara Ballester–. ¡Filmame a mí!
–¿Quién pagó esto? El Gobierno, seguro, con la nuestra –le espeta el hombre y se empieza a alejar.
–No señor. Yo soy el que puso los micros. Los pagué yo, con la mía. Si querés te cuento. Te respondo lo que quieras.
***
El micro de la 132 sale de San Martín por la General Paz al río, agarra avenida Lugones y entra a Capital por Retiro y Paseo Colón. Arriba no hay clima fiesta militante: en la parte de adelante está Ballester, un grupo de cuatro colaboradores y dos periodistas de elDiarioAR. En los espacios destinados a personas con sillas de rueda acomodaron bombos, redoblantes y banderas. Se ve el logo de Chacarita. Al fondo, sentados, unos veinte jóvenes de la villa 18 de San Martín. Serán los responsables de ponerle ruido de batucada a la columna que entre al parque, pero ahora apenas van riéndose entre ellos, cada tanto en silencio.
–El que vive en el fondo de San Martín ni sabe quién es Alberdi. Está preocupado en llegar a fin de mes. La batalla no solo es económica. Es cultural. Y para eso tenés que caminar. Ir a ver a la gente. Decirle hola cómo estas, cómo la ves. Porque como él la ve es como es. Tenes que saber cuanto salen los fideos en el súper, la manteca, la leche, la carne…
Dice Ballester y empieza a dar precios que parecen exactos de los productos de primera necesidad. Dice que se levanta todos los días a las seis de la mañana y después de dejar a sus hijos en el colegio sale a caminar por los barrios. “Es insoportable, no para”, acota el responsable de filmar el contenido para sus redes sociales.
Ballester se metió en política como muchos de los libertarios, hace apenas un par de años. Primero entró en contacto con Ramiro Marra, pero no lo convenció. Después habló con Victoria Villarruel, y tampoco se sintió cómodo. Hasta que terminó sentándose con Pareja y le dijo “mira loco, quiero ser intendente”. El entonces armador bonaerense libertario –en su momento también estaba Carlos Kikuchi– le hizo un café que le supo horrible y lo escuchó. El año pasado le ganó la pulseada opositora local al PRO y en el balotaje Milei estuvo a diez mil votos de Sergio Massa: 122.681 frente a 133.850.
A punto de bajar a una cuadra de Parque Lezama, las colaboradoras de Ballester le muestran la repercusión de unos videos de Jorge Rial en las redes denunciando el uso de los micros. Las imágenes son de San Martín. Reconoce que sabía que lo iban a filmar y criticar.
–Bondis, gente y bombos para un acto. Esto parece el peronismo. ¿Cómo lo justificas? –le pregunta este medio.
–Al peronismo hay que sacarle sus herramientas para ganarle. Fijate que los bondis se los puse en la puerta de la municipalidad, no los mandé a Ruta 3. Si queremos ganar el distrito tenemos que ser lo mismo que ellos y mejores. Tenemos que sacarle los símbolos: los bombos, los redoblantes, la murga, la calle. ¿Parece peronista Marcelo? Parece, pero no lo soy. Queremos la libertad en serio.
***
Bajamos en las inmediaciones del parque y Ballester agarra un paraguas negro que dice su nombre y el de Milei en letras amarillas. La batucada empieza a sonar y los que viajaban en los distintos colectivos empiezan a nutrir una columna encabezada por un humo violeta.
–Organización. Ármense. Yo quiero ser feliz –ordena.
Alejandro, 47 años, hijo de un sindicalista, de sangre peronista, una remera violeta que le aprieta el cuerpo, grita para acomodar la columna. “Síganme que vamos a romper y entrar”, dice. Es el plomo de este grupo de unos trescientos libertarios. Entre los primeros baila el Duende, paraguas en mano, el rostro casi por completo tatuado, anteojos oscuros, gorra y conjunto deportivo: “Lo volvería a a votar a Milei. Un país no se cambiar en nueve meses”. A los costados, una vecina de La Boca, apunto de jubilarse, los filma, agita sus brazos al ver a los libertarios de San Martín rumbear al parque: “Hay que confiar, la crisis no es de ahora. ¿Hace cuanto tiempo venimos de crisis?”.
Tal vez habría que hablar de vértebra en vez de columna. Cruzan sin problema la avenida Paseo Colón, el tránsito nunca se detiene más de unos minutos. Ballester avanza con los suyos a un costado, al grito de la casta tiene miedo, bombo redoblantes banderas y humo violeta. El auditorio de Lezama aún no está repleto. Cuando hable Milei, sí lo estará.
MC/DTC