Unos días después de ganar las elecciones presidenciales de Argentina, Javier Milei ratificó en una fugaz visita a Washington la compra de 24 cazas F-16 estadounidenses. Descartaba la alternativa china, el avión JF-17 Thunder, la favorita de la vicepresidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner. La compra, oficializada en abril, no señalizaba un mero cambio de mecánico, sino toda una reorientación de la política internacional argentina. A finales de 2023, Milei ya había manifestado que el país no se incorporaría a los BRICS, el bloque que disputa la hegemonía del dólar en el mundo. Milei comunicó a los gobiernos de China, India, Brasil, Rusia y Sudáfrica (fundadores de los BRICS) que renunciaba al ingreso en el club, ya que la política exterior de su Ejecutivo “difiere en muchos aspectos de la del Gobierno precedente”.
El reciente cambio de embajador en Brasilia redondea el giro geopolítico argentino. El nombramiento de Daniel Raimondi, hasta entonces representante ante la Organización de Estados Americanos (OEA), con sede en Washington, es todo un síntoma del enfriamiento de las relaciones bilaterales entre ambos países. Desde el triunfo de Milei, el Gobierno brasileño echa mano del pragmatismo y elogia la supuesta “normalidad diplomática” entre ambos países. “La relación bilateral es de tal profundidad que debe ser capaz de resistir a cualquier alteración de gobierno de un país o de otro”, aseguraba a finales de 2023 Julio Bitelli, embajador de Brasil en Argentina, a la BBC.
Sin embargo, el inicio del Gobierno de Milei confirmó los peores temores de Brasilia. Si en los primeros meses de 2023 Lula acopló el swing de Brasil al agitado tango de la política argentina, la llegada de Milei dinamitó cualquier posibilidad de baile conjunto. La fantasmagórica reunión del Mercosur celebrada en diciembre en Río de Janeiro sirve de metáfora: no acudieron ni el derrotado Sergio Massa ni Milei (que todavía no había sido investido) ni Fernando Haddad, ministro de Economía de Brasil. La reunión que Lula quería que sirviera para refrendar el acuerdo comercial con la Unión Europea (UE) concluyó deslucida.
No obstante, el principal escollo provocado por la llegada al poder de Milei no tiene cariz económico, sino geopolítico. “La idea de fortalecer la integración brasileña en el mundo por medio de una integración latinoamericana va a ser muy difícil”, asegura Giorgio Romano Schutte, profesor de Relaciones Internacionales y Economía de la Universidad Federal del ABC (UFABC).
El consenso de Brasilia
Durante su primer mes de gobierno, Lula puso especial hincapié en deshacer el legado internacional de Jair Bolsonaro. La reincorporación de Brasil a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), abandonada por Bolsonaro, fue una clara apuesta por la integración latinoamericana. Por otro lado, el primer viaje oficial de Lula al exterior, con paradas en Uruguay y Argentina, tuvo como principal objetivo reforzar el Mercosur, bloque resentido también por el abandono bolsonarista. A principios de 2023, Lula defendía abiertamente la revitalización de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), con sede en Quito, fundada en 2008.
“Bolsonaro abandonó la Celac, debilitándola, y la OEA ganó centralidad”, dice Leonardo Paz, investigador del Núcleo de Prospección e Inteligencia Internacional de la Fundación Getúlio Vargas (FGV). El eje Buenos Aires-Brasilia volvió a orbitar alrededor de Washington. “En realidad, los bloques regionales previos, especialmente la Unasur, comenzaron a entrar en colapso por un problema claro: la presencia de Venezuela”, afirma Leonardo Paz.
Por ello, antes incluso del triunfo electoral de Milei, Brasil activó un plan B para la integración latinoamericana. Lula invitó el 30 de mayo de 2023 a los mandatarios regionales a una cumbre nueva, llamada el Consenso de Brasilia. La reunión pretendía “intercambiar puntos de vista y perspectivas para la cooperación y la integración de América del Sur”, con mención especial a los valores democráticos. Leonardo Paz considera que Milei no va a ser un aliado de Lula ni para reconstruir las instituciones regionales ni para proyectar el nuevo consenso de Brasilia. “La crisis financiera va a consumir la mayor parte de la atención de Milei. No va a dedicar mucho tiempo a la política externa. Cuando tienes gobiernos con alineamiento ideológico, las cosas andan, como ocurría con Lula y los Kirchner. Cuando tienes un desalineamiento ideológico, las cosas se estancan”, sostiene el investigador.
Por otro lado, aunque Milei no cumpla su promesa electoral de salir del Mercosur, todo indica que Argentina no facilitará acuerdos con Brasil, su principal socio comercial. El último informe del Indicador de Comercio Exterior (ICOMEX) de la FGV alerta sobre los riesgos para el comercio bilateral entre ambos países, ya que “Argentina no deberá colaborar para facilitar acuerdos que procuren mejorar los canales de comercio de bienes y servicios en la región”. “Como ultraliberal, Milei no va a conversar con Lula sobre normas o reglas aduaneras, porque entiende que los entes privados van a hacer negocios”, matiza Paz.
Triángulo sudamericano
La alineación de Argentina con Estados Unidos e Israel y su alejamiento de China está provocando ya un desplazamiento tectónico en Brasilia. En su análisis Milei obliga a Lula a repensar alianzas, la veterana periodista Janaína Figueiredo de O Globo explica cómo el deseo de Lula de relanzar la Unasur está siendo sustituido por uno menos ambicioso: “Evitar que el Consenso de Brasilia muera antes de completar un año de vida”. “El triángulo entre Brasil, Colombia y Chile surge naturalmente como una de las pocas opciones de Lula para continuar construyendo con sus vecinos. La integración regional, pilar de la política externa de los dos primeros mandatos de Lula y del actual, está en riesgo”, escribe Figueiredo.
El eje Buenos Aires-Brasilia está siendo sustituido por un triángulo. En abril, Lula se encontró con Gustavo Petro en Colombia, tras su visita a la Feria del Libro de Bogotá, en la que Brasil fue el país homenajeado. Por otro lado, el presidente brasileño irá este mes a Chile, país que está al mando de la próxima reunión del Consenso de Brasilia. El desafío de Santiago de Chile es máximo: organizar una cúpula en la que participen los presidentes de Venezuela y de Argentina, algo que no está garantizado. Fuentes diplomáticas de Brasil consideran a Milei un obstáculo para la integración latinoamericana. El presidente argentino llamó a Petro “comunista asesino”, lo que provocó que Colombia retirase temporalmente a su embajador de Buenos Aires.
Por otro lado, la postura argentina frente a la guerra de Gaza también desentona con el duro tono de Petro, Gabriel Boric y Lula da Silva contra Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí. Siguiendo la estela de Donald Trump y de Jair Bolsonaro, Milei prometió en febrero trasladar la embajada argentina a Jerusalén, algo que tensaría la relación con el mundo árabe, gesto desaconsejado por la ONU (apenas cinco países tienen sede diplomática en dicha ciudad). Ya sea hecho consumado o apenas un globo sonda narrativo, la embajada argentina en Jerusalén es ya una interferencia (una más) en el planeta Lula.
BG/CRM