Alberto Fernández arriesgó una fecha: dijo que en “tres o cuatro años”, Argentina estaría exportando gas licuado, desde una planta montada en la costa atlántica, conectada por un gasoducto a Vaca Muerta. Es el “plan gas Europa”, quizás el tema central en las conversaciones que tuvo el martes con el presidente de España Pedro Sánchez en Madrid y el miércoles, en Berlín, con el canciller alemán Olaf Scholz.
En paralelo, el Presidente siguió los ruidos en Buenos Aires en torno a las audiencias públicas por el aumento de tarifas, un frente que engloba varias tensiones: una disputa conceptual, económica y política, con Cristina Kirchner, el problema derivado del faltante de dólares y el impacto inflacionario de una suba que el Gobierno define como “administrada”.
La energía es, para Fernández, una urgencia inmediata y una expectativa futura. El plan que le acercó el ministro de Economía, Martín Guzmán, estuvo al tope de la agenda que el Presidente trasladó a Europa durante esta gira. En España, Sánchez se mostró interesado porque allí se concentra el 30% de las plantas regasificadoras de Europa. El español pidió avanzar en las conversaciones técnicas que desarrollarán los cancilleres Santiago Cafiero y Juan Albares Bueno.
En Alemania, Scholz contaba con más detalles del plan ya que su ministro de Economía había analizado de antemano el proyecto con Guzmán. El sucesor de Ángela Merkel, quien acaba de cerrar un acuerdo para la provisión de gas de Medio Oriente a un precio que sacudió el mercado, derivó los contactos a los ministros de Economía.
En la comitiva que acompaña al Presidente afirman que fueron buenas señales para que los gobiernos europeos ayuden a canalizar inversiones privadas para el proyecto. Una planta de licuefacción requiere una inversión superior a los 5 mil millones de dólares, estiman.
Pero delante de esos horizontes de mega proyectos, Fernández tiene demandas de cortísimo plazo. La advertencia que surgió del Gobierno respecto a la interna oficial por las tarifas sembró otra minicrisis. El cristinismo reaccionó ante una mención obvia: que los funcionarios del área que no están de acuerdo con los aumentos, no deberían seguir en sus cargos.
El Presidente se enfoca en que no se puede continuar con el actual esquema de subsidios. A su lado, sostienen que resulta incomprensible que no haya un criterio unificado al respecto. En cambio,la teoría K es que el ahorro fiscal es mínimo comparado con el impacto político de los aumentos. Disienten, además, sobre el efecto inflacionario.
Un doblez, nada menor de la cuestión energética, es la demanda de dólares y el riesgo, ya advertido en el Gobierno, sobre el faltante de divisas en el tercer trimestre del año. ¿Evalúa el Gobierno pedir un waiver y lograr un perdón en los pagos? Es casi una mala palabra en dos aspectos: Fernández y Guzmán dicen que quieren cumplir con las metas, pero piden que se considere el cambio del contexto internacional y que sea el FMI el que recalibre las pautas.
Última escala
Con esos capítulos abiertos, este jueves Fernández llegó a París donde se reunirá con Emmanuel Macron. Recién reelecto, el presidente francés es uno de los líderes europeos de mejor y más fluida relación con el Presidente argentino. Fue clave en las gestiones con el FMI.
Con Macron, Fernández quiere explorar el vínculo Unión Europea-CELAC, una instancia política, en busca de agendas comunes. No lo es, por caso, la negociación, prácticamente paralizada, Mercosur-UE, que tiene a Francia como uno de los países con mayores objeciones.
En Berlín, frente a Scholz, Fernández se quejó del proteccionismo de algunos países europeos pero no dio nombres. Propuso, entonces, poner un paraguas sobre la cuestión económica y avanzar en otros capítulos de la relación entre los bloques.
Macrón aparece, en otro plano, como un espejo en el que Fernández quiere verse. Post pandemia, sus posibilidades de reelección aparecían muy dañadas y aunque con un resultado complicado, logró un nuevo mandato.
Uno de los motivos que más molesta en el mundo Fernández de las posturas políticas de Cristina Kirchner y los voceros K son sus pronósticos de una inevitable derrota electoral en el 2023. No es lo que se piensa en Casa Rosada donde invocan encuestas presenciales nacionales que reflejan que el FdT tiene chances electorales.
La otra cumbre
Jorge Argüello, embajador argentino en los Estados Unidos, da por hecho que, tras dos años y medio, Alberto Fernández tendrá una bilateral con el presidente de ese país. No fue con Donald Trump, casi un fetiche para el macrismo, ni –hasta ahora- lo consiguió con Joe Biden. La espera, que figura entre los reproches internos con que ametrallan en el Gobierno al embajador en Washington, terminaría en junio, en Los Ángeles, durante la Cumbre de las Américas, donde Fernández tendría su foto mano a mano con el presidente de EEUU.
A menos de un mes de ese encuentro, Fernández exteriorizó un dato que circula hace tiempo en las charlas diplomáticas entre ambos gobiernos: que la presencia en la cumbre está atada a que la administración Biden convoque a todos los países del continente.
Hay, en principio, tres exclusiones: Washington no invitó, hasta acá, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. En su rol de titular de la CELAC, Fernández dijo este miércoles en la TV alemana, que su intención en asistir a la cumbre pero pide que haya una convocatoria plena.
PI/MG