El 8 de junio de 1982, al sur de Puerto Argentino en las Islas Malvinas, un avión argentino comandado por el primer teniente Carlos Cachón lanzó una bomba que acabó con un buque logístico británico, en una exitosa operación militar que muchos años después dio inicio a una inesperada historia de fraternidad entre el soldado argentino y Simon Weston, un guardia galés sobreviviente de ese ataque.
Esta y otras historias de encuentros post conflicto bélico de 1982 entre soldados profesionales argentinos y británicos, muchas de los cuales terminaron en verdaderas y entrañables amistades, forman parte del trabajo de investigación de la antropóloga e investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Rosana Guber.
Premio Konex Platino (2016) en la categoría Arqueología y Antropología, Guber se dedicó a estudiar, entre otros aspectos de Malvinas, aquellos vínculos forjados en la posguerra entre militares de ambos bandos, muchos de los cuales caracterizó como de una “humanidad formidable”.
Parte del trabajo de la docente universitaria especializada en la enseñanza de la investigación etnográfica quedó plasmado en el artículo “Vínculos en la posguerra: ¿Cómo fueron los encuentros entre excombatientes argentinos y británicos?”, publicado en el sitio oficial del Conicet el pasado 8 de junio.
Ese día, pero de 1982, la Fuerza Aérea Argentina propinó un fuerte golpe a la británica Fuerza de Tareas 317, abortando un intento de desembarco en la Bahía Agradable, frente al puerto de Fitz Roy.
La Royal Navy vivió así en Malvinas su jornada más dramática con 56 muertos y 200 heridos (la mayor cantidad de bajas británicas en una sola batalla desde la Segunda Guerra Mundial), el hundimiento de dos buques (el Sir Galahad y Sir Tristram) y una lancha de desembarco, en un hecho considerado como “el día más negro de la flota”.
Dos de los protagonistas de ese histórico ataque, en el que murieron también tres pilotos argentinos, supieron construir diez años después una profunda amistad, que la investigadora del Conicet relata junto a otras historias de vida atravesadas por esa guerra.
En ese ataque ocurrido al sur de Puerto Argentino en las Islas Malvinas, el primer teniente Carlos Cachón comandaba un avión argentino que lanzó una bomba que acabó con un buque logístico británico, en el que estaba Simon Weston.
El guardia galés, si bien sobrevivió, debió someterse a más de 70 cirugías estéticas para poder reconstruir su cuerpo y rostro después de las quemaduras.
Una década después, Weston, ya convertido en un defensor de la causa antibélica, viajó hasta la Argentina para conocer a quien fuera su atacante en la fase final de la guerra de Malvinas. Y aquel encuentro devino en una amistad que desde entonces une a los dos excombatientes, relata Guber en su trabajo que forma parte de “Las islas desde el conocimiento”, un proyecto federal y multidisciplinario de la Dirección de Relaciones Institucionales del Conicet que invita a mirar las Malvinas a través del prisma de la ciencia.
“Hay varios casos de amistades que se dieron en la posguerra y son de una humanidad formidable. Creo que tenemos mucho que aprender de ellos”, señala la antropóloga.
El origen de la investigación
La primera aproximación científica de Guber (hoy de 64 años) a la Cuestión Malvinas se produce en 1986, cuatro años después de concluido el conflicto bélico y mucho antes de que la guerra se convirtiera en un objeto de estudio habitual en el ámbito académico argentino.
Con el objetivo de obtener una beca doctoral para estudiar antropología social en una universidad norteamericana, tuvo que definir su tema de estudio y sintió que el conflicto bélico que recién había concluido era la opción más genuina.
“Era la primera guerra internacional que tenía a la Argentina como protagonista en todo el siglo veinte y yo había sido contemporánea del conflicto, pero como ciudadana argentina no había entendido prácticamente nada”, explica en su artículo Guber, quien, entonces, decidió enfocar su análisis de la guerra desde la óptica de sus protagonistas, es decir, desde quienes habían participado del conflicto armado de manera activa.
Hasta el día de hoy, Guber lleva publicadas decenas de trabajos en los que profundiza cómo fueron las experiencias en Malvinas de los combatientes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.
“Como investigadora, al dedicarle la vida a un proceso tan largo, descubrí que en la posguerra hay muchas cosas pendientes”, apuntó la investigadora en la publicación y agregó: “Pero, sobre todo, me interesó reconstruir la parte humana de la experiencia de la guerra, una cuestión en que las Ciencias Sociales en general no reparan”.
Bajo esa premisa, Guber encaró un trabajo científico a partir de conversaciones con soldados profesionales, en las que emergieron testimonios sobre los encuentros entre quienes habían sido “atacados” y quienes habían sido sus “atacantes”.
Así el artículo da cuenta de los encuentros en la posguerra entre Cachón y Weston, o entre Mariano Velasco y el británico Neil Wilkinson, quien había derribado con su arma antiaérea a un avión argentino.
Según reconstruye el trabajo, en ese ataque, el humo negro que despedía el avión en su caída le impidió a Wilkinson divisar que su piloto, Velasco, lograba eyectarse y probablemente sobrevivir.
“Desde que dio en el blanco, aquella imagen del avión cayendo persiguió a Wilkinson día y noche. El soldado británico padeció estrés postraumático durante años, hasta que supo, mirando un documental sobre la guerra de Malvinas, que Velasco había sobrevivido”, cuenta Guber.
Treinta años después de la guerra, Velasco y Wilkinson se encontraron en la provincia de Córdoba, donde el argentino vive junto a su familia, un hecho que fue registrado por la BBC.
“Si estos contendientes pudieron superar su absoluta oposición fue porque lograron tender un puente de igualdad que convirtió al encuentro en la guerra y en la posguerra en un evento mutuamente inteligible y, por eso, de significado compartido”, analiza la investigadora en su artículo.
Para la antropóloga, lo que sostiene estos vínculos es un entendimiento “desde el oficio”, ya que ambos eran profesionales haciendo la guerra: “Entre estas personas aparece un puente, algo compartido por lo cual pelearon, y después un entendimiento de que ambos hicieron lo que tenían que hacer, un reconocimiento del otro y una generosidad que surge al reconocer al contendiente”, señala.
El tercer caso que analizó Guber fue el encuentro de Héctor “Pipi” Sánchez con David Morgan, pilotos durante la guerra. Morgan y su par David Smith estaban esperando un ataque argentino en la zona donde la escuadrilla de Cachón había causado el incendio aquel mismo 8 de junio. Unas horas después de ello vieron llegar cuatro aviones argentinos. El resultado fue que solo uno de ellos lograra volver: fue el avión que piloteaba el entonces primer teniente Sánchez.
Más de 10 años después de la guerra, en 1993, ambos se pusieron en contacto a través de un argentino residente en Inglaterra.
Ese encuentro no recibió cobertura periodística, pero Morgan habló de la misión del 8 de junio en su autobiografía bélica “Hostile Skies” (2006) y en un volumen sobre la guerra titulado “The Falklands Warthen and now” (2009), que empezaba y terminaba con las palabras y la foto de Morgan y Sánchez, cuenta el artículo.
La relación entre ellos “creció tanto que llegaron a viajar juntos a Malvinas para visitar el cementerio de Darwin y los restos del avión de uno de los caídos de la escuadrilla de Sánchez”, recuerda Guber.
“En estos encuentros entre combatientes funciona una idea compleja del género humano, un principio que los antropólogos conocemos como reciprocidad: conceder al otro un reconocimiento que hace crecer tu prestigio”, reflexiona la investigadora.
Y en esa línea, amplía: “Aquí el profesionalismo se encuentra con la convicción y con la humanidad de las emociones y un tipo de relación social que, a diferencia del parentesco, no es impuesta sino elegida: la amistad. La igualdad pudo ser emplazada en estos términos, 'entre amigos', decididos a afrontar un reencuentro sin la coraza ya del avión o el buque; solo 'en persona', lejos ya de los 'cielos hostiles' del tiempo de guerra”.
Por Juan Martín Porto, para la agencia Télam.
IG