Carlos Menem tenía previsto volver a Casa Rosada, después de dos décadas, el 2 de julio del 2020. Con la difusa previsibilidad de la política criolla, asistiría a la ceremonia donde se colocaría su busto en el salón de los Presidentes en el hall de ingreso a la casa de gobierno. Allí están, salvo los de facto y Fernando De la Rúa, todos los presidentes de las últimas décadas que fueron elegidos por voto directo.
La inauguración del busto de Menem quedó en stand by por la pandemia. Zulemita Menem, su hija, junto a Alberto Kohan, uno de los operadores de Menem en los '90, se vieron con Alberto Fernández el 12 de febrero tras reunirse con Julio Vitobello, el secretario General de la Presidencia, para ordenar un cronograma que tenía, como escala última, el 2 de julio de este año, el día que Menem cumpliría 91 años.
La ceremonia se leía, en el imaginario albertista, como una gestualidad panperonista, el abrazo al otro peronismo, la coronación simbólica -por el peso, ya diluido, del último Menem- de un trámite que antes había promovido Cristina Kirchner en el Senado cuando aceptó que el riojano se sumara al bloque del Frente de Todos y aceptó, de modo silencioso pero eficaz, un pedido del ex presidente para que “no critiquen los '90”, algo así como no objeten su tiempo, su legado.
Hubo, en esa decisión personalísima de Cristina, un mensaje: con Menem periférico pero adentro, el Todos de la marca electoral de los Fernández, se elevó a otra dimensión: el todismo con mayúsculas, el Todismo. Menem había sido el antagonista de los Kirchner y se convirtió en uno de los insumos esenciales con los que Néstor tejió su identidad política, su “lo que no”: juicio a los genocidas versus indulto, mercado interno versus trasnacionalización.
En 2019, el aperturismo de la vice no fue excluyente: además de Menem, consintió que se sumara al bloque Adolfo Rodríguez Saá, un peronista que como el riojano desafió a Kirchner en 2003 y lo combatieron, con intensidad fluctuante, hasta su muerte en 2010. “Se vienen tiempos complicados, necesitamos a todos”, explicaron por entonces en el entorno de Cristina y citaron, como argumento, un número: con Menem y Rodríguez Saá el FdT logró armar un bloque de 42 sobre 72 senadores.
“A Carlos lo pone muy mal que critiquen los '90”, explicó por entonces a este cronista un habitué del Senado que participó en el proceso que derivó en la incorporación del dos veces ex presidentes a la bancada que preside el formoseño José Mayans. Con Cristina, tres ex mandatarios.
Meses antes, Zulemita y Ramón Hernández, histórico secretario del riojano, habían rechazado la oferta para que el ex presidente se sumase al PRO. En junio de ese año, ya convertido en candidato a vice de Mauricio Macri, Miguel Angel Pichetto gestionó para sumarlo a un bloque de peronistas cambiemistas pero Menem rechazó la invitación. “Carlos es peronista”, dijo, en su nombre, Hernández para desactivar el convite de Pichetto.
Una tarde de mediados de diciembre de 2020 Alberto Fernández habló con Menem. Estaba postrado y recibía la asistencia de su hija, que ya había adelantado su voluntad de ser candidata. En esos días, el Presidente se había puesto a buscar, en persona, votos para la legalización del aborto, que se trataría a fines de diciembre, pero no llegó a hablar del tema. Menem, con la vocería de Zulemita anticipó un rechazo al IVE. Pero antes de la sesión, su salud se agravó y fue inducido al coma. Su voto celeste que no fue se convirtió en su último acto incompleto.
PI