Antes de quedar mal con medio mundo en un instante, Alberto Fernández parecía descontracturado, de buen humor y fortalecido por la visita de Pedro Sánchez y un grupo de empresarios españoles. En el Museo del Bicentenario, el Presidente había escuchado un mensaje emotivo de Ricardo Viaggio, el argentino que oficia de director general de Indra para el Cono Sur y narró con orgullo la historia larga de la compañía en el fin del mundo. Con el Estado español como accionista mayoritario, la empresa de tecnología que hoy cuenta con 48 mil empleados distribuidos en 46 países desembarcó en Argentina en 1993, en una apuesta fundacional: Buenos Aires fue la primera filial que abrió a nivel global. Desde entonces, le encontró el rédito a todas las crisis y organizó 11 elecciones nacionales, entre 1997 y 2017. Después de que el chavista insospechado Mauricio Macri le entregará en un procedimiento plagado de denuncias la licitación del escrutinio provisorio a la compañía de origen venezolano Smartmatic, los españoles acaban de recuperar el negocio con el gobernante Frente de Todos. Hicieron una oferta inferior en 110 millones de pesos a la de Smartmatic y se alzaron con el contrato de 13,8 millones de euros, 1594 millones de pesos argentinos.
En su discurso ante las cámaras, poco antes de abundar en la descendencia de los argentinos, Fernandez aludió a Viaggio y recordó que él mismo había sido “uno de los primeros que firmó un contrato con Indra” cuando era directivo del Bapro, a fines de los años noventa. Viaggio no podía acordarse porque en esa época era gerente de Itron, la compañía de tecnología del Grupo Socma. Los tiempos cambian, como acaba de hacerlo el presidente de Indra a nivel mundial, hace apenas dos semanas. Salió de escena Fernando Abril-Martorell y entró en su lugar nombrado por el Estado español el joven Marc Murtra, un ingeniero industrial nacido en el Reino Unido y con estudios en Nueva York pero de padres catalanes. En Argentina, Martorell había caído derrotado ante Smartmatic y de nada le había servido asistir a la cena de gala que Macri organizó para los reyes de España en el el CCK el 25 de marzo de 2019: en la mesa 6, junto con él y detrás del entonces presidente, estaban sentados los vencedores -promotores de Smartmatic-, Patricia Bullrich y Jorge Born, el empresario que según publicó Hugo Alconada Mon en el libro “La Raíz”, quería recuperar lo que había puesto para Mauricio en la campaña presidencial de 2015.
Hoy otra vez a cargo de los comicios de septiembre y noviembre, a Indra no le preocupan las tarifas como a Telefónica sino la posibilidad de pagar en dólares a su casa matriz y girar utilidades, una medida que, remarcan, fue tomada por el Banco Central en tiempos de aquel Macri que agonizaba en el poder. Antes de que Fernández hablara de indios, selvas y barcos, también Néstor Nocetti de Globant y Luis Galli de Newsan habían comentado su optimismo por los negocios que llevan adelante en la madre patria. Por alguna razón, al director del Grupo Insud de Hugo Sigman, Manuel Sobrado, le había tocado permanecer en silencio.
Que Fernández haya arruinado la oportunidad de exhibir el respaldo de Sánchez en un contexto donde no abundan las buenas noticias no impide que la Argentina siga siendo vista desde afuera como una rara isla de estabilidad en medio de un continente convulsionado, donde los emblemas del rechazo a cualquier tipo de populismo vuelan por los aires. Primero Chile, después Colombia y ahora Perú, los tres países con costas sobre el Pacifico que habían firmado acuerdos de libre-comercio con Estados Unidos, sugieren que un ciclo se cierra de manera abrupta para los modelos que buscan presentarse como alternativa viable para el Norte en la región.
Como ya lo hizo Néstor Kirchner en vida de Hugo Chávez, la Argentina del Frente de Todos volverá a presentarse como interlocutor amable por contraste. Es lo que intenta Fernández y lo que saldrá a vender a partir de mañana Sergio Massa, con un raid ante inversores que tendrá similitudes con el viaje que el peronista Miguel Ángel Pichetto emprendió a Manhattan, hace exactamente dos años. Mientras el pronunciamiento del Fondo en favor de un acuerdo con el Club de París se demora bastante más de lo previsto por Martín Guzmán y Sergio Chodos, el ritmo acelerado de la vacunación que logra el gobierno contrasta con la cifra impactante de 85 mil muertos, un número que ya está a punto de duplicar el universo de víctimas fatales de 2020.
El oficialismo enfrenta una situación colmada de dificultades a la que no deja de sobreimprimirle sus propias contradicciones. Lo muestra el proyecto de alivio fiscal para más de 4 millones de monotributistas que elaboró Massa después de que Mercedes Marcó del Pont anunciara el cobro de un aumento retroactivo del 35% para uno de los sectores más golpeados por la pandemia y la recesión. Una vez más, lo que podría haber sido una medida positiva llega en el envase de la marcha atrás. No es lo único. Vía aumento de subsidios, la reducción de tarifas que aprobó el Congreso por iniciativa de Máximo Kirchner para casi 4 millones de usuarios de las zonas frías escenifica la profundidad de la derrota política de Guzmán dentro del oficialismo. Quedará para después de las elecciones, el debate que ya se escucha puertas adentro del cristinismo: hasta qué punto es viable sostener la operación de las distribuidoras de luz y gas con fondos del Estado. Un dato más del ida y vuelta permanente que excede por mucho al Presidente: el regreso a clases presenciales que ordena ahora Axel Kicillof para miles de alumnos y docentes en el Conurbano, un giro difícil de explicar que lo emparenta con Horacio Rodríguez Larreta y deja al jefe de gobierno porteño como moderado.
El cuadro general contrasta con el de aquel kirchnerismo que no conocía la marcha atrás y le sirve al Círculo Rojo para afianzar la idea de que el gobierno de Fernández se sumó ya al gigantesco depósito imaginario en el que se agolpan las oportunidades perdidas en la Argentina. Así como CFK entiende ahora que aquel jefe de gabinete “eficaz” era producto de un presidente arrollador como Kirchner, los empresarios que apostaban a que Alberto serruche la rama que lo sostiene advierten que cayeron, una vez más, en la trampa de creerse su propio relato.
Después de apostar todas sus fuerzas a la epopeya del gobierno de los CEOS, los dueños dieron de baja al Presidente como el candidato que podía sacar al país del ciclo largo de recesión y ya buscan un relevo, en una dinámica en la que los hechos se precipitan. Eso explica en parte la decisión de un Larreta que pretende jubilar a Macri en este turno electoral para no emular el papel de aquel Daniel Scioli que nunca logró despegar del kirchnerismo y cayó derrotado en 2015. Con la presión para dirimir liderazgos en las PASO, el jefe de gobierno pone al PRO en un escenario inédito para sus más de 15 años de vida y apunta con buenos modales a ser lo que fue Kirchner para Eduardo Duhalde. En línea con Larreta y los deseos de distinguidos accionistas que no dejan de timbear en la política se mueven ahora María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Cristian Ritondo, Jaime Duran Barba, Elisa Carrió, Marcos Peña, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó y, aunque no queda claro qué lugar le toca, Martin Lousteau.
En la vereda de enfrente, el panperonismo apuesta a llegar a las elecciones con la mayor parte de la población vacunada con una dosis y una serie de anabólicos que ayuden a recuperar algo de lo perdido en los últimos años. De acuerdo al informe de mayo del Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía, la caída del poder adquisitivo que llevó a la derrota de Macri en 2019 se mantiene con los Fernández en el gobierno. Los precios no frenan y el número de inflación que dará a conocer en los próximos días el INDEC marcará el séptimo mes consecutivo de un IPC por encima del 3% mensual, una tendencia que no se registraba desde la devaluación inaugural de la administración Cambiemos. Según marca el estudio, la tasa interanual -que en abril se ubicó en 46%- amenaza con alcanzar valores similares a los peores momentos del gobierno de Macri, cuando trepó a 57%. “Sigue impactando el traslado de los precios mayoristas de alimentos, los precios internacionales en alza, combustibles, energía y los reajustes de las tasas de ganancia de las empresas con capacidad de fijación de precios”, dice. Además, destaca que el Presupuesto marcha en forma acelerada hacia el equilibrio que promueve Guzmán porque la recaudación creció y el gasto se redujo.
Los datos coinciden con el informe de mayo que acaba de distribuir la Oficina de Presupuesto del Congreso. La Administración Nacional registró en mayo otra disminución del déficit primario: $72.807 millones, un ajuste de 81,2% en términos reales en relación al mismo mes del año pasado. Durante mayo los ingresos tuvieron una expansión de 41,5%, en base al crecimiento de la recaudación y los $58.240 millones del impuesto a las grandes fortunas. En simultáneo, el gasto primario retrocedió debido sobre todo a la caída de jubilaciones y pensiones (10% menos en relación a 2020 y casi 20 puntos abajo de la inflación) y salarios públicos (7,9% abajo). A eso se suma que los paliativos ante la crisis sanitaria fueron menores en la comparación interanual (-41,5%), aunque los fondos asignados al COVID 19 registraron a fines de mayo un aumento de 308,9% desde que comenzó a ejecutarse el presupuesto, atribuido en parte habilitado a los ingresos excepcionales.
Es de esperar que en los próximos tres meses, el Frente de Todos intente generar un oasis en materia de ingresos y busque atenuar la debacle del salario real. En la mesa de los lunes, con Kicillof como anfitrión, Máximo Kirchner, Sergio Massa y ex intendentes del conurbano como Gabriel Katopodis y Jorge Ferraresi le prestan especial atención a un número: en 2019, el Frente de Todos le ganó a Juntos por el Cambio por una diferencia de 1 millón 800 mil votos a nivel nacional y sacó en el conurbano bonaerense una ventaja de 1 millón 500 mil votos. De ahí, que el peronismo unido se proponga dos años después ratificar esa supremacía en la primera y tercera sección electoral, la llave de la victoria que explicó en 2019 casi la totalidad de la distancia que hubo a favor de los Fernández. Si después de un año largo de pandemia, el oficialismo confirma su poder se impondrá la tesis de que la unidad del peronismo es imbatible en el territorio madre de todas las batallas.
Es una apuesta que choca con la que vienen haciendo en las últimas semanas los fondos de inversión que animan la fiesta en los mercados, bajo el supuesto de una derrota del Frente de Todos en las legislativas. Según el último informe de PxQ, los que aprovechan para comprar los bonos y acciones argentinas a precio de remate opinan que es el peronismo el que eleva el riesgo país y juegan a que Cambiemos, la fuerza que viene de fracasar en el poder, resuelva los problemas, en una hipótesis que le asigna mayor relevancia al resultado electoral que a las negociaciones con el FMI. Para la consultora de Emmanuel Álvarez Agis, la historia muestra que cuando los rumbos “inclusivos” se complican, los oficialismos tienden a girar hacia su “núcleo duro” (la “izquierda” en el caso del FDT, la “derecha” en el de JxC post 2018). “¿Por qué comprar bonos entonces con 2 años por delante de un supuesto ‘giro a izquierda’ sin garantía alguna de que un cambio de administración en 2023 no repetirá los errores macro de 2016-9?”, se pregunta. Un enigma entre tantos, para los incansables creadores de oportunidades perdidas.
DG